Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
El 6 de noviembre del 2020, July Raquel Flores salió de su casa en la alcaldía Álvaro Obregón de la Ciudad de México, con un pedido de comida que minutos antes le habían encargado y ahí comenzó su pesadilla. Una pesadilla que terminará en el 2082 cuando tenga 89 años y (como escribió el periodista Édgar Hernández), ya no tenga a quién preguntarle por qué la acusaron de un asesinato que no cometió.
Quienes pidieron la comida fueron agentes ministeriales de Veracruz, que utilizaron ese gancho para detenerla sin orden de aprehensión y acusarla del asesinato de María Guadalupe Martínez Aguilar, rectora de la Universidad de Valladolid de Xalapa, ocurrido en julio del 2020.
En el trayecto a Xalapa July fue golpeada, vituperada, torturada con toques eléctricos en sus genitales y violada. Dos veces se desmayó y dos veces la revivieron para seguirla vejando.
Las pruebas en su contra se caen de endebles y en contrapunto, las pruebas aportadas por la defensa son robustas, pero eso poco importó porque la consigna era incriminarla y condenarla.
Está más que comprobado que el día del asesinato, tanto July como su papá Martín y su hermano Abraham estuvieron en el Jardín de Niños “Montessori” de Cuautitlán Izcalli, en tareas de mantenimiento.
A July la vincularon al homicidio porque manejaba un automóvil Honda City como Uber, auto en el que huyeron los asesinos. Pero está más que probado que no estaba activa en la plataforma el día del asesinato. La CNDH documentó que la joven fue víctima de tortura y agresiones sexuales por parte de agentes de la Fiscalía de Veracruz para obligarla a confesar y además, los presuntos autores materiales negaron conocerla.
Hay más pruebas, todas sustentadas, pero no sirvieron ante el juez que la sentenció a 60 años de cárcel.
¿Por qué tanta sevicia contra esta joven cuando está más que probado que no participó en el crimen? Eso es lo que sería bueno indagar.
A principios de este mes una mujer mazahua llamada Virginia Silvestre acusada de matar a su nieta, fue liberada tras comprobarse su inocencia, pero había sido condenada a 43 años de prisión.
Al igual que Yuli, Virginia fue torturada para sacarle la confesión, pero a diferencia de aquella, Virginia no hablaba español y no sabía leer ni escribir cuando la detuvieron, por lo que las autoridades ministeriales hicieron lo que quisieron con ella.
De no ser por organismos de Derechos Humanos y abogados que tomaron el caso sin cobrar un centavo, Virginia seguiría recluida. Aun así pasó 16 años en prisión por un delito que no cometió.
Quiero pensar que al igual que Virginia Silvestre, Yuli Raquel saldrá en libertad más temprano que tarde.
Y es que la Fiscalía Estatal sabe que es inocente y sin embargo la incriminó, el juez de la causa sabe que es inocente y sin embargo la sentenció. Y ambos saben que cometieron una infame injusticia.
Yuli Raquel no estará en prisión hasta el 2082; volverá a ser libre cuando jueces que no actúen por consigna revisen su caso y se den cuenta de las barbaridades que se cometieron en su contra y en nombre de la justicia.
Pero mientras eso sucede la joven mujer que es hija, hermana, esposa y madre, está sepultada en vida.