Mientras el gobernante es perecedero, el Estado-nación, le sobrevive al amparo de sus instituciones. Tal disparidad de circunstancias explica el porqué de las diferentes actitudes de un gobierno a otro; así, en México hemos tenido presidentes de la república con mayor o menor cercanía hacia los del vecino del norte, ya por ideología, ya por intereses de carácter económico. Echeverría y sobre todo López Portillo asumieron posturas diferentes a las de Miguel de la Madrid y Salinas de Gortari respecto a los Estados Unidos, sobre cuál de ellas ha sido la más conveniente para el país hablan los beneficios obtenidos, contantes y sonantes, no los dictados de la retórica. Cuando López Portillo advirtió signos de cambio sustantivo en el modelo económico implementado por su sucesor, Miguel de la Madrid, expresó que se consideraba como “el último presidente de la Revolución”. Acertada o no esa tesis, debemos admitir que 12 años de crisis económica originadas en el Echeverrismo y prolongadas con López Portillo exigían un golpe de timón en el oriente económico, tal lectura le dio el presidente de la Madrid, quien enderezó los esfuerzos para aprovechar la cercanía del mercado y la economía más fuertes del mundo, incorporó nuestra economía al GATT y Salinas de Gortari coronó ese objetivo con la firma del TLC que, quiérase o no, dinamizó nuestra economía en mayor grado. Pero como nación libre y soberana nos corresponde permanecer alertas para mantener nuestra independencia, esa es tarea de cada gobernante en turno, así lo han hecho, así lo entiende el actual presidente de México. En ese trance nos encontramos ahora que el presidente López Obrador litiga ante el gobierno de los Estados Unidos la incorporación a la Cumbre de las Américas de junio próximo a los gobiernos de Nicaragua, Cuba y Venezuela, tres autocracias por excelencia a las cuales el gobierno de los EEUU mantiene vetadas. Sin embargo, nuestro presidente insiste en lo “incluyente” y la respuesta vuelve a ser inmediata y contundente “No”. Ante ese determinante rechazo, López Obrador advierte su posible ausencia en esa Cumbre, pese a todo el anfitrión no incluye en su lista, ni incluirá, como dijera Chespirito, a los gobernantes autócratas, entonces ¿cuál será el siguiente paso? Lógico, mandar a Marcelo Ebrard a esa Cumbre solo para no ser parte del menú. Pero ¿qué ganamos los mexicanos? Nada, absolutamente nada.