Jesús Ernesto ha pasado a ser nuevamente tema de primer plano, como si no hubiera asuntos verdaderamente relevantes que requirieran la atención nacional. El hijo menor del presidente aparece con su padre en un campo de beisbol, pero muestra un sobrepeso que lo hace irreconocible. Esto desató las redes que se llenaron de memes y de validos que asumieron la defensa.
No es correcto embestir contra el jovencito, pero las burlas han traído el recuerdo de otros hijos que han padecido y padecen en el país las malas políticas de la administración:
¨Un pirruris menos¨, dijo Andrés Manuel cuando opinó sobre la muerte del hijo del señor Martí; miles de niños no recibieron vacunas contra el Covid; los menores LeBarón murieron ante la andanada de violencia, pero el presidente nunca recibió a la familia; son incontables los hijos que carecen de medicinas y atención contra el cáncer, y los padres arrastran su dolor protestando en calles y el aeropuerto, mientras el presidente minimiza que sea protestas reales.
Estos sí han sufrido, sí padecen y sí seguirán cargando un dolor verdadero.
Es incorrecto que Jesús Ernesto sea objeto de ataques y escarnio, tanto como que cientos de miles de hijos merezcan un sufrimiento permanente o la muerte, sólo porque el papá de ese adolescente se obstine en llevar al país a ningún lado.