El engaño perdura por la necesidad de la sociedad de creer que alguien es el mensajero de la esperanza. El secreto del éxito en la política es saber transmitir la esperanza a un pueblo deseoso de ser engañado.
El verdadero truco de esto es que es la trampa perfecta, el que sabe engañar con la esperanza podrá gobernar por algún tiempo sin problemas, no hay forma de enfrentar al engaño, es más, quien intente desengañar al pueblo o evidenciar el engaño, será el villano al que se tiene que combatir.
El engaño es perfecto cuando el engañado desea ser engañado. En México nadie lo había utilizado como arma política, era el fondo del sistema priista, pero nadie lo personalizaba. Ahora el presidente es el gran ilusionista que, con sus datos y su propia evidencia, engaña a un pueblo deseoso de ser engañado.
Ante esto no hay nada que hacer, posiblemente dejar pasar el acto del ilusionista y esperar que las luces prendan para ver el escenario del fracaso producido. Me imagino que ya con las luces prendidas muchos de los engañados aún se resistan al desengaño, son muchos aplausos entregados con pasión para ahora reconocer su credulidad.
Reconozco que no es solo México, es un fenómeno mundial. Son tan intensos y profundos los cambios que experimentamos en estos tiempos que la sociedad tiene miedo, un miedo resultado de la incertidumbre del futuro.
Queremos evadir la realidad, no sabemos que va a ser de nosotros después del cambio climático o las repercusiones ambientales o los retos energéticos que tenemos que enfrentar. No sabemos que será de nuestros hijos con las nuevas tecnologías que dejaran en el absurdo en pocos años lo que hoy nos causa tanta admiración. No sabemos nada del futuro, no es que antes lo supiéramos, pero intuíamos como iba a ser, ahora no tenemos la menor idea.
Preferimos el engaño antes de enfrentar la realidad, es perfectamente comprensible. Deseamos que alguien se haga cargo de nosotros, nos cuide y proteja. Eso ya ha sucedido en el pasado, la búsqueda de lideres fuertes que vean por nosotros y nos cuiden de nosotros mismos.
Por eso veo a tantos que prefieren el engaño, ya es muy tarde para reconocerse como engañados, ya no hay forma de regresar, demolieron cualquier lazo con la congruencia y la única opción que les resta es correr hacia adelante.
¿Cuánto durara el péndulo de los gobernantes populistas autoritarios y demagógicos? Estoy convencido que durará lo que dure la incertidumbre al futuro o cuando los infiernos de los nacionalismos demagogos sean peores que nuestros miedos.
Tan solo somos unos primates temerosos de nosotros mismos. Nuestras reacciones como sociedades obedecen a instintos muy primitivos y básicos. Uno de ellos es el miedo. Cuando tenemos miedo buscamos quien nos proteja.
Es por esto que el engaño es perfecto, hace tiempo que a nadie le interesa la verdad, es solo el deseo profundo que en algún momento el engaño sea la realidad y la realidad una absurda ilusión.
No hay forma de desengañar a quien desea con toda su alma ser engañado.
Esta era la formula de las religiones en el pasado.
Ahora en la política ya no se le llama fe, es esperanza.
¿Me entienden?
Jorge Flores Martínez
Twitter: @jorgeflores1mx