“Como Secretario de Gobernación llevo ventaja” dijo en lenguaje nada sibilino Adán Augusto López, titular de la Secretaría referida; aún no se apagaba el eco de esa declaración cuando se da a conocer el enroque por el cual César Yáñez arriba a la Subsecretaría de Gobernación, interpretado como atento mensaje sucesorio acerca de las posibilidades del titular de esa dependencia de convertirse en candidato presidencial. El caso de Yáñez es bastante conocido0 por su añeja cercanía con el presidente López Obrador, y es tal la confianza de que goza en el ánimo presidencial que sin importar su abierta condición de “fifi” se le coloca en un cargo de elevado perfil político, obviamente para apoyar a Adán Augusto. Pero, vamos a la sugestiva frase de este tabasqueño haciendo alusión a su presunta ventaja sobre los demás aspirantes a la candidatura de MORENA, según afirma, por las funciones del cargo que ahora desempeña. Durante el siglo pasado una de las Secretarías más apetecibles para cultivar el futurismo era la de Comunicaciones, considerada como catapulta política porque era la que vestía a su titular por las obras que realizaba en un país carente de infraestructura, allí estuvieron Mújica, cuando Cárdenas y Maximino Ávila Camacho, con su hermano Manuel en la presidencia, no obstante, ambos quedaron fuera de la jugada sucesoria. Fue precisamente el presidente Ávila Camacho quien decidió su sucesión señalando como candidato a su Secretario de Gobernación, Miguel Alemán Valdés, por cierto, el primer candidato del PRI en 1946. La secuencia se repitió a favor del Secretario de Gobernación cuando en 1952 el PRI candidateó a don Adolfo Ruiz Cortines, quien rompió esa cadena sucesoria porque en 1958 escogió como sucesor a su Secretario del Trabajo, Adolfo López Mateos (1958-1964) y no a don Ángel Carvajal, de Gobernación. Pero, en 1964 el carismático presidente López Mateos inclinó la balanza a favor de Gustavo Díaz Ordaz, de Gobernación, quien realmente había llevado el peso de aquel gobierno. A Díaz Ordaz tocó decidir entre su gran amigo, Donato Miranda Fonseca, Secretario de la Presidencia y su joven Secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez, quien resultó el afortunado sucesor. Cuatro presidentes extraídos de la Secretaría política del gabinete bastaron para sustentar la tesis de la elevada probabilidad de quien desempeña ese cargo para acceder al escalón inmediato, la presidencia de la república. Pero en sentido contrario operan factores de no menor importancia, la economía, por ejemplo, o mejor, las circunstancias objetivas predominantes en el momento de la decisión, esto incluye, por supuesto, el prurito de trascender en el poder y también las características del partido en el poder, pues si bien en el PRI el eje de las decisiones fue el presidente, en el PAN operaron variables inherentes a su idiosincrasia y estatutos. Por esos variados motivos Echeverría se inclinó por el Secretario de Hacienda, José López Portillo y éste por el de Programación, Miguel de la Madrid, quien repitió la dosis a favor de Salinas de Gortari, de Programación y Presupuesto. Ya sabemos, que éste último por la muerte de Colosio, su candidato (de la Secretaría de Desarrollo Social), no tuvo más remedio que decidir a favor de Zedillo, su ex de Educación. Zedillo revivió en 2000 la fórmula a favor de su Secretario de Gobernación, Francisco Labastida, quien perdió ante Vicente Fox quien por su manejo mediático encontró la forma de ganar la candidatura al partido de los blanquiazules. Con sus matices, Felipe Calderón dio una tasa de su mismo chocolate cuando ganó la candidatura panista, pese a los deseos en contrario del presidente Fox. Lo mismo ocurrió con Calderón en 2012 cuando por razones partidistas se vio obligado a aceptar la candidatura de Josefina Vázquez Mota, con déficit de garantías para el triunfo y sucumbió frente a Enrique Peña Nieto, previamente gobernador del Estado de México. Aún no se disipan los humos del fragor electoral de 2018 con la arrolladora victoria de López Obrador sobre sus opositores políticos y ya se encuentra en la tesitura de decidir por un sucesor que le garantice trascender su proyecto de nación; para esto reactivó, con variantes y matices adecuadas a las circunstancias reactivó los mecanismos priistas muestreando con “pasarelas” en foros públicos a sus precandidatos. Y en esa lógica ¿envía a Yánez a Gobernación para “acuerpar” a su potencial candidato, de tal manera de dejarle manos libres para ocuparse de su proselitismo? Como sea, en el palacio del ayuntamiento frente al zócalo deben estar muy preocupados. Pero, como se dice cuando no hay seguridad de nada: el tiempo y las circunstancias lo decidirán.