Durante muchas décadas del siglo XX la rapiña presupuestal era del dominio público, pues el síndrome del enriquecimiento impune fue casi un lugar común, se cumplía con precisión matemática la frase emérita del expresidente Portes Gil: “en México, al término de un sexenio sale una comalada de nuevos ricos”, se refería al orden federal, pero sin duda de aplicación a los otros niveles de poder, el estatal y el municipal. Claro, lo más visible por su volumen eran los presidentes y sus secretarios del despacho, sin embargo, en cada entidad federativa también se cocinaban habas, y qué decir de los ediles cuyo paso por el poder municipal significaba un radical cambio de status social y económico a la vista de toda la comunidad y nada ocurría, excepto la comentocracia que inducía a la lógica: “si quieres ser rico metete a la política”. Pero como nada es para siempre, los chismes de lavadero y de café se convirtieron en presión social, a ello contribuyó en mucho el crecimiento de una población más enterada y más participativa en los asuntos de la cosa pública, educación y cultura acompañaron a ese impulso. En la estructura administrativa del sector público aparecieron los órganos de control y de fiscalización, dando como resultado sino una más eficiente administración sí en cambio las muestras contundentes de la rapiña a su interior, entonces comenzó el ingreso de ex alcaldes a las cárceles del país, obviamente, como la cuerda se rompe por lo más delgado los precedieron los tesoreros municipales. Después, el brinco ´profiláctico ascendió a Secretarios de despacho y a continuación el turno fue de los gobernadores, aunque no todos porque la habilidad de algunos los mantiene fuera de la cárcel, aunque no del cadalso público pues el dedo flamígero de la sociedad los ha señalado como corruptos de atar. Un fenómeno muy curioso, como de fatal aviso de lo que ocurriría después, lo constituye aquella muy difundida fotografía con la cual se pretendía asumir proféticamente la llegada “del México nuevo”, en ella aparece el entonces flamante presidente Enrique Peña Nieto rodeado de los gobernadores priistas, curiosamente buena parte de ellos actualmente con domicilio en los diferentes reclusorios del país: César Duarte, de Chihuahua, Javier Duarte de Ochoa, de Veracruz, Roberto Borge de Quintana Roo, Roberto Sandoval de Nayarit, Tomás Yarrington y Eugenio Hernández de Tamaulipas y contando. Para las generaciones ya otoñales y de inviernos pesarosos ha sido todo un largo proceso, para los jóvenes de ahora ya forma parte de la rutina política nacional, casi un costumbrismo en el paisaje mexicano.