No está nada mal ser un antikapuchinski porque no exige un esfuerzo extra, ni un profundo esfuerzo de investigación y ni siquiera de un acucioso trabajo periodístico. Lo único que se requiere es una agenda política, una obsesión maníaca contra la Cuatroté y de ahí puedes soltar cualquier cosa ni remotamente cercana a la veracidad o la verosimilitud.
El problema de los antiKapuchinskis es que sus sentencias bíblicas tienen un enemigo terrible: la realidad que es intransigente, malvada, porfiada, empeñosa, didáctica y fundamentalmente, cruel.
Por eso cuando alguien escribe algo así como “Fuentes cercanas a Presidencia me han dicho” sabes que lo que viene es una mentira nada piadosa que desprestigia no sólo al que lo escribe, sino también al que la cree creyendo que estamos en la edad de la inocencia cultivando ingenuidades, sin el tamiz del sospechosismo, “empíricamente” hablando.
Ya se sabe: Quien presume de tener fuentes cercanas a Presidencia lo más seguro es que acaso tenga una fuente donde un chorrito se hace grandote y se hace chiquito.
Pobre de mi Claudio XXX, por más que invierte en jilgueros y agoreros del desastre para generar caos y desorden, nada le sale bien. Lo barato siempre te sale caro. A Ricardo Alemán nomas le faltó decir, como Monreal, que a AMLO le conviene que él sea su sucesor.
El periodismo ficción es una de las bellas artes, pero hay que buscar que no derrape en el berrinche de pésimo y reguetonero gusto. Qué pensará un lector cuando después de haber leído en su periódico que empieza con R y termina con A, que la Secretaría de educación sería Beatriz Gutiérrez Müller, y luego le salen con que la designada para el cargo fue Leticia Ramírez. (Claro, el sector opositors soñaba al Nuño Artillero en el puesto). Todos los medios equivocan, pero cuando es la enésima ocasión ya parece política editorial. Ese público va a terminar informándose en una bola de cristal o con Monhi Vidente.
Para justificarse, estos señoros periodistos, estos intelecuáles nada progres y estos medios adictos a la pandemia de la infodemia deberían de alegar que, con tal de llevarles la contraria y socavar su credibilidad, López Obrador cambia las jugadas sólo por molestarlos, sólo por exhibirlos, sólo por ridiculizarlos.
Bueno, para ridículo el de Chiflano Aureoles sintiéndose candidato presidencial.
El problema de los antiKapuchinski es que están muy cerca Alazraki y muy lejos de Julio Scherer.
Jairo Calixto Albarrán