Sin tacto
Por Sergio González Levet
Carlos Slim debe sentirse un hombre muy poderoso. En efecto lo es.
Sin embargo, dicen los pocos que lo conocen verdaderamente que es una persona de gustos sencillos. Viste, por ejemplo, con trajes más bien modestos que toma de su tienda Sears, cuando otros magnates usan ternos de miles de dólares, mandados a hacer a la medida con William Fioravanti, Alexander Amosu o en la casa Brioni, o de marcas exclusivas como Brook Brothers, Salvatore Ferragamo o Kitón.
Pero don Carlos se conforma con sus sacos Carlo Corinto o Bruno Magnani, que rondan los 5 mil pesos cuando mucho.
Cosas de la naturaleza humana, los que sí usan prendas exclusivas y accesorios carísimos son muchos de los funcionarios de alta gama de las empresas de Slim Helú, que son los directores del nivel superior de la empresa Sears ya mencionada o de Sanborns o de Inbursa, o del Grupo Carso o de Telcel… o de Telmex, la empresa que originó el éxito inusitado del empresario mexicano de origen libanés.
Los de Teléfonos de México en especial se las gastan de manera singular. Se sienten más dueños de México que el propio Carlos Slim, que ha llegado ser casi el dueño de México. Y por eso se manejan con soberbia y prepotencia.
Pongo un caso chiquito, mínimo, de esa altanería con lo que sucedió en ciertas avenidas de Xalapa hace algunos meses, cuando regía a la capital el peor alcalde del mundo, que no responde al nombre de Hipólito Rodríguez porque no le da el cerebro, pero así se llama.
Cierto día del año pasado, de pronto llegaron unas máquinas a las avenidas Alpes y Europa, y se pusieron a hacer un canal de unos 25 centímetros de ancho, tan mal hecho que fueron rompiendo lastimosamente el pavimento de cemento armado que tienen esas vías de los fraccionamientos de la zona de Las Ánimas.
Fue sin decir agua va, y por lo que supimos después, sin que mediara ningún permiso o autorización del Ayuntamiento xalapeño. Como si fuera un municipio sin ley (que casi lo era con Hipólito) las máquinas hicieron cien metros lineales de hoyo, y después otros cien y llegaron a 500 y un kilómetro y más, hasta que los vecinos de esa zona que tienen tiempo de enterarse de lo que sucede en sus calles pusieron el grito en el celo, se inconformaron ante la autoridad y lograron que se detuviera la obra.
Esa victoria pírrica se consiguió hace varios meses, pero los soberbios funcionarios de Telmex y sus jurídicos han interpuesto artimañas varias, y los hoyos siguen ahí, afeando el panorama y produciendo un peligro para la vialidad de los autos y el paso de las personas.
Ya tomó cartas en el asunto la autoridad municipal encabezada por Ricardo Ahued y Telmex va a tener que reponer las losas que desgració con sus máquinas, sólo falta que se termine el efecto de las chicanas de sus leguleyos, y la reposición empezará en serio.
Pero mientras, ya le dieron en la torre a las bonitas avenidas… y don Carlos, tan feliz con sus trajes de Sears.
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