En ninguna película, ni siquiera en las de Derbez o de Omar Chaparro se permitiría que, en el mismo lugar, con la misma gente y en la misma fecha caigan terremotos en la Ciudad de México, no se vale. Sobre todo porque, habiendo tantos días disponibles, los dioses telúricos se empeñen en someter a la chilanguiza a una terapia de terror porque parecen empeñados en darles la razón a toda esas lindas personitas que desde mayo ya andan hablando de Septiembre me gustó para que tiemble.
Más que nada porque eso conduce a las personas adictas a las ondas mágicas-esotéricas-musicales a meterse en sectas satánicas como la del hijo de Charly Salinas o al PRIcámbrico temprano para rendirle culto al NiñoPa del Botox, o al KukluxPAN donde adoran a Lilly Téllez en su papel de la niña de El Exorcista, o, peor aún, a Movimiento Ciudadano donde El Dante se siente el Zelenski del oportunismo político.
A mí me parece una auténtica jalada que estas cosas ocurran solo para desafiar al sentido común, al espíritu científico, a la estadística, las matemáticas, la química, botánica y sistema decimal. Es una broma macabra que debe tener una explicación absurda: como durante el simulacro muchas personas no se lo toman en serio y fundamentalmente les vale madre, alguna deidad suelta las capas tectónicas para dar una lección ejemplar. Puede ser, ¿pero qué culpa tenemos los que de manera disciplinada seguimos las instrucciones?
Como la UNAM ya dijo que urge una explicación científica para estas coincidencias geológicas, es muy probable que los geofísicos Brozo y Loret concluyan que todo es culpa de AMLO por exigir la muerte de la corrupción, el clasismo y el racismo, pues el Centro Sismológico Fifisáurico así lo confirma. También del Kremlin, claro. La odientóloga Ximénez y los Paleros de Alazraki agregarán una línea de investigación porque con toda seguridad el dotor Gatell debe estar involucrado. Se supo que los líderes del Cártel Inmobiliario panista (¿por qué la Rabadán no se ocupará de Javier Romero?), temblaron del susto por sus inversiones.
Digo, si en muchos edificios se saltan el piso 13 para evitar la mala suerte, acá podríamos quitar el 19 de septiembre y ahí arreglamos el calendario acomodando años bisiestos.
En un supón, ¿no será que con estas sacudidas se exige que no haya impunidad para aquellos que han medrado, saqueado, atracado y abusado para que los 19 de septiembre sean apañados y arrojados a una mazmorra húmeda y fría?
Jairo Calixto Albarrán