viernes, mayo 3, 2024

Tribunal de Justicia, pena ajena

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Ya corrió mucha agua bajo el puente desde aquellos tiempos cuando en Veracruz se presumía de contar con una periódicamente renovada elite de practicantes del derecho de destacado renombre nacional, no pocos de quienes la integraban alcanzaron la dignidad de encabezar la Suprema Corte de Justicia y ser eminentes jurisconsultos como integrantes de esa Corte. También poblaron el Poder Judicial de la entidad veracruzana otorgándole renombrado prestigio. Pero, pese a que la Universidad Veracruzana sigue su fructuosa producción de eminencias del Derecho, lamentablemente el gran semillero de juristas ha disminuido su rico caudal y son contadas las excepciones. Acaso, agotada esa veta, sea ésa una de las dolencias actuales del Poder Judicial veracruzano, actualmente “encabezado” por una medianía descomunal, nada comparable con quienes lo han precedido y abrillantado.  Pero, poco es posible exigir a quien, como la señora Isabel Romero, semejante a una pieza de eventual repuesto, se utiliza mientras se busca una de mejor rendimiento. En esas anda la peripecia del Poder Judicial en la entidad, pero en tanto, doña Inés se permite disertar acerca del “pésimo” rendimiento de los jueces, algunos de los cuales han sido cesados, dice, por actos de corrupción, porque “quien se porte mal, se va”. Un buen discurso, que pronunciado por la señora Romero pudiera convertirse en boomerang, puesto que ineptitud o ausencia de capacidad para el desempeño de una responsabilidad pública de esas dimensiones también es corrupción. ¿Cuál sería el veredicto de los jueces respecto al desempeño de la señora Isabel Inés Romero al frente del Tribunal de Justicia? La respuesta podría ser sorprendente si la consulta fuera a la inversa y se les permitiera oportunidad para expresarla. Sin embargo, la ley es la ley, y salvo despropósito en contrario la señora Romero en dos meses más debe retirarse del cargo, entre otras razones por haber cumplido 70 años, una condición establecida como límite para desempeñarse en ese cargo y que otros magistrados han obedecido haciendo honor a su genuina vocación de respeto a la norma jurídica. Aunque ciertamente, parafraseando a Cervantes, en los nidos hogaño, ya no hay pájaros de antaño.

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