lunes, diciembre 23, 2024

Educación en América Latina

Expresión Ciudadana

Durante los últimos años he tenido la fortuna de asistir a conferencias magistrales con ponentes de alto nivel en materia educativa, seminarios, coloquios, encuentros de rectores, charlas sobre problemas educativos, acudiendo a congresos internacionales de diversas redes universitarias, tanto públicas como privadas de la mayoría de los países de nuestro continente, donde incluso he sido invitado a disertar en temas educativos que son tan importantes para el desarrollo de América Latina.

De esta forma, he tenido la oportunidad de conocer sobre las características, problemas y esfuerzos por mejorar los escenarios de los sistemas educativos de nuestras naciones hermanas. Por ello, valorar la educación, su estado actual y sus principales desafíos en Latinoamérica es el tema de esta colaboración.

Por lo complicado del tema se verán los principales problemas que enfrentan nuestros sistemas educativos, agregados a la terrible situación que implico la pandemia del Covid-19 y el obligado cierre de escuelas, que vino a impactar severamente los esfuerzos de los gobiernos latinoamericanos por mejorar la educación en sus países. Así también, describiremos desde nuestra óptica, los desafíos que se enfrentan en la materia.

La educación en Latinoamérica como objeto de estudio es un fenómeno complejo. Resulta arriesgado y difícil establecer generalizaciones lo suficientemente abarcadoras del mosaico de situaciones que representa la región y cada país. Uno de los rasgos más destacados del territorio es su diversidad; se aprecian desigualdades notables entre unos países y otros, e incluso, en el interior de cada uno de ellos (Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura – OEI, 2014).

La educación como expresión de las relaciones sociales está condicionada, ante todo, por las circunstancias económicas y políticas. También está influenciada por factores culturales específicos de cada nación, como puede ser la historia, y las tendencias de desarrollo actual.

En este contexto, uno de los factores más relevantes por tomar en cuenta en estudios sobre la educación en la región latinoamericana es la condición de pobreza de las familias.

La situación de pobreza limita el acceso a la educación y obstaculiza el aprovechamiento del estudio y de las oportunidades. Es necesario apreciar de modo dinámico y multidimensional el problema de la pobreza y su incidencia en la educación en América Latina en relación con los diferentes indicadores que pueden ser considerados y a la combinación en que se manifiesten en cada contexto en la vida social.

La incidencia de la pobreza en América Latina continúa siendo un enorme obstáculo para la expansión y mejoramiento de la educación de su población infantil y juvenil, al afectar en promedio a alrededor de un tercio de la población de cada país.

La expresión cuantitativa de grupos humanos en situación de pobreza extrema en el continente es significativa. En igual medida, se manifiesta las limitaciones y afectaciones a su modo de vida y, por consiguiente, en sus escasas posibilidades de acceso a la educación como base de su desarrollo humano.

Es por ello que políticas tradicionales, basadas principalmente en la extensión de la cobertura a más alumnos, son actualmente inadecuadas frente a los cambios sociales y económicos que están ocurriendo en la región. El énfasis en la expansión de la cobertura escolar no ha sido capaz de generar niveles satisfactorios de calidad ni de promover la equidad económica y social tan necesaria y urgente entre nosotros.

En la mayor parte de la región, la buena educación sigue estando concentrada en las clases altas y media alta y es impartida por escuelas privadas con aranceles caros, sin posibilidades de acceso a los estratos sociales con menor capacidad económica.  Más aún, mucho de lo que es aprendido en la escuela tiene una aplicación limitada en el mundo del trabajo   moderno.

Estas deficiencias tienen un impacto muy negativo en los sectores más desprotegidos que dependen de la educación para la movilidad social y que no tienen otra opción que asistir a las escuelas públicas.

Esta brecha entre oferta y demanda en la educación en América Latina ha crecido exponencialmente debido a los cambios que ocurren actualmente en la región. América Latina llegó al límite de un modelo de desarrollo económico al principio de los 90 y está rápidamente inmerso en otro pese a las resistencias de algunos gobiernos.

El antiguo modelo, que funcionó durante tres decenios, estaba basado en el proteccionismo, los préstamos extranjeros, la explotación de los recursos económicos y los déficits presupuestarios internos. El nuevo modelo está basado en la apertura de las economías nacionales a la competencia internacional, la inversión extranjera, la innovación tecnológica, y los equilibrios macroeconómicos.

América Latina se está integrando gradualmente en un nuevo orden económico y a un nuevo orden político mientras crea vínculos más estrechos con los Estados Unidos, con China, entre los mismos países latinoamericanos y con las naciones pertenecientes a la Unión Europea.

El modelo de desarrollo ha traído consigo nuevas demandas tanto para los ciudadanos como para el Estado. Las economías abiertas, integradas al sistema global, requieren de una fuerza de trabajo internacionalmente competitiva con un énfasis en la ciencia y la tecnología.

Para enfrentar estas demandas, los sistemas educativos latinoamericanos tendrán que perseguir, simultáneamente, objetivos desafiantes y a veces contradictorios.

Deben preparar a los alumnos para los trabajos de una economía moderna e internacionalmente competitiva; deben fomentar el cambio científico y tecnológico; Deben promover la equidad social y la movilidad.

Para alcanzar estos objetivos, se requiere de sistemas educacionales que sean sensibles a los cambios económicos y sociales, capaces de ajustarse para satisfacer las demandas de diversos sectores.

Desgraciadamente los sistemas educativos latinoamericanos no están respondiendo bien a estos desafíos. Los educadores hablan crecientemente de una «separación radical» entre los sistemas educativos de la región y sus necesidades de desarrollo.

Apuntan a la baja calidad de la mayor parte de la educación pública, a su declinante rol en la promoción de la movilidad social, a la debilidad de la educación técnico-vocacional a nivel de la secundaria y a la disociación general entre el sistema escolar y las demandas de una economía moderna.

Notan la ausencia evidente de conocimiento utilitario a nivel de primaria y de secundaria, la carencia de incentivos para desarrollar un pensamiento racional y crítico, mencionan una limitada información sobre las sociedades y las tecnologías contemporáneas. Citan la proliferación de sistemas universitarios ineficientes, caracterizados por la carencia de incentivos para desarrollar un pensamiento racional y crítico y una limitada información sobre las sociedades y las tecnologías de la información contemporáneas.

Hablan de la proliferación de sistemas universitarios sobre expandidos, caracterizados por muchos establecimientos, de dudosa calidad, y por el predominio de especialidades que conducen a la actividad burocrática, no dándole prioridad a la investigación científica y a la innovación tecnológica. También resaltan las inequidades inherentes a un sistema de subsidios a la educación superior y destacan la baja calidad de los profesores en todos los niveles del sistema.

La educación en América Latina no registra avances destacables desde 2013. Incluso un año antes de la pandemia del covid-19, más del 40% promedio de los estudiantes de tercer grado y más del 60% de los de sexto de primaria no alcanzaban el nivel mínimo de competencias fundamentales en lectura y matemática. Los datos salen del Estudio Regional Comparativo y Explicativo (ERCE 2019), publicado por la oficina regional de la UNESCO para América Latina, con sede en Santiago de Chile, realizado sobre más de 160.000 niños de 16 países.

Los datos del ERCE 2019 nos indican que, justo antes de la pandemia, la región se encontraba, en promedio, prácticamente estancada en bajos niveles de logro en aquellas competencias que constituyen los cimientos para poder seguir aprendiendo. Esto habla de una generación entera en riesgo de no poder desarrollar su pleno potencial. Es por esto que las medidas y reformas educativas para mejorar los aprendizajes desde los años más tempranos de escolaridad no pueden esperar y deben ser priorizadas.

El estudio recabó datos de Argentina, Brasil, Colombia, Cuba, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay.

Según la investigación, el 44,3% de los estudiantes de tercer grado está en el nivel más bajo de desempeño en literatura y el 47,7% en el más bajo en matemáticas. En sexto grado, alcanzaron el nivel I de más bajo de desempeño; el 23,3% en lectura, el 49,2% en matemáticas y 37,7% en ciencias. Los niños del tercer grado bajos en su desempeño en literatura no pudieron localizar información en un texto ni comprenderlo globalmente.

En sexto grado, en tanto, los estudiantes no fueron capaces de inferir información cuando para hacerlo tuvieron que comprender globalmente o conectar ideas secundarias o específicas que se presentan en las distintas partes de un texto. En el caso de las matemáticas, los alumnos de sexto que se encontraban en el desempeño más bajo no pudieron resolver problemas que requieren interpretar información o que involucran dos o más operaciones incluyendo multiplicación o división.

Los resultados apenas han variados desde la última evaluación, realizada en 2013, aunque la realidad no es la misma en todos los países estudiados. Chile, Perú, Brasil y República Dominicana fueron los que más mejoraron.

Las mejoras son urgentes en un contexto de pandemia, en el que millones de niños y jóvenes no han podido asistir a las escuelas por meses, por lo que se infiere que se están generando mayores retrocesos en los aprendizajes y profundizando las brechas para los grupos más desprotegidos.

Los resultados del ERCE 2019 arrojan también información sobre factores externos asociados al aprendizaje. Por ejemplo, la mitad de las diferencias de aprendizaje pudieron atribuirse a las características del establecimiento al que asistía el estudiante, lo mismo que el nivel socioeconómico del alumno: cuanto mayor el nivel, mejor fue el resultado del estudio.

También fue determinante la cantidad de horas de clase: quienes faltaron más obtuvieron peores resultados que aquellos que mantuvieron la regularidad.

Lo mismo para aquellos que dedicaron al menos un día o más de la semana para realizar tareas fuera del horario escolar. En hogares donde los padres y madres se involucraron más en la educación de sus hijos también se registraron mejores resultados en las pruebas.

Una revisión somera de los principales desafíos de los sistemas educativos latinoamericanos en términos de acceso, calidad y equidad y los factores subyacentes serían los siguientes:

Acceso

La educación superior se ha expandido en forma impresionante, sextuplicándose las tasas de matrícula desde 1980, extendiéndose geográficamente, diversificándose institucionalmente y ofreciendo nuevas especialidades. Actualmente, América Latina tiene un sistema amplio y altamente variado en educación superior que incluye institutos politécnicos, universidades tradicionales y universidades nuevas (públicas y privadas) diseñadas para enfrentar la creciente demanda de formación superior. Las universidades han venido conectándose progresivamente con sus contrapartes en Europa y en Norteamérica.

Incluso algunas de ellas han llegado a adoptar el modelo de organización departamental que incorpora más ciencia, enfatiza la investigación y establece facultades de jornada completa. A lo largo de la región, han aparecido también una red de centros de investigación privados, independientes de las universidades, que se concentran en las ciencias sociales y que, en muchos casos, son financiados con recursos del exterior.

Estos avances coexisten, sin embargo, con una serie de fallas. América Latina se encuentra rezagada con respecto a las exitosas economías de Asia del Este en términos del nivel educacional promedio de la fuerza laboral.

La brecha es particularmente grande a nivel primario y secundario. Los avances en cobertura varían mucho entre los países e incluso, al interior de ellos, los menos favorecidos son los grupos indígenas y los pobres, rurales y urbanos. Las mujeres indígenas están particularmente en desventaja en términos de acceso a la educación.

Calidad

La calidad de la educación que reciben nuestros niños y jóvenes en América Latina es deficiente. Es particularmente el caso de las escuelas públicas que reúnen a la mayoría de los estudiantes de primaria y secundaria y virtualmente todos los sectores pobres. El énfasis puesto en la expansión ha significado reducir la atención en los procesos y los resultados del aprendizaje.

Fondos que pudieron haber sido gastados en laboratorios, textos o capacitación de los docentes se han dedicado, en cambio, a salas de clases, administradores y al pago de profesores. No se han establecido programas para apreciar y promover la calidad, tales como medidas confiables para el rendimiento escolar, para el pro ducto docente y para la excelencia institucional.

Como consecuencia, muchos niños no logran un manejo efectivo del lenguaje ni de las matemáticas, los colegios secundarios no preparan a los estudiantes para que funcionen efectivamente en las sociedades modernas y muchas de las universidades nuevas son patito.

La calidad es difícil de medir, ya que la mayoría de los países latinoamericanos no han establecido sistemas nacionales para evaluar el rendimiento en educación. Sin embargo, hay por lo menos cinco indicadores que sugieren que un serio problema de baja calidad está presente en todos los niveles de la educación.

Los gastos promedio por estudiante se mantienen muy por debajo de los países industrializados.

La crisis de la deuda que han enfrentado la mayoría de los países de la región ha provocado que el gasto de los gobiernos en educación bajara significativamente. A nivel global, el gasto público en educación bajó, en términos reales, en un 12% entre 2010 y 2019, en tanto que el gasto per cápita descendió cerca de 22%.

Un estudio al respecto determinó que los gastos promedio por estudiante en educación primaria bajaron de US$ 164 a US$ 118. El gasto ha comenzado a recuperarse, pero se mantiene en una pequeña fracción de gasto por alumno con respecto a los países desarrollados.

Las tasas de reprobación en América Latina son altas.

Están entre las más altas del mundo. Un alumno promedio permanece cerca de siete años en la educación básica pero completa sólo cuatro grados. La tasa de repetición promedio dentro de un ciclo de primaria de seis años es de 30% por año.

El costo de enseñar a estos repitentes ha sido calculado recientemente en  US$2.5 billones, cerca de un tercio del gasto total en educación primaria en la región. Aunque la reprobación tiene diversas causas, es claramente un signo de baja calidad.

La eficiencia terminal es baja.

Menos de la mitad de los estudiantes que comienzan primaria completa el ciclo (UNESCO- OREALC 2019). La mayoría de los estudiantes que acceden a la educación secundaria no se gradúa. Si se combina con las tasas de repetición, esto implica que si bien casi todos los niños pasan un tiempo en el colegio, pocos alcanzan logros significativos de aprendizaje. En México, por ejemplo, un poco menos de la mitad de los estudiantes que entran al ciclo básico no lo completan, dejándolos sin las adecuadas capacidades de lectura y escritura y sin los conocimientos básicos de aritmética.

Las calificaciones en los exámenes son bajas.

El rendimiento de los alumnos latinoamericanos es bajo de acuerdo a los pocos estudios comparados disponibles. Una comparación de lectura realizada por la Asociación para la Evaluación de Logro Educacional y la oficina regional de la UNESCO para América Latina y el Caribe, muestran que siete países latinoamericanos incluyendo a Chile, están por debajo de los países europeos y del este asiático (entre ellos, Indonesia, Hong Kong y Singapur). En un estudio realizado sobre logro en matemáticas y ciencia, niños brasileños de 13 años de Sao Paulo y Fortaleza fueron superados por estudiantes de China, Israel, Jordán, Corea y Taiwán.

El rendimiento en ciencia y tecnología es débil.

 Las contribuciones de América Latina a la comunidad científica internacional son marginales y está concentrada sólo en unos pocos países. Aunque los graduados en ingeniería y tecnología han aumentado significativamente en las décadas pasadas, la proporción de estudiantes que se inscribe en ciencias básicas se ha mantenido baja.

Desde 1990, la región quedó rezagada con respecto a los países de la OCDE, a las recientemente industrializadas economías del este asiático y a los países de Europa del sur.

En materia de investigación per cápita y de gastos para el desarrollo y también en el porcentaje del PIB (producto interno bruto) asignado para investigación y desarrollo. Sólo el  3.0% de   los   artículos   científicos  publicados a través de todo el mundo en 2019 provino de América Latina y el Caribe.

En abril de este 2022 se cumplieron dos años del mayor cierre de escuelas de la historia moderna. Más del 90% de los estudiantes en 190 países del mundo vieron suspendida la educación presencial de un momento a otro. Esta interrupción resaltó interrogantes comunes en el campo de las políticas educativas, relacionados con los múltiples desafíos para garantizar el derecho a la educación en condiciones de amplia desigualdad e incertidumbre. Luego de las respuestas de emergencia, especialistas se preguntan cuánto tiempo tomará la recuperación educativa, cuáles son las medidas prioritarias y qué recursos demandan. Frente a una escena inesperada, ningún guion previo conduce al mismo final.

América Latina se posiciona ante este reto con singularidades que la ubican en un escenario especialmente decisivo para su futuro. En una región caracterizada por la desigualdad y la pobreza, la implementación de políticas de largo plazo orientadas a la infancia y la juventud conlleva un sentido de urgencia, pero también de oportunidad.

Si la educación guarda en sí un potencial de transformación, estas políticas son un imperativo para garantizar mejores oportunidades de vida a nivel individual, pero también para imaginar un futuro regional con economías más pujantes, mayor desarrollo social, e instituciones capaces de responder a los grandes desafíos de las próximas décadas.

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