sábado, noviembre 23, 2024

Sobre el atentado en contra de Ciro Gómez Leyva

Antes que cualquier cosa, mi primer pensamiento es con la víctima, en este caso el periodista agredido. Iban por él. Trataron de asesinarlo con total alevosía y ventaja. Eran unos matones profesionales que sabían su rutina y tenían planeado el operativo. Gómez Leyva se salvó porque conducía una camioneta blindada.

Desde esta columna, le mando un abrazo solidario a Ciro.

Decirle que respeto y admiro mucho su trabajo. Es uno de los mejores periodistas de nuestro país. Sus noticieros son obligados. Me gusta su estilo riguroso y mordaz. Nunca cae en el lugar común. Siempre cuestiona y le da voz a personajes aunque sean muy controvertidos.

Puedo imaginar que muchas personas se sientan incómodas por lo que informa y opina. Eso habla bien de su trabajo. La última vez que lo vi en persona, lo felicité por su extraordinaria labor periodística. Aprovecho estas líneas para reiterárselo públicamente.

Lamento muchísimo que uno de nuestros mejores colegas haya sufrido un ataque artero para terminar con su vida. Espero se reponga rápido del trauma psicológico de haber vivido un intento de asesinato porque este país, más que nunca, requiere de personas con la valentía y profesionalismo de Ciro.

Segundo apunte: el peligro de ejercer el periodismo en México.

Gómez Leyva no es el primer periodista que intentan asesinar. Él se salvó por el blindaje de su automóvil. Otros no tuvieron la misma suerte.

De acuerdo con un informe de la organización Artículo 19, que defiende la libertad de expresión, cada 14 horas se agrede a un periodista o medio de comunicación por ejercer su labor en México.

El primer semestre de 2022 fue el más letal contra la prensa “con 12 asesinatos, 9 de los cuales tienen indicios que les vinculan con la labor periodística”. En el sexenio de López Obrador, durante el periodo entre el primero de diciembre de 2018 al 30 de junio de 2022, se contabilizaron un total de dos mil 304 ataques perpetuados contra la prensa. Dentro de estos ataques, se cometieron “34 asesinatos, 26 desplazamientos forzados y 2 desapariciones”.

Tercer apunte: el miedo de ejercer esta profesión.

En reiteradas ocasiones he expresado mi repudio contra los ataques a los colegas, incluyendo, desde luego, los asesinatos. Pero los periodistas que estamos en la Ciudad de México y tenemos una cobertura nacional falsamente creíamos que nuestras vidas estaban a salvo, a diferencia de los colegas en los estados.

El atentado en contra de Ciro finalmente comprueba que nadie está seguro en el gremio. Todos debemos cuidarnos.

Estos días, familiares y amigos me han sugerido hacer lo mismo que Gómez Leyva: trasladarme en un vehículo blindado. En lo personal, me rehúso a aceptarlo como condición para seguir ejerciendo mi labor profesional. Pero, por desgracia, a eso hemos llegado. La realidad es que no podemos dejar nuestra seguridad en manos de un Estado que no tiene la capacidad de resolver la violencia que campea en nuestro país en los últimos tres sexenios.

Cuarto apunte: la reacción del Presidente.

El 14 de diciembre, en su conferencia matutina, nuestro “jefe del Estado” afirmó que escuchar a Ciro “es hasta dañino para la salud, o sea, si los escucha uno mucho hasta le puede salir a uno un tumor en el cerebro”. Muy chistoso. Al día siguiente, lo quisieron asesinar. ¿Y qué dijo AMLO?

“Afortunadamente, no hubo consecuencias fatales, graves, y lo celebramos, porque es un periodista, un ser humano, pero además es un dirigente de opinión pública y un daño a una personalidad como Ciro genera mucha inestabilidad política”.

¿No hubo consecuencias graves?

¿En serio?

O sea, lo grave hubiera sido que lo mataran.

¿El intento de asesinato no lo es tanto?

Es una barbaridad la declaración del Presidente. No es grave, es gravísimo lo que ocurrió. Pero él sólo está pensando en la inestabilidad política que hubiera generado el homicidio.

Patética, por decir un adjetivo suave, la reacción presidencial.

Peor porque, unos minutos después, AMLO ya estaba denostando a Aguilar Camín y Krauze, como si sus palabras no tuvieran consecuencias.

Cuando asesinaron a Colosio en 1994, mucho se debatía si había influido o no el clima político tenso que había antes del magnicidio. Muchos decían que “los climas no asesinan”. Es cierto. Pero vaya que contribuyen a generar un contexto donde se torna aceptable el homicidio para desequilibrados azuzados desde el poder. Digámoslo con todas sus letras: hoy, en México, el Presidente utiliza su tribuna para atizar la polarización política y generar un clima de violencia en contra de los periodistas que lo criticamos. Ya trataron de asesinar a uno de ellos.

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