Maximilien Robespierre (1758- 1794) participó protagónicamente durante los fulgores de la Revolución Francesa para la instalación de una República, en la fragorosa confrontación entre los autores de ese gran Movimiento social resultó victimario y víctima, una dicotomía muy recurrente en esa clase de estremecimientos sociales. Con su estrepitoso activismo contribuyó al triunfo de lo que ahora conocemos como Revolución Francesa (1789) y a su pluma “La Teoría del Movimiento Revolucionario”, en la cual escribe: “La teoría del gobierno revolucionario es tan nueva como la revolución que la ha traído. No hay que buscarla en los libros de los escritores políticos, que no han visto en absoluto esta Revolución, ni en las leyes de los tiranos que contentos con abusar de su poder, se ocupan poco de buscar la legitimidad; esta palabra no es para la aristocracia más que un asunto de terror; para los tiranos, un escándalo; para mucha gente un enigma…” Allí reflexiona sobre la diferencia entre un gobierno establecido y otro por instalarse: “… El principio del gobierno constitucional es conservar la República; la del gobierno revolucionario es fundarla. El gobierno constitucional se ocupa principalmente de la libertad civil; y el gobierno revolucionario de la libertad pública. Bajo el régimen constitucional es suficiente con proteger a los individuos de los abusos del poder público; bajo el régimen revolucionario, el propio poder público está obligado a defenderse contra todas las facciones que le ataquen. El gobierno revolucionario debe a los buenos ciudadanos toda la protección nacional; a los enemigos del pueblo no les debe sino la muerte».
Para entender esa reflexión es necesario tomar en cuenta las condiciones sociopolíticas que dieron origen al pugnaz enfrentamiento entre los diferentes grupos políticos surgidos sucesivamente en el desarrollo de aquel conflicto social. Pero lejos estamos de la intención de abrumar al amable lector con citas librescas, cuando el propósito radica en contextualizar (acaso erróneamente) el momento por el que atraviesa nuestro país y vincularlo con el reflexivo legado de quienes en su tiempo actuaron o contemplaron el acontecer de sus vivencias. He aquí a José Ortega y Gasset (1883- 1955), quien en su prolífica creación teórica, escribió: “Liberalismo y democracia se nos confunden en la cabeza y, a menudo, queriendo lo uno gritamos lo otro….Por esta razón conviene de cuando en cuando pulimentar las dos nociones…Pues acaece que liberalismo y democracia son dos cosas que empiezan por no tener nada que ver entre sí y acaban por ser, en cuanto tendencias, de sentido antagónico” “Democracia y Liberalismo son dos respuestas a dos cuestiones de derecho político completamente distintas. La democracia responde a esta pregunta: ¿Quién debe ejercer el poder público? La respuesta es: el ejercicio del Poder público corresponde a la colectividad de los ciudadanos. Pero en esa pregunta no se habla de que extensión debe tener el poder público…La democracia propone que mandemos todos; es decir, que todos intervengamos soberanamente en los hechos sociales”.
“El Liberalismo, en cambio, responde a esta otra pregunta: ejerza quienquiera el poder público, ¿cuáles deben ser los límites de éste? La respuesta suena así: el poder Público, ejérzalo un autócrata o el pueblo, no puede ser absoluto, sino que las personas tienen derechos previos a toda injerencia del Estado. Es, pues, la tendencia a limitar la intervención del poder público…. Se puede ser muy liberal y nada demócrata, o viceversa, muy demócrata y nada liberal.” “El poder público tiende siempre y dondequiera a no reconocer límite alguno. Es indiferente que se halle en una sola mano o en la de todos. Sería, pues, el más inocente error creer que a fuerza de democracia esquivamos el absolutismo. Todo lo contrario. No hay autocracia más feroz que la difusa e irresponsable del demos. Por eso, el que es verdaderamente liberal mira con recelo y cautela, sus propios fervores democráticos y, por decirlo así, se limita a sí mismo”. “Frente al Poder público, a la ley del Estado, el liberalismo significa un derecho privado, un privilegio.”… “El germano fue más liberal que demócrata. El mediterráneo, más demócrata que liberal. La revolución inglesa es un claro ejemplo de liberalismo. La francesa, de democratismo. Cromwell quiere limitar el poder del rey y del Parlamento. Roberpierre quiere que gobiernen los clubs.” A través de esa sabiduría de los tiempos es posible dar más luz para el entendimiento de los sucesos actuales.