viernes, abril 26, 2024

De los milagros…

Una querida amiga me llamó porque ya tenía días que la cadera le dolía mucho, el moverse se agravaba; por lo que decidió acudir al especialista; quien después de sedarla un poco para poder auscultar pues el dolor era muy intenso, escuchó pacientemente el historial médico y finalmente, de manera diplomática -no como ya saben quién-…

Sin decirle que ya estaba vieja -que sí lo está- le dijo que estaba grande y refirió que los años hacían lo suyo.  Que la articulación de la cadera estaba desgastada, que había que darle unas pastillas durante 3 días para después tomarle una radiografía.  La inyectaron para el dolor y la inflamación.  Todo esto con el costo que ya sabrán; porque además hay que llevarla y traerla.  Al pasar el efecto del analgésico los dolores parecían aún peores que antes; tal vez por tanto movimiento…

Allá por mis ya lejanos años de niñez, a todo el mundo le quitaban el apéndice.  Un retortijón de esos que doblaban, era suficiente para que le sacaran el apéndice.  Hasta hacían competencia los cirujanos para ver quién hacía la incisión más pequeña.  Y si apéndice estaba sano, ante la inquisidora mirada del equipo de cirugía, se salía con un Uff ¡A tiempo! que sí no…

También se puso de moda la operación de las anginas.  A todo aquél que se le inflamaban, rápido le quitaban la primera defensa del organismo, por estar infectado por un estreptoccoccus B -peor que la reforma B, por lo que ya se podrán dar una idea mis tres amables lectores de lo terrible si no se detiene a tiempo-…

Pero estábamos con mi amiga y el incapacitante problema de cadera que, como su nombre lo dice, la convertía en un ser dependiente- literalmente ya no podía moverse por sí misma había que ayudarla y el moverla era doloroso…

¿Y cuánto te cuesta la cirugía? le pregunté.  Pues hoy está de moda el cartílago desgastado y se requiere una prótesis y terapia, mucha terapia.  Y eso, cuando quedan bien; pero la mayoría parece que no corre la misma suerte…

No sé, me respondió Y ¿Tienes seguro? Sí, dijo, pero no me cubre esos gastos, por la edad, tu entiendes.  Después de conversar durante un buen rato lo caro que resulta enfermarse y de cómo le hacían en otros tiempos…

No podía faltar el tema de la diabetes y del coronavirus-19, que, por más que hicieron para que regresara y continuar con el negociazo de las vacunas, los geles, los cubrebocas, los hospitales, los enterradores, etc. el bichus-19, no más no regresó…

En el entendido, que en este mundo del dinero, lo que unos pierden, otros lo ganan; o más claro, lo que unos perdieron, quedó en manos de otros…

El caso es que se sabe que el Coronabichus horridus- 19, por ahí dejó un recado diciendo que no quería volver a saber nada de nosotros; que éramos de lo peor.  Que, además -y esto fue lo peor de lo peor- que no tenía caso que regresaran, porque ya nos estábamos acabando entre nosotros…

Pero regresemos con la cadera desgastada…

Como los consejos no se dan, sino que se piden; porque si cuando se piden, no hacen caso, pues cuanti más si no lo piden.  La gente generalmente pide un consejo esperando que reafirme su opinión…

Mi amiga no me había pedido nada.  Pero por el cariño que le tengo me atreví a darle mi opinión.  Y le dije que unas gotitas que podía comprar en la farmacia, muy baratas, por cierto; y mucha fe, harían el milagro de sanarla y que no la operaran…

Lo de la fe sabía que era totalmente inútil, que de nada serviría, pues ella no cree en esas cosas.  Las condiciones no se prestan para tener fe; y menos en unas gotitas.  Pero por tratarse de mí, dijo, lo voy a hacer.  Finalmente, nada pierdo; y el perdido va a todas…

El final es interesante, pues el milagro se hizo, no sé si en un día o día y medio.  De estar literalmente echada y en el dolor, se levantó y ya hasta quería subirse a la cama.  Pues lo que tenía, eran reumas…

Reumas que, en estos tiempos de cambios climáticos, de humedad, frío y calor, se acentúan.  Era frecuente que entre los viejos nos echábamos maldiciones; y en vez de decirnos que te lleve el Rancho del señor Presidente, nos deseábamos “Un buen reuma”…

¡Ah! Se me olvidaba decirles, que los rezos, la fe, lo que le sigue y nada; son dos nadas. La paciente no es mi Amiga, con quien comparto el amor a los animales; sino Sophie, su perrita, que ciertamente ya está viejita; y no necesitó de la fe para curarse.  Las gotas milagrosas se compran en la farmacia homeopática.

Y nos vemos mañana, si el Sol me presta vida.

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