La trilogía de expresidentes arriba enunciada no implica ni refiere semejanzas entre sí, tampoco es intención equipararlos pues entre sus respectivos mandatos existen diferencias sustantivas, lleva, sí, la intención de aludir a las circunstancias prevalecientes en sus respectivos momentos con el propósito de explicar los motivos por los cuales decidieron las candidaturas de quienes fueron sus sucesores en el cargo. Porque está comprobada la inexorable intervención de las circunstancias, incluso de mayor peso específico a su condición de semidioses que en México se les ha conferido. Cuando Cárdenas (1934-1940), la historia nos enseña el relevante protagonismo del general Francisco Múgica en el gabinete del presidente Cárdenas. Llegado el tiempo de la sucesión presidencial Cárdenas era ya el centro del poder nacional, en 1935 se había quitado de encima a Calles y su grupo, expropió los ferrocarriles, después el petróleo, había desaparecido al Partido Nacional Revolucionario (PNR), obra de Calles, y creado el Partido de la Revolución Mexicana (PRM), estructurado en base a sectores con militantes prestos al corporativismo electoral, sin embargo las fuerzas opositoras a su gobierno, incluidas la clase empresarial y los grandes latifundistas, fracciones del ejército, el alto clero, el sinarquismo y el recientemente creado Partido Acción Nacional (PAN) operaban como un serio contrapeso. Con esas fuerzas en contra el presidente Cárdenas optó por una sucesión a modo de las circunstancias e hizo a un lado las aspiraciones de Francisco Múgica al decidirse por el general Manuel Ávila Camacho, de tendencia moderada, bien visto en el ejército y por la clerecía militante. No se equivocó el general Cárdenas, porque la oposición convenció al general Juan Andrew Almazán para candidatearse a la presidencia por el Partido Revolucionario de Unificación Nacional (PRUN) y dio fuerte pelea electoral al candidato oficialista. Así, las circunstancias obligaron al presidente Cárdenas a cambiar su opinión sucesoria en 1940. En el caso de Echeverría (1970-1976), entre sus opciones estaban su Secretario de Gobernación, Mario Moya Palencia, el de la presidencia, Hugo Cervantes del Río, del Trabajo, Carlos Gálvez Betancourt, y de Hacienda, José López Portillo, el escogido. El argumento para explicar esa decisión fue en base a las condiciones económicas del país, sujeto a una devaluación monetaria y bajo fuertes presiones inflacionarias, motivos económicos, se dijo, aunque la percepción ciudadana especulaba sobre un prurito de mando transexenal, lo cual no sucedió, sino todo lo contrario porque su amigo una vez presidente lo mandó de embajador extraordinario y plenipotenciario ante la UNESCO, Australia y Nueva Zelanda. Y ya instalados en los actuales tiempos de sucesión adelantada, el presidente López Obrador destapó a tres precandidatos, los otros son de relleno: la Jefa de Gobierno de la CDMX, al Secretario de Gobernación y al Secretario de Relaciones Exteriores. La conseja pública advierte cierto favoritismo hacia Claudia Sheinbaum, pero se hará, dice MoReNa, o sea AMLO, según las encuestas ¿Cuánto habrán de influir las circunstancias en esa decisión? Según es posible advertir, a Marcelo Ebrard los astros lo acompañan, tal condición se refleja en el conflicto con la clase política de los Estados Unidos, en ese escenario Ebrard tendrá oportunidad para un mayor protagonismo en la interlocución con los actores políticos del poderoso vecino. Tal circunstancia agrega a su favor valiosos puntos; salvo, claro, que susciten celos y entonces habría un riesgo de profundos conflictos al interior de la CuartaT. Clara señal que lo relativo a la sucesión presidencial se escribe cada día, o sea, que va siendo, nada para nadie, todavía.