jueves, mayo 2, 2024

México, sus circunstancias y la batalla por Puebla.

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Con inusual asiduidad, cuando se hace referencia al Partido Revolucionario Institucional es para atribuirle los males de este país, desde haber inventado la corrupción hasta la acentuada desigualdad social que ahoga a México. Para los críticos de ahora los gobiernos priistas son culpables de la pobreza, de un mal sistema de salud, de la inseguridad y la violencia, del abandono en el campo etc. En esos extremos solo falta culpar a la democracia porque en su marco de acción los mexicanos no hemos sabido elegir a nuestros gobernantes. Pero medularmente olvidamos que el PRI es una institución nacida en el seno de nuestras circunstancias nacionales, no es producto de una imitación extralógica sino genuino reflejo del México del siglo XX, pues PRI o como se llame el partido dominante sus acciones serán espejo de lo que socialmente somos.

Cuando el PRI tuvo mayoría en el Congreso General las leyes se votaban obedeciendo consignas dictadas desde el Poder Ejecutivo Federal; documentalmente está comprobada su intensa actividad legislativa durante la presidencia imperial, pues un gran número de iniciativas de ley provenían de ese Poder, y nada se procesaba legislativamente sin su visto bueno. Quizás por ese antecedente histórico no debería resultar sorprendente la vorágine legislativa de los últimos días mediante la cual se aprobó un abultado paquete de reformas al marco normativo, justamente ahora que MoReNa domina el escenario político nacional y replica el modelo de partido hegemónico implantado por el PRI. Pero, además, “para que la cuña apriete tiene que ser del mismo palo”, porque el coordinador de la bancada de Morena en la Cámara de diputados, Ignacio Mier, inició su trayectoria política en el PRI, partido que lo hizo diputado local hasta que en 2006 se afilió al PRD. Y, por su parte, Alejandro Armenta, el presidente de la Cámara de Senadores, también nació a la política como Priista, pues de sus filas emergió hacia la alcaldía de Acatzingo, Pue., diputado local y diputado federal por el tricolor, hasta 2017 cuando emigró a Morena. Ambos personajes aspiran a la candidatura de Morena al gobierno de Puebla, luego entonces se afanan en la medida de sus circunstancias por quedar bien con el presidente, quien sin duda ahora tiene la difícil tarea de decidirse por uno u otro, y estos hacer los méritos suficientes en el juego de ¿quién da más? Tal vez esta narrativa encierre un encendido tufo prosaico y no parezca guardar ninguna proporción con el relevante significado del paquete legislativo recién aprobado, pero en esto sucede igual a cuando intentamos ver la profundidad de un charco y no la encontramos, pues lo que vemos en la superficie es lo que hay. Porque finalmente, la razón de todo esto no radica ni en el PRI ni en Morena o algún otro partido, sino es debido al muy bajo nivel de madurez alcanzado por una ciudadanía a cuyo encargo está la decisión de elegir y, como escribió Sergio Pitol, “una sociedad que no lee, es una sociedad sorda, ciega y muda”.

Para cambiar a México se eligió en 2018 a López Obrador, pero excepto la oposición política desde el seno de la sociedad no se oyen voces para discutir cómo deben ser esos cambios y, claro, el gobierno se despacha con la cuchara grande. Con este antecedente, podemos explicarnos la narrativa de nuestros tiempos, que no es otra sino la referente a los cambios introducidos por el actual gobierno desapareciendo instituciones, engrosando las funciones de las fuerzas armadas, eliminando órganos de contrapeso, de control y de transparencia que a muchos no les parece. ¿Será para bien de México? Al menos al gobierno así debe parecerle, si realmente acarrearán beneficios al país aún no lo sabemos, aunque no pocas de esas instituciones y mecanismos de control ya desaparecidos fueron introducidos en su tiempo para mejorar la transparencia en el ejercicio de la gestión pública y el proceso de rendición de cuentas fue para evitar la simulación y la corrupción. ¿Será cierto eso de sordos, ciegos y mudos?

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