sábado, noviembre 23, 2024

El desastre en Conagua: incendios, hackeos y corrupción

Serpientes y Escaleras

Salvador García Soto

El actual ha sido un sexenio desastroso para la Comisión Nacional del Agua. El organismo público rector del uso del agua en el país, el que otorga, regula y vigila las concesiones para el uso de los recursos hídricos de toda la República, lo mismo para uso doméstico, industrial, agrícola o para el abasto de las grandes ciudades, hoy está hecho un caos. Desde el pasado 13 de abril sus sistemas informáticos fueron hackeados sin que hasta la fecha se haya informado el nivel de robo que sufrieron en información estratégica, pero desde esa fecha ninguna terminal o equipo de cómputo de la dependencia, a nivel nacional puede ser utilizada por el personal.

El hackeo afectó no sólo a las oficinas centrales de la Conagua, ubicadas en el sur de la Ciudad de México, sino en todos sus organismos-cuenca que administran las distintas regiones hídricas en que se divide el país. Es decir, que desde hace casi un mes los cerca de 13 mil trabajadores que laboran en esa instancia federal no pueden tener acceso a los sistemas de cómputo en los que realizan la mayor parte de sus labores y, según testimonios de trabajadores de la misma instancia en la CDMX, la mayor parte de los empleados «están prácticamente sin hacer nada y sólo llegan a las oficinas a checar tarjeta, a cumplir sus ocho horas sentados en las oficinas ante la falta de acceso a los sistemas informáticos».

La mayoría de los trámites, revisiones o aclaraciones en el sistema de concesiones y permisos de explotación de agua se encuentran suspendidos o fueron prorrogados por la misma dependencia, ante el descontrol que generó el ataque a sus sistemas. Lo más grave de todo, y de lo que las autoridades federales no han dado un reporte claro, es que el hackeo puede afectar el control y el seguimiento puntual que debe realizar de manera permanente la Conagua sobre el uso de las concesiones hídricas contenidas en su base de datos, lo cual en términos simples, significa que en este momento cualquier usuario que tenga una concesión de agua puede hacer lo que quiera, abusar del vital líquido incluso por encima de los volúmenes autorizados y la autoridad federal no puede hacer nada para evitarlo.

A estas alturas, casi un mes después del ataque cibernético que sufrieron, todavía no se recuperan totalmente los sistemas y bases de datos para que la dependencia reanude su operación normal. Y entre más transcurre el tiempo, más grave podría ser el daño al orden y la operación verificada con la que deben de funcionar las concesiones de agua en el país. Un ingeniero que labora desde hace más de 30 años en la Comisión Nacional del Agua y que pidió el anonimato, nos comentó: «Nunca en la historia reciente había habido tal nivel de caos en los registros hídricos del país y en el funcionamiento de la Comisión; el descontrol es total, nadie puede trabajar en estos momentos sin computadoras y lo peor puede ser lo que nos encontremos cuando se restablezcan los sistemas, ver si no se alteraron o modificaron concesiones».

Aunque internamente se informó en un oficio, del que esta columna tiene copia, que «a partir el 17 de abril la GTIC emitirá el procedimiento para que se lleve a cabo el encendido de los equipos de cómputo y el uso de los sistemas», a la fecha, según los testimonios recabados entre personal de la Conagua, la mayoría de las áreas en oficinas centrales y en los organismos-cuenca, siguen sin poder operar plenamente. En el oficio mencionado, fechado a principios de abril, se informa al personal de la dependencia que «los equipos deberán permanecer apagados. Se continúa trabajando en la solución al problema que afectó la red informática de Conagua por lo que los expertos indican que NO SE UTILICEN (sic) los equipos de cómputo y mucho menos que se intenten encender».

Y es que el actual sexenio empezó mal para la Conagua. En marzo de 2019 apenas iniciando este gobierno, su edificio central, ubicado en Insurgentes Sur, sufrió un terrible incendio que consumió hasta seis pisos del edificio. Y aunque no hubo pérdidas humanas, en buena parte porque ocurrió un sábado donde solo había personal de guardia, el incendio sí afectó áreas neurálgicas y las llamas consumieron «información vital» para el organismo federal al incendiarse archivos físicos y documentos de la Coordinación de Recaudación y Fiscalización, que justo estaba a cargo del proyecto Conagua Digital, concesionado a la empresa trasnacional Indra para agilizar el acceso a las concesiones, además de afectar también el Registro Público de Derechos del agua, donde había miles de solicitudes de permisos de agua para ejidatarios y pequeños productores agrícolas.

Pero además del caos y el descontrol en el manejo de las concesiones de agua, el organismo ha enfrentado en este gobierno una gran inestabilidad por renuncias y cambios en sus altos mandos directivos. Primero fue la renuncia de 6 subdirectores, varios de ellos con larga experiencia y trayectoria, que abandonaron su cargo de manera simultánea el 20 de noviembre, luego de que el presidente López Obrador anunciara en su mañanera que ordenaría «una limpia» en Conagua, tras afirmar que la dependencia «está tomada por el PAN», todo en medio del conflicto que en ese momento tenían el gobierno federal y el estado de Chihuahua por el manejo del Tratado de Aguas con Estados Unidos.

Apenas habían pasado 7 meses de esa sacudida en la que salieron de la Comisión varios de sus técnicos más experimentados, cuando la directora general del organismo, Blanca Lilia Cisneros, presentó su renuncia en abril de 2021 porque fue propuesta por el presidente como embajadora de México en Francia. En sustitución de la nueva diplomática, llegó Germán Martínez Santoyo, un funcionario que ya había acompañado a López Obrador como titular del organismo de agua cuando fue jefe de Gobierno de la CDMX.

Pero a pesar de la cercanía, Martínez Santoyo no sólo recibió un organismo ya en caos, sino que además las cosas se le complicaron cuando el presidente lo mandó llamar para pedirle un informe del avance de varias obras hidráulicas que él personalmente le había encargado a la Conagua. El reporte del funcionario fue que esas obras llevaban apenas un 10% de avance, lo que enfureció a López Obrador que pedía una explicación de las causas del retraso. Ante el enojo presidencial Germán Martínez puso su renuncia sobre la mesa, pero el presidente se la rechazó y le dijo: «Tú te quedas ahí hasta que se terminen esas obras, a ti te hago responsable».

Y para asegurarse de que Martínez Santoyo cumpliera, el presidente le metió una cuña, al nombrar a Alejandra Icela Martínez Rodríguez como la subdirectora de Administración de la Conagua, quien ya laboraba en el organismo como gerente de Recursos Materiales. El nombramiento de la hija de la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, llamó la atención de los medios por el parentesco, pero pocos registraron que, en su formación de socióloga, con estudios en la Universidad de París, la nueva subdirectora no tenía mayor experiencia ni conocimientos del tema del agua, aunque en su CV se consigna que «actualmente estudia una maestría en Gestión Integrada de los Recursos Hídricos en el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua».

En fin, que entre incendios, hackeos, acusaciones de corrupción y pérdida de registros estratégicos de las concesiones de agua, la Comisión Nacional que administra un recurso vital para los mexicanos hoy está semiparalizada, hecha un caos en su operación, trámites y procedimientos internos y sin poder vigilar adecuadamente el uso eficiente y racional del agua por parte de los sectores que hacen uso del vital recurso. Si un país sin agua es inviable, un país que no cuida y controla eficientemente su administración y uso del agua está condenado a padecer sed.

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