jueves, mayo 2, 2024

Esto va a acabar como el Rosario de Amozoc

Todavía no arranca formalmente la contienda por la candidatura presidencial de Morena, a la que eufemísticamente le llaman «elección de Coordinador para la Defensa de la 4T”, y las tensiones entre las “corcholatas” ya empiezan a sacar chispas. El video que circuló ayer profusamente, en el que Claudia Sheinbaum regaña al gobernador Alfonso Durazo y le exige, hasta con palabras altisonantes que controle a los seguidores de Marcelo Ebrard, refleja claramente el ambiente interno que prevalece en estos momentos en el partido gobernante, más allá de los discursos y los mensajes de unidad del presidente López Obrador.

La forma en que Sheinbaum se dirige al presidente del Consejo Nacional de Morena en la imagen que fue grabada el pasado domingo, confirma que las reglas ordenadas por López Obrador y en las que se incluyeron la mayoría de las propuestas de Marcelo Ebrard, no le gustaron para nada a la Jefa de Gobierno, que no quería renunciar a su cargo porque su plan era permanecer bajo la plataforma del gobierno hasta que inaugurara obras y concluyera programas hacia el último trimestre de este año. Pero como la instrucción del Presidente aquel lunes 5 de junio en el restaurante «El Mayor» fue terminante y buscaba evitar un rompimiento de Ebrard si no se tomaban en cuenta sus propuestas, a la doctora no le quedó más remedio que acatarlas.

«Ya me cansé, ya me cansé. Cuando yo llego, se me respeta. Pónle huevos», le dijo Claudia a Durazo de acuerdo con testigos de la escena. Y es que la Jefa le exigía al presidente del órgano partidista, apuntándole con el dedo índice, que calmara a Marcelo y a sus huestes que la habían recibido al llegar al Hotel Marriot de Avenida Revolución aquel domingo, con gritos de rechazo y consignas de «Piso Parejo». El gobernador sonorense trataba de calmar a la doctora recordándole que «hay cámaras, Claudia, aquí no», porque sabía que la escena estaba siendo grabada y que varios testigos los veían y oían de cerca en ese momento.

Y es que a diferencia de Ebrard, que arrancó su campaña desde el lunes pasado, luego de salir de Palacio Nacional con una camiseta que decía: «Sonríe, que todo va a estar bien», Sheinbaum está enojada y ha tenido una semana difícil porque le alteraron toda su ruta y su estrategia para los meses que venían, donde ella ya tenía planeada su salida a partir de octubre o noviembre de este año. Tuvo que apurar algunos eventos e informes, como el que ayer dio sobre sus logros en la seguridad pública de la CDMX, y muchas otros eventos, inauguraciones e informes, de plano tuvo que cancelarlos. Para colmo, a la doctora se le complicó su propia sucesión para dejar un Jefe de Gobierno sustituto.

Aunque por ley el mecanismo constitucional favorecía al secretario de Gobierno, Martí Batres, la doctora no quería que su colega exceuísta, que siempre mantuvo a distancia y que en realidad le fue impuesto por el presidente López Obrador, se quedara al frente del gobierno e intentó operar con una terna que entregó ayer mismo al Congreso de la Ciudad de México, a los que les pedía elegir a su sustituto de entre Martí, y dos de sus más cercanos en el gabinete, Luz Elena González, de Administración y Finanzas y el secretario de Seguridad Ciudadana, Omar García Harfuch.

Pero en medio del fuerte jaloneo que se desató en el gobierno capitalino, ayer al mediodía Sheinbaum fue llamada a Palacio por el Presidente. ¿A qué viene?, le preguntaron los reporteros de la fuente presidencial. «A una reunión de trenes», dijo entre en broma y en serio la Jefa, que aseguró aludía a la metáfora del «choque de trenes» que parecía estar ocurriendo por la decisión del sustituto para la Jefatura de Gobierno.

Luego, al salir de Palacio Nacional y dar una conferencia de prensa ya en el Ayuntamiento, no quedó duda de lo que ocurrió en el despacho presidencial cuando la propia Claudia, con gesto adusto, informó a los medios: «Quiero anunciar que el secretario de Gobierno, Martí Batres Guadarrama, se queda al frente del Gobierno de la Ciudad de México, lo cual tendrá que ser aprobado por el Congreso de la Ciudad de México. Luego mencionaría a Luz Elena González y a García Harfuch (sus dos propuestas fallidas) para decir que todos los secretarios de su gabinete permanecerán en sus cargos, no podrán ser removidos por Martí, y que ninguno de ellos la acompañará en su campaña interna.

El gesto serio de la Jefa de Gobierno, a la que le ordenaron acatar el mecanismo constitucional de sucesión en la Ciudad de México, coincide con una versión que nos dan desde las cúpulas morenistas y que dice que al presidente López Obrador, cuando ella llegó a verlo, ya le habían mostrado el comentado video donde se le ve regañando y reclamando a Alfonso Durazo de manera prepotente, y eso no le habría gustado al señor del Palacio.

En todo caso no se ve que el proceso interno de Morena, ese que ya impugnaron ante el Tribunal Electoral federal partidos como MC por violar las leyes electorales y la Constitución, aunque en el nuevo INE domesticado no han dicho «esta boca es mía», no va a ser ni tan terso como quisiera el Presidente ni tan unido como ofrecieron el domingo los dirigentes y las corcholatas morenistas. Ayer nos decía un buen amigo que «esto va a acabar como el Rosario de Amozoc», y nos hizo recordar la popular leyenda que se cuenta sobre una procesión en este municipio poblano, ubicado en la zona Metropolitana de la ciudad de Puebla.

Cuentan los pobladores que, en la época de la Colonia, cuando aún las misas y los rituales católicos se decían en latín, hubo una procesión hacia la iglesia de la patrona del lugar, Nuestra Señora de la Asunción. Los habitantes y feligreses de Amozoc iban rezando y coreando las letanías del rosario en el idioma de los antiguos romanos. Dentro de la procesión iban distintos grupos, los que vivían en la cabecera municipal, que eran de mayores recursos económicos, y los grupos de habitantes indígenas de las rancherías que no hablaban bien el español y mucho menos entendían de latín. El sacerdote ordenaba que los primeros en entrar a la iglesia fueran los españoles, criollos y personas del municipio y hasta el final los indígenas, que estaban encabezados por una lideresa a la que apodaban «La Mulata».

Los roces entre las distintas castas y el cobro excesivo de impuestos a los indios habían generado un ambiente de tensión y molestia entre la población más pobre y cuando todos estaban adentro de la iglesia y en una parte de la letanía comenzaron a corear «Matter Inmaculata», dice la leyenda que los indígenas y su líder entendieron «Maten a la Mulata» y eso bastó para que comenzaran los golpes y el Rosario, la iglesia y todo aquel ritual del rosario terminara en una gresca campal dentro del recinto religioso, que terminó con muertos y heridos.

Así que más vale que las corcholatas, todas, vayan serenando los ánimos, no vaya a ser que surja algún malentendido o a alguna o alguno de ellos se le pase el tono y el tan cacareado «proceso de unidad» acabe, efectivamente, como el Rosario de Amozoc.

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