sábado, mayo 18, 2024

A Hipólito lo mataron


AHipólito lo mataron 25 sicarios que lo atacaron como hienas cobardes y carroñeras para poder matarlo. A Hipólito lo mataron también los más de mil disparos de armas de alto poder que lanzaron durante más de media hora al luchador social en su indefensa camioneta y con sus leales protectores. Pero a Hipólito Mora también lo asesinó la indiferencia, incapacidad e insensibilidad de gobiernos, del estado y de la Federación, que no pudieron protegerlo y salvarlo del zarpazo mortal del narcotráfico michoacano que lo tenía sentenciado por haber sido un valiente líder de los limoneros de su tierra, que se atrevió a desafiarlos y a encabezar una autodefensa de amigos, vecinos y trabajadores que tomaron las armas para defender sus tierras, su dignidad y a sus familias de las garras del crimen organizado.

A Hipólito lo mató también la apatía, la frialdad y lejanía de una sociedad que, a fuerza de normalizar la violencia, se ha vuelto también insensible e indiferente a la lucha desesperada y en total desventaja que libran muchos mexicanos para sobrevivir en el imperio del narco. Y lo terminó de rematar el discurso del presidente López Obrador que lamentó su artera muerte, pero no se resistió a decir que la responsabilidad de que asesinaran tan cobarde y cruelmente al líder de la Ruana y de Buenavista Tomatlán, no era de su gobierno, sino del culpable de todos los males, corrupción, ineficacia de la 4T, el expresidente Felipe Calderón Hinojosa.

Porque solo en este país se abandona, se castiga y se deja indefensos a los mexicanos que no se conforman, ni se quedan callados, a los que no tienen miedo de disentir y critican al poder; pero también a aquellos que alzan la voz contra el crimen organizado, contra la injusticia, la desigualdad y la discriminación; que defienden a sus bosques, sus tierras o a veces hasta sus ranchos, sus casas, sus negocios y sus familias. Se les deja a ellos a merced de las garras del crimen que termina cazándolos, secuestrándolos y desapareciéndolos, mientras a la mayoría que sí se quedan callados y toleran la impunidad de los violentos y abusivos narcotraficantes, se voltea para otro lado.

Solo aquí, a quien defiende la ley, la propiedad privada y el respeto a las familias, a sus derechos y posesiones, se le convierte desde que se rebelan en blancos vivientes de los cárteles del Narcotráfico, del poder político o de los cacicazgos y corrupción pública y privada, que buscarán acallar a como dé lugar a esas voces incómodas y desafiantes en contra del poder territorial, social, económico y político que ejercen los delincuentes en el México actual.

Porque los mismos que asesinaron a Hipólito, son los que asesinan también todos los días en este país a defensores ambientales y de la tierra (más de 100 asesinados en México en los últimos años), a madres de desaparecidos (al menos 7 entre 2021 y 2023), a periodistas y comunicadores (60 en lo que va de este gobierno) y a defensores de derechos humanos (más de 100 en los casi cinco años de gobierno de AMLO). Y muy difícil y extraordinariamente se investiga, acusa y sentencia a todos esos asesinos, sicarios la mayoría de las veces jóvenes de entre 16 y 30 años, que logran salir impunes del peor de los crímenes: matar a lo mejor y más valioso, a los mexicanos más valientes, más íntegros y más productivos que se atrevieron a desafiarlos.

Y mientras tanto las autoridades omisas, negligentes y cobardes para enfrentar al narcotráfico y a su poder corruptor, no se preocupan ni se ocupan de la tragedia de violencia, extorsión y opresión que viven millones de mexicanos en más de la mitad de los estados de la República, que hoy domina, controla y hasta gobierna, en algunos casos, el crimen organizado. Más bien los gobernantes celebran sus triunfos, hacen campañas por su propia sucesión y predican el odio y división entre los mexicanos. Y en medio de todo eso un amplio sector de los ciudadanos que no se identifican como parte de ese «pueblo» -bueno, fanatizado, condicionado por recibir dinero en efectivo y dispuesto a creer la demagogia sectaria y excluyente de un líder supremo- se encuentran perdidos e indefensos al no sentirse representados por los partidos políticos de oposición, pero tampoco gobernados y valorados por su presidente.

¿Hasta cuándo seremos ese México que castiga, abandona y mata a sus mexicanos más valientes y dignos? Ese país en el que al que obra bien le va mal y al que actúa contra las leyes y contra otros mexicanos, se le endiosa y se le glorifica, lo mismo a través de narcocorridos violentos que con discursos políticos sectarios e ideologizados que adoran ese hecho abstracto y no comprobado de la “cuarta transformación del país”. Mientras tanto a Hipólito lo mataron los que asesinan a lo mejor de México.

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