jueves, mayo 2, 2024

Amiguismo, compadrazgos, influyentismo, simulación.

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El sábado pasado en alguna localidad veracruzana fue detenido un individuo por haber disparado un arma de fuego, y cuando la policía lo intervino exhibió una credencial que lo acredita como “asistente legislativo” (¿?) en el Congreso estatal. Ahora se encuentra detenido por portar un arma de uso exclusivo de las fuerzas armadas, hecho tipificado como delito federal por lo cual queda fuera del alcance de la influencia de las autoridades locales. Menudo problema porque el chistecito le costará bastante caro y algunos días o meses tras las rejas. Cosas del alcohol, pero también producto de una malformación cultural en nuestro medio político de extender credenciales para el cultivo del influyentismo y la presunción. Costumbrismo político o tradición “política”, este evento nos traslada a la interrogante ¿qué función desempeña en el Poder Legislativo local un “asistente legislativo”? La respuesta no llega fácil porque de entrada el susodicho individuo carece de prendas académicas y empíricas que lo habiliten para “asistir” legislativamente a algún diputado, o al oficial mayor, por ejemplo. Obviamente, credenciales de ese cariz menudean como confeti porque lo permite nuestro subdesarrollo político, aunque en no pocas ocasiones ya ni un agente de tránsito xalapeño les otorga crédito. No es por supuesto un caso aislado, recuérdese que entre los antecedentes curriculares presentados por Duarte de Ochoa (cuando recién llegado a Xalapa era reconocido como el gordito que llevaba el  maletín de su jefe de la camioneta a la oficina), figura el de haber sido “asesor” del senador Fidel Herrera Beltrán, aunque pocos en Veracruz le concedían veracidad porque ¿en qué pudo haber “asesorado” Javier Duarte, quien entonces nunca imaginó le que el destino le deparaba, a un senador de la experiencia legislativa del cuenqueño que más tarde sería gobernador de la entidad? Quienes conocen de trámites legislativos en el senado de la república saben muy bien distinguir entre un genuino asesor legislativo de un auxiliar o como lúdicamente se les conoce, “traedor”, porque se ocupa de cargar el maletín y el celular, o de abastecer de chicles, coca colas y sabritas a sus jefes. Y sin embargo, aunque usted no lo crea esas credenciales a veces “traen cola y pegan”. Pero, al margen de ese teatro de lo absurdo, ya que hablamos de “asesor legislativo” debemos aludir a las características propias de quienes auténticamente desempeñan ese encargo: generalmente son profesionales o profundos conocedores del Derecho Constitucional y Administrativo, peritos en proceso legislativo, expertos conocedores de Cuenta Pública Municipal y de los Convenios Fiscales de Colaboración entre la Federación, las entidades federativas y los Municipios, etc. Por esta reflexión, si buceamos entre la empleomanía con credencial de “asesor legislativo” en el Congreso local, y atenidos al número de resoluciones de la H. Suprema Corte de Justicia de la Nación deshaciendo los entuertos de leyes localmente aprobadas, sobrarían los dedos de una mano para contarlos. Aunque usted no lo crea.

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