Este gobierno y su partido, Morena, han cometido muchos errores que, cuando se analizan sus posibles consecuencias, a menudo aparece el argumento de que no pasará nada por la falta de una oposición sólida en el país.
Es como si López Obrador y compañía tuvieran una patente de corso: el derecho para hacer o decir lo que les viene en gana sin ningún efecto negativo para ellos.
En una democracia, las elecciones sirven para castigar a los gobernantes malos. Esto supone la presencia de una oposición con credibilidad y capacidad de tomar las riendas del gobierno. Sin opositores, el partido en el poder se convierte en monopólico y, como todo monopolio que carece de competencia, no recibe las señales de un mercado competitivo para darse cuenta de sus errores y corregirlos.
He escuchado muchísimas veces en este sexenio la crítica de las equivocaciones del lopezobradorismo seguido del argumento de que igual no va a pasar nada porque la oposición está en la lona.
Doy un ejemplo reciente. Para muchos, ha sido un error que Morena haya dejado ir a Omar García Harfuch como su candidato a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. Era, sin duda, el mejor posicionado. Así lo demostraban nada menos que las propias encuestas del partido. Le sacaba catorce puntos de ventaja a Clara Brugada, que acabó siendo la nominada. Sin embargo, se aduce que Morena igual retendrá el gobierno capitalino porque “Santiago Taboada —virtual candidato de la oposición— es un político impresentable que no tiene posibilidad alguna de ganarle a la poderosa maquinaria morenista en la CDMX”.
Y lo mismo piensan de Xóchitl Gálvez, a quien minimizan porque no le ven probabilidades de triunfar en la elección presidencial. Eso, por tanto, le otorga a AMLO y a Morena una gran latitud para equivocarse sin mayores consecuencias en las urnas.
Yo tengo mis dudas. Es cierto, Morena lleva todas las de ganar en 2024. Pero todavía hay oposición en México. Frágil, decaída, llena de contradicciones y con cuadros, efectivamente, impresentables. Sin embargo, me parece un error menospreciarlos.
Así le pasó al PRI en el siglo pasado. Se reían de sus opositores. Ni cosquillas les hacían. Podían darse el lujo de equivocarse y nada les sucedía en las urnas. Claro, a diferencia de hoy, el gobierno controlaba el aparato electoral, así que siempre podían cambiar los resultados.
Pero, con todo y eso, a los priistas les llegó el día de pagar por sus errores. No se puede explicar la democratización del país sin las tremendas crisis económicas de los años ochenta y noventa del siglo pasado. La ciudadanía se hartó de la ineficacia gubernamental y los escandalosos casos de corrupción.
La ciudadanía comenzó a votar a favor de la oposición. Una oposición, por cierto, bastante débil en sus estructuras. Primero, fue en lo local. Luego, en 1997, el PRI perdió la mayoría absoluta en el Congreso. Finalmente, en 2000, los priistas se quedaron sin la Presidencia.
Es un hecho que Morena quiere implantar un nuevo modelo de partido hegemónico en México. El famoso “Plan C” del Presidente se trata de un proyecto de concentración de poder. Controlar el Ejecutivo, Legislativo, Judicial, los gobiernos locales y los órganos autónomos del Estado. Y, desde luego, debilitar aún más a los partidos opositores.
Esto les permitiría equivocarse más sin mayores consecuencias.
¿De verdad queremos eso?
¿No le conviene más al país un sistema donde los errores cuesten?
Hoy, el lopezobradorismo está en el poder porque se aprovecharon políticamente de las equivocaciones de los gobiernos priistas y panistas. AMLO siempre fue un gran opositor que no dejaba pasar ni un error a sus adversarios.
Ya quisiera la oposición de hoy tener un personaje como él que le sacara raja a las múltiples deficiencias de la actual administración.
Pero no lo tienen. Hay los que hay, no otros.
¿Podrá Xóchitl Gálvez lucrar electoralmente de los abusos y yerros del gobierno morenista?
¿Conseguirá Santiago Taboada captar el voto de las clases medias en la Ciudad de México que dejó ir Morena al nominar a Clara Brugada en lugar de Omar García Harfuch?
No lo sé. Lo que sí sé es que la oposición debe hacer todo lo posible para meter la mayor cantidad de senadores y diputados federales con el fin de evitar que se haga realidad el “Plan C” de concentración de poder. Y, en eso, pueden y deben aprovechar los múltiples errores de los morenistas.
X: @leozuckermann