La perspectiva de futuro para los jóvenes en México se presenta incierta. Según el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), en 2022, el país contaba con una población de 21.9 millones de jóvenes entre los 15 y 24 años, equivalente al 17% de la población total. Sin embargo, solo el 18% de los jóvenes en México que inician una licenciatura logran concluirla, lo que representa unos 4.1 millones de jóvenes con educación superior. En cuanto a la situación laboral, el panorama tampoco es alentador. El 33.4% de los egresados universitarios en México se encuentran desempleados, mientras que el 24% labora en empleos precarios o bajo condiciones laborales poco favorables. Apenas un 10% tiene un negocio o empresa propia.
Desafortunadamente, los jóvenes conforman el grupo poblacional con la tasa de desocupación más alta, alcanzando un 6.4%, casi el doble que la tasa de desempleo nacional, que se sitúa en un 3.5%. Asimismo, un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), revela que la tasa de desempleo juvenil global es del orden del 13.2%.
Ante este contexto, que se caracteriza por el veloz avance tecnológico, los desafíos y cambios globales, la educación se encuentra en un punto de inflexión crucial. Según un informe del Foro Económico Mundial, se estima que para el año 2025 casi la mitad de los empleos estarán automatizados. Esta automatización tiene el potencial de disminuir considerablemente la demanda de trabajos convencionales. Por ello, quizá uno de los desafíos más significativos y apremiantes radica en encontrar la fórmula adecuada para proporcionar a los estudiantes las herramientas y habilidades necesarias para afrontar un futuro caracterizado por su constante cambio y velocidad, así como por la necesidad de simplificar y adaptarse. Hoy, la educación debe trascender a la mera obtención de títulos y ser la plataforma que construya un camino de crecimiento personal y profesional continuo para enfrentar los nuevos entornos BANI.
Para hacer frente a estos contextos de manera efectiva, es necesario cultivar una serie de habilidades y capacidades. Es fundamental desarrollar la resiliencia para adaptarse rápidamente a los cambios, anticipar riesgos y recuperarse de posibles fracasos. Asimismo, fortalecer la capacidad de colaboración es crucial para generar inteligencia colectiva y aprovechar el trabajo colaborativo. Además, es imprescindible estar en constante innovación, explorando nuevos enfoques y formular soluciones creativas para resolver los desafíos emergentes. La capacidad de adaptarse y reinventarse es esencial en un entorno BANI. Por último, el aprendizaje continuo desempeña un papel fundamental. Es necesario mejorar constantemente las habilidades y conocimientos, así como impulsar el desarrollo profesional y mantenerse actualizado en las últimas tendencias.
De la misma manera, se deben crear políticas y programas que fomentan el acceso a la educación, la formación y el empleo para los jóvenes, que tengan impacto profundo y abarquen múltiples dimensiones para forjar un camino hacia la sostenibilidad, la innovación y la mejora colectiva, que se traduzca en la construcción de jóvenes empoderados y capacitados.
Es indispensable reflexionar sobre cómo podemos preparar a los estudiantes con los conocimientos y habilidades necesarios para enfrentar los desafíos futuros. La educación debe evolucionar y adaptarse a las demandas de un mundo en constante transformación. Es esencial proporcionar a los estudiantes una base sólida de conocimientos, pero también cultivar habilidades vitales como el pensamiento crítico, la resolución de problemas, la creatividad y la colaboración. Estas habilidades no solo les ayudarán a navegar en sus futuros roles profesionales, sino que también les permitirán contribuir de manera efectiva a la sociedad.
Además, la educación debe estar en sintonía con los avances tecnológicos y aprovechar las oportunidades y posibilidades que ofrecen las herramientas digitales para mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje. Es fundamental fomentar la alfabetización digital, enseñar a los estudiantes a utilizar las tecnologías de manera responsable y ética, y prepararlos para los trabajos del futuro, muchos de los cuales aún no existen.
Un papel vital en este contexto reside en la educación emocional. Implica enseñar a los estudiantes a entender, expresar y gestionar sus emociones de manera efectiva. El desarrollo de la inteligencia emocional permite mejorar el bienestar de los estudiantes, incrementar su participación en el aprendizaje y les ayudas a formar relaciones saludables y productivas.
En conclusión, es preciso preparar a los estudiantes para un futuro incierto y en constante cambio. Las instituciones educativas deben brindar una educación integral que no solo se centre en los conocimientos académicos sino también en las habilidades esenciales para la vida y la inteligencia emocional. Asimismo, los gobiernos deben generar políticas que faciliten este propósito, apoyadas con recursos y presupuestos adecuados y suficientes.
Ideario en Perspectiva
El dicho popular «No hay plazo que no se cumpla y ni deudas que no se paguen» resume la idea de que, al final, todas las cosas resuelven y uno debe afrontar las consecuencias de sus acciones. Hoy, el contexto político en nuestro país, determinado por los resultados de encuestas y procesos internos de los partidos y alianzas, ha dado pie a protestas y renuncias debido a las designaciones de precandidatos, lo que revela la fragilidad de la democracia en el país.
La realidad demuestra que los principios y valores de aquellos que supuestamente desean «servir» a los demás parecen estar subordinados a intereses personales y oportunidades de lucro. En nuestro sistema político las lealtades tienen precio y la congruencia un monto.
Es importante recordar que las acciones de las personas hablan más fuerte que las palabras. Los resultados y las consecuencias de sus acciones traslucirán la verdadera naturaleza de aquellos que buscan el poder.