Dice el viejo refrán que «mal empieza la semana para el que ahorcan en lunes»; pero al presidente López Obrador la semana pasada le comenzó fatal desde el domingo 18 de febrero. Cientos de miles de mexicanos salieron a las principales plazas públicas del país y abarrotaron el Zócalo capitalino —que ha sido para él la plaza emblemática en su ascenso político— y desde ahí le gritaron a coro más de cien mil ciudadanos hacia las ventanas del Palacio Nacional que había sido tapiado con vallas metálicas: «¡Narcopresidente, narcopresidente, narcopresidente!».
Pero luego la que fue una «semana negra» para el mandatario nacional, que se acerca ya al ocaso del sexenio, continuó el lunes 19, cuando en plena celebración del Día del Ejército, tuvo que reconocer que su gobierno había cancelado el Programa Nacional de Mantenimiento Carretero porque Hacienda había «reservado» los 11 mil millones de pesos aprobados en el Presupuesto 2024 para tal fin y, sin aclarar a dónde fue a parar ese dinero autorizado por el Congreso, le sumó otra tarea civil más a las Fuerzas Armadas, al anunciar que ya no será la Secretaría de Comunicaciones y Transportes la encargada de dar mantenimiento y conservación de los 42 mil kilómetros de carreteras federales y que ahora el Ejército se hará cargo también de esas labores.
Y antes de que llegara el fin de semana, desde The New York Times, considerado el diario más influyente no sólo de la prensa estadounidense sino del mundo, le mandaron al presidente López Obrador otro «mensaje» con información proveniente de la DEA, la agencia antidrogas del país vecino a la que maltrató y corrió literalmente de México, en la que, por segunda ocasión en dos semanas, se vuelve a señalar, con base en «informantes» y «testimonios» que no pudieron ser corroborados, el presidente López Obrador habría recibido, ahora también a través «sus hijos» aportaciones económicas provenientes de cárteles de la droga mexicanos como el Jalisco Nueva Generación y el de Sinaloa.
Este nuevo reportaje del NYT —sumado al que publicó Tim Golden el pasado 2 de febrero sugiriendo, también con base en investigaciones truncas de la DEA que los narcotraficantes de Sinaloa le entregaron 2 millones de dólares a la primera campaña presidencial de López Obrador en 2006 a través de colaboradores cercanos como su antiguo chofer, Nicolás Mollinedo— hizo que el presidente se enojara tanto que apareció molesto y totalmente descolocado en la mañanera del pasado jueves para adelantar que venía esa nueva investigación periodística y publicar el cuestionario que le mandó la jefa de corresponsales del diario neoyorquino, Natalie Kitroeff, para pedirle su posición sobre el reportaje que lo aludía, antes de su publicación.
Tan descompuesto estaba el presidente por la investigación del NYT que mantendría vivo el hashtag #Narcopresidente, que tanto le ha molestado y que lleva varias semanas como tendencia nacional, que en venganza contra el diario neyorquino publicó en la pantalla de su mañanera para que lo vieran todo México y el mundo, el número telefónico privado de la periodista, violando su derecho a la privacidad y a la protección de sus datos personales, que en México están protegidos y garantizados por el artículo 6to. Constitucional y por la Ley de Protección de Datos Personales en posesión de sujetos Obligados.
El desplante del presidente se empeoró al día siguiente, cuando en la mañanera del viernes la corresponsal de Univisión, Jessica Zermeño, lo cuestionó sobre las violaciones que cometió en contra de las leyes de transparencia en el país y el riesgo en el que puso a la periodista Kitroeff al publicar su número telefónico privado. «Que cambie su número», respondió el presidente luego de pedirle a la reportera que lo interrogaba que le «bajara dos rayitas a su prepotencia» y de decir una frase que lo marcará en el fin de su sexenio: «Mi dignidad y mi autoridad moral como presidente están por encima de esa ley».
Y cuando ya la «semana negra» no podía ir peor para López Obrador, que fue tachado en las redes, los medios y hasta por el gobierno de Estados Unidos de «autoritario» y de no respetar la libertad de expresión y el trabajo de los periodistas, llegó el fin de semana y en un intento de fuga del enorme desgaste que tuvo en los últimos ocho días, el mandatario se fue de gira a Sinaloa. Ahí, el controvertido gobernador morenista, Rubén Rocha Moya, trató de levantarle el ánimo sugiriendo que debía reelegirse y hacerle «una curvita» a la Constitución, pero al final terminó por enojarlo más al ser recibido por sinaloenses inconformes con gritos de «Narcopresidente», mientras trabajadores de la Universidad Autónoma de Sinaloa, a la que ha golpeado e intervenido Rocha Moya, lo persiguieron por todo Mazatlán y terminaron tirándole las vallas de contención para tratar de llegar hasta donde estaba el presidente.
Al final todo lo ocurrido en la última semana, que resultó negra y adversa al presidente, se puede leer como el comienzo del fin para el enorme poder que llegó a acumular Andrés Manuel López Obrador. Con todo y que las encuestas digan que su popularidad sigue alta, es ya inocultable que el sexenio ha comenzado a eclipsar y con él también la imagen presidencial que, si bien mantiene a sus bases de fanáticos y clientelas políticas a base de entregarles ayudas con dinero de los contribuyentes, enfrenta cada vez más un rechazo mayor de otros sectores no menos numerosos de la sociedad mexicana. Y eso ocurre justo en la víspera de que arranquen las campañas electorales, anticipando lo que podría ser un fuerte y sorpresivo voto de castigo para su gobierno y, por lo tanto, para su candidata presidencial.
Eso debe tener muy irritado y descompuesto al presidente, que empieza a no ver ya tan segura la continuidad de su partido y su movimiento; pero lo que más molesta y le hace cometer errores garrafales a López Obrador, es que lo que más le importa en el ocaso de su gobierno y a lo largo de toda su lucha política es la forma en que trascenderá en la historia y será recordado por los mexicanos. Y hoy, cuando le quedan ya solo 7 meses en la silla, es que muchos mexicanos lo recordarán como un #Narcopresidente, por más que él niegue y desmienta, los señalamientos que le llegan desde la prensa extranjera y que él atribuye directamente al gobierno de los Estados Unidos. Nunca pensó que lo llegarían a llamar «dictador» y menos que podría trascender a la historia como un presidente ligado al narcotráfico… Los dados mandan Escalera Doble. Apostamos por una buena semana.