sábado, noviembre 23, 2024

Evaden, descalifican, pero no aclaran ni niegan las propiedades

En Prosa aprisa del jueves pasado pregunté si Rocío Nahle entenderá, como decía el filósofo español Ortega y Gasset, que ahora más que nunca es ella y su circunstancia, que aparte de su persona es también Morena, su candidatura, incluso su padrino López Obrador, y que a donde vaya o en donde se presente o lo que haga simboliza todo eso.

En la víspera de su registro como candidata oficial ante el OPLE, durante la fecha en que lo hizo (el viernes) y en los días posteriores, su credibilidad, pero sobre todo su honestidad, han sido puestas en entredicho por una serie de propiedades inmobiliarias que le acreditan, cuyo origen, si no lo aclara en forma suficiente, la ponen ante la presunción de haber cometido actos de corrupción.

Su reacción ante le exhibición de sus presuntas propiedades, verdaderas mansiones en Coatzacoalcos y Alvarado (zona conurbada Veracruz-Boca del Río), Villahermosa, Tabasco, Ciudad de México, Benito Juárez, Quintana Roo y Río Grande, Zacatecas (su lugar de origen), más ranchos en Veracruz y en Tabasco; su reacción no convence a nadie: evade confirmar o negar la especie, pero deja abierta entonces la posibilidad de que aplique el dicho que el que calla otorga.

Es de tal magnitud el escándalo que se desató que solo un hombre experimentado y sensato de Morena, Manuel Huerta, exdirigente estatal de su partido, aspirante triunfador a la candidatura al gobierno del estado (aunque le cedió la posición por cuestión de género), “coordinador del federalismo” en Veracruz y candidato al Senado, solo él, señaló la necesidad de que aclare y confió en que “en su momento lo hará, no tengo la menor duda”.

El exdelegado de Bienestar sabe muy bien, aunque seguramente nunca lo dirá en forma pública, que si la señora y su familia no aclaran con pruebas el asunto, el daño a su partido y a los candidatos de su partido, incluido él mismo, tendrá un alto costo en las urnas.

Mientras que la candidata de Morena parece no darle importancia a la denuncia y se limita a responder: “Yo no me enredo en broncas, en esas cosas”, sus defensores responden con descalificaciones al autor que hizo las revelaciones con pruebas, imágenes y datos duros, Arturo Castagné Couturier, y al exgobernador Miguel Ángel Yunes Linares, pero no aclaran ni niegan que Rocío y su familia sean los propietarios de costosos inmuebles de origen dudoso.

Ahí está el quid del asunto. Hoy la opinión pública, incluido el electorado, quiere saber la verdad, que Morena y su candidata y sus aplaudidores den muestras de la transparencia que tanto proclaman, de la honestidad que presumen, de su tan cacareado combate a la corrupción. ¿Le cuesta tanto a Nahle responder sí o no y si fuera un no probarlo? Eso es todo.

Rocío está en todo su derecho de tener una vivienda de su propiedad, o las que quiera si tiene los recursos suficientes para pagarlas en forma lícita, como cualquier mexicano, pero la “bronca” es que es figura pública y está expuesta al escrutinio ciudadano y público, más cuando viene de una responsabilidad que dejó inconclusa y está señalada (y denunciada, según ha dicho Xóchitl Gálvez) de presuntos actos de corrupción como haber otorgado un contrato millonario por 5 mil millones de pesos para la construcción de la refinería de Dos Bocas a un compadre suyo, sin cumplir con los requisitos de ley.

Cuando trata de minimizar el asunto y desviar la atención dirigiendo sus baterías contra los Yunes Linares-Márquez (en su momento también fueron objeto de escándalo, pero es un tema que se ventiló tanto que ya no impacta, además de que ellos nunca han negado ser los dueños), creo que cree que a los veracruzanos se les engaña fácilmente y se les calma y contenta con una respuesta que no dice nada.

Como candidata a la gubernatura es la primera obligada a ser y a mostrarse transparente, a decirle a los electores veracruzanos que pueden confiar en ella el manejo de sus recursos, que en su vida no tiene nada que ocultar. Hace siglos, Cayo Julio César lo dejó muy claro: La mujer del César no solo debe ser honrada, sino parecerlo.

En mi caso, originalmente dudé de la veracidad porque Castagné Couturier no dio más información y en este espacio comenté que se me había informado que en realidad la mansión en el fraccionamiento El Dorado la rentaba y que una renta mensual en ese lugar no bajaba de 40 mil pesos mensuales.

(Mi compañero Raymundo Jiménez comentó también la información y apuntó: “Ojalá que la aspirante del partido guinda a la gubernatura de Veracruz aclare pronto si deveras es de su propiedad dicha mansión y, en caso de confirmarlo, que explique cómo fue que la adquirió. Sería lo obligado para ganarse la confianza y el apoyo del electorado veracruzano”).

Por lo pronto, no se ve que tenga la intención de hacerlo, a menos que la hayan agarrado por sorpresa y no sepa cómo hacerlo. Por lo que se vio, no supieron cómo reaccionar y no han sabido cómo hacer de inmediato una contención y un control de daños, aparte de que Castagné Couturier amenaza con sacar a la luz púbica más información comprometedora.

En 13 días, el 31 de este mes, iniciarán las campañas a la gubernatura. ¿Esperará Rocío hasta entonces, con el desgaste que ello significa, para, en su discurso inaugural, abordar el tema y aclararlo con argumentos y pruebas de peso? ¿O esperará hasta que llegue el primer debate para que aparte del tema de su origen responda también sobre el origen de sus mansiones y de los recursos con las que las adquirió?

Sus defensores y aplaudidores debieran buscar mejores argumentos para buscar ponerla a salvo del señalamiento y la desconfianza públicos, porque, parodiando al dirigente estatal de Morena, Esteban Ramírez Zepeta, es una bajeza que pretendan imponerle a los veracruzanos una gobernadora que se niega a la transparencia, cuando debe ser ejemplo de ella, más cuando ya se tuvo un gobernador como Javier Duarte que dejó ingratos recuerdos por los actos de corrupción que caracterizaron su gobierno y cuyas consecuencias todavía las pagamos todos los veracruzanos.

Es de tal grado el escándalo que hasta ahora nadie se ha preguntado de dónde obtuvo o quién le filtró la información a Arturo Castagné. Sea quien sea el que lo hizo, demostró que existe información que compromete seriamente a Nahle y que le puede dañar su imagen al grado de que pierda la gubernatura. ¿Qué más tienen de ella? ¿Fotos, audios, videos, documentos comprometedores, confesiones de testigos? Si los tienen, ¿se los soltarán de un solo golpe o se los irán dosificando?

Por lo pronto ya soltaron también en las redes sociales copia de su declaración patrimonial, en la que no aparecen sus propiedades inmobiliarias.

Yo esperaría incluso una reacción de su patrocinador Andrés Manuel López Obrador en su mañanera de este lunes. ¿Saldrá en su defensa con pruebas?, porque además el escándalo escaló a medios de alcance internacional como Proceso, Latinus e Infobae, por citar algunos, y no me extrañaría que Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) o Guacayama Leaks salieran con que tienen también información que la compromete y la revelen.

El pasado 1 de marzo, cuando hicieron movimientos en las posiciones de sus candidatos al Senado, supe de fuentes de Morena que muy en corto, con los cercanos que le operan, el presidente no se había aguantado y había reconocido que se había equivocado con su candidata en Veracruz. Si fue cierto, en público nunca lo va a reconocer y está obligado a sacarla adelante. Con opacidad y falta de transparencia sobre su patrimonio no le será fácil.

Al asumir el cargo, Andrés Manuel López Obrador dijo que lo guiaban tres principios:  no mentir, no robar y no traicionar al pueblo. El morenismo en Veracruz tiene el reto ahora de demostrar que se guía por los mismos principios. El pueblo veracruzano estará atento a que así sea o se los demandará si no cumplen.

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