Justo dentro de siete meses será el segundo día del nuevo gobierno de esta república, Andrés Manuel López Obrador ya no será el presidente, porque el 2 de junio próximo despejaremos la incógnita de quién será la sucesora; otras interrogantes más serán dilucidadas con el paso de los días, pero ya podemos estar convencidos de logros no alcanzados pese a ser reiteradamente ofrecidos por AMLO. Para fines del sexenio, tal vez (solo quizás), la refinería de Dos Bocas ya pudiera entrar en operación, después de los muchos aplazamientos a partir de su inauguración el 1 de julio de 2022, en julio de 2023, el presidente señaló: a partir de este primero de diciembre la refinería de Dos Bocas “empezará a producir petrolíferos…”, y para confirmarlo agregó volteando a ver a la secretaria de Energía, “Así es ¿no Rocío?” Después ofreció que en diciembre de 2023 ya estaría produciendo 240 mil litros de gasolina, el vaticinio no se cumplió en esa fecha y se trasladó a enero de 2024, aunque llegada esa fecha se pospuso para el 28 de febrero, pero concluyó el segundo mes del año en curso y Dos Bocas aún no produce. Por si fuera poco, para el desencanto, el sistema de refinación que desde 2019 se anunció como una prioridad modernizando las seis refinerías existentes, tampoco podrá aportar avances sustanciales en el número de barriles refinados, es decir, la autosuficiencia energética prometida para 2023 quedó en hipótesis frustrada. Si volteamos a lo que ocurre en SEGALMEX con su maraña de corrupción sin castigo, es posible adelantar que tampoco alcanzaremos la soberanía alimentaria. A propósito de SEGALMEX y de Dos Bocas, la opacidad en el otorgamiento de contratos impide transparentar la aplicación del recurso público, es decir, significan un rudo mentís al combate a la corrupción porque tampoco se redujeron los parámetros alcanzados en sexenios anteriores. Con el relevo institucional tendremos oportunidad de comprobar si el arribo al poder de la nombrada CuartaT fue todo lo contrario o resultó peor el remedio que la enfermedad.
Pero en verdad, ya resulta hilarante el comentario profusamente difundido en las redes sociales haciendo referencia al reiterado ofrecimiento presidencial de que en México contaremos con servicios de salud, ya no igual que en Dinamarca, sino mejores, lo predijo para el arranque de este marzo, lo que obviamente no se cumplió, pero más jocoso resulta que persista en esa idea cuando a su estancia en Palacio Nacional solo quedan seis meses con 28 días y en el escenario del Sector Salud persiste el desabasto de medicinas y la oferta del servicio es rebasada por una creciente demanda que el IMSS-Bienestar está lejos de poder satisfacer. Peor aún, el ya malogrado sistema de vacunación, que fue orgullo de este sector y reconocido a escala mundial, ha ido a la baja en sus tasas de vacunación (miles de niños han dejado de ser vacunados), ya no existe el Seguro Popular al que acudía el sector económicamente más vulnerable de la población en búsqueda de apoyos para gastos catastróficos, y cerrando el circulo apocalíptico se persiste con negativa tozudes la oposición a adoptar el método de compras consolidadas de medicinas. ¿Quién no hubiera querido que el presidente acertara en dejar un sector salud equiparable a los ofrecidos en el primer mundo? Lamentablemente no será así. Ni modo, si le va mal al presidente, le va mal a México, porque es el presidente de todos los mexicanos. Así debería ser.