lunes, junio 24, 2024

La última carta

Al final, sabía que tus brazos y besos no eran míos… sé que volverás a tu hogar y ha de pasar tiempo para que de nuevo, me refugies en tu pecho, pongas tu mano en mi mano o tus labios en mi mejilla…

Y a sabiendas de que todo sería pasajero, con gusto te recibía… no me importaba ver tu frente perlada por el inclemente sol, y mucho menos sentir tu camisa, tu blusa, mojada por el sudor… ¡Qué rayos! ¡Yo sólo veía mi suerte! Tenías ojos para mí, tenías oídos para mí, tenías la palabra precisa, el verbo perfecto, el tono adecuado que enmarcaban tu sonrisa, esa sonrisa franca, abierta, de dientes impecables que opacaban aún más el amarillo de los míos… En serio: ¡Qué suerte tuve para que te fijaras en mí, sin importarte para nada mi humilde condición, mi ropa raída por el trabajo, mis zapatos gastados por los caminos y mis manos, rasposas, toscas, burdas que hasta me sentía indigno cuando rocé las tuyas… ¡Qué suavecitas! Parecían las de un infante, las de una Princesa, las de un Noble Caballero… y apretaban con fuerza las mías, estrechaban tu cuerpo con el mío, se depositaban delicadamente y a la vez con firmeza en mis hombros… como si no me quisieran dejar ir… ¡Demonios! Quién pensaba zafarse de tus manos cuando por un momento, yo creía que un ángel había bajado a darme paz, tranquilidad y sosiego aun cuando tú me prometías otras cosas que yo ni entendía…

Entraste a mi casa, entraste a mi intimidad, ¡te conoció mi familia! ¡Cargaste a mis hijos! ¡Abrazaste al abuelo que al igual que yo, no entendía cómo alguien como tú, tan propio, tan educado, con tantas palabras bonitas (que deben tener tanto de buenas aunque no las entendiera), se acercara a él con tanto cariño…

Comiste en mi mesa, bebiste no mis vinos, porque lo nuestro es otra cosa… chela, coca, agua fresca, de fruta de la temporada, y con vergüenza, vi cómo tus labios iban a ese vaso de plástico y yo apurando en la casa: ¡saquen los vasos de vidrio! ¡Los de la Veladora! Pero cortésmente atajabas y decías que no era necesario…

¡Por Dios! ¡Tanta sencillez! ¡Sería mentir decir que no la conocía, pero sí, no puedo negarlo… antes de ti, hubo otros, otras, otras personas que me encandilaron… que eran igual de lindas con uno, que me hicieron creer que era especial, especial para ellos… pero ya pasaron al olvido… ahora eres tú…

Y no, no desconfío, porque al final, me gusta eso… sentirme al menos un momento en esta vida, especial para alguien.

Porque en esos momentos que me diste, toda tu persona era mía, así me lo hacías sentir a pesar de que yo sabía que todo iba a ser pasajero…

Y sé que es pasajero, porque mañana, tú estarás en tu casa, con tus seres queridos… y es seguro que jamás vuelvas a recordar a esa persona de mirada gris, a la que tú, con tus palabras y caricias, le devolviste el color… y es seguro que jamás vuelvas a recordar el abrazo en que nos fundimos como se abrazan los hermanos, los amigos, los amantes… gracias por tus palabras, gracias por tus sonrisas, gracias por darme de nuevo esperanza… yo te estaré esperando en las próximas elecciones, ya seas el mismo o vengas con otro rostro, otro partido, otra bandera, otras causas…

Siempre fiel a ti, candidato, candidata… aquí tu ciudadano.

otros columnistas

El PRI

Los dirigentes

Castagné 2023

2025: alianzas o no

San Lázaro y 2025

La oposición

Voto irritado

Elector y enterrador