Hace poco, la agencia de información Bloomberg reportaba sobre el creciente optimismo de los mercados sobre el enorme potencial del nearshoring para nuestro país. La misma nota, sin embargo, advertía: “Pero México tiene una larga historia de despilfarrar sus oportunidades económicas”.
La advertencia era más que correcta. Me temo que estamos a punto de cometer el mismo error. Una tristeza.
La diosa de la Fortuna le envió a México un maravilloso regalo: el enfrentamiento entre China y Estados Unidos. Desde las épocas de Tucídides en la Grecia antigua, se tenía muy claro que, cuando emerge una nueva potencia, siempre acaba encarándose con la potencia establecida. En este caso, uno es el imperio oriental, otro el americano.
China y Estados Unidos ya están enfrentándose. Como presidente, Donald Trump comenzó a imponerle aranceles a las importaciones chinas. Lógicamente, los chinos reaccionaron haciendo lo mismo y así empezó una “guerra comercial”. Joe Biden no sólo no removió los aranceles de Trump, sino que además los incrementó. Hoy, alrededor de 64% de los productos que exporta China a Estados Unidos tiene que pagar un arancel promedio de 19 por ciento.
La guerra comercial de las dos potencias beneficia a México. Muchas empresas, de todo el mundo, han considerado relocalizar sus fábricas a un lugar cercano al mercado estadunidense donde las exportaciones no paguen aranceles al entrar a esa nación. Por esta situación, nuestro país de repente se puso moda.
El nearshoring tiene un potencial enorme. Hoy, México ya es el exportador número uno de mercancías a Estados Unidos. En 2023 desplazamos a China de esa posición con 475 mil millones de dólares de exportaciones. De acuerdo con Morgan Stanley, el potencial de incremento de exportaciones por efecto del nearshoring en los próximos cinco años podría ser de entre 78 mil millones de dólares y 247 mil millones. Una barbaridad. No exagero cuando digo que nuestro país podría dar un salto cuántico en su desarrollo económico durante el siguiente sexenio.
¿Despilfarraremos esta nueva oportunidad económica?
Para aprovechar el enorme potencial de la relocalización, México requiere invertir miles de millones de dólares en infraestructura. El país no está listo para recibir tanta inversión nueva. Tenemos déficit en infraestructura de agua, electricidad, caminos, puertos, aeropuertos, etcétera.
El gobierno carece del dinero para financiar esos proyectos. Se podría endeudar para construir la infraestructura necesaria. Pero tendría que ser en obras que efectivamente aumenten la productividad del país, no como la refinería de Dos Bocas, el AIFA o el Tren Maya.
Otra opción es reactivar las asociaciones públicas-privadas que se abandonaron durante este sexenio.
Pero cualquier inversionista privado va a demandar certeza jurídica. Y hoy lo que menos tenemos es precisamente eso. No sabemos cómo va a quedar el Poder Judicial después de la reforma de septiembre. Igual y queda mejor. Igual y no. Yo tiendo a pensar esto segundo porque no veo nada bueno en elegir directamente, por voto popular, a jueces, magistrados y ministros del Poder Judicial.
Ya veremos los detalles. Por lo pronto, la inversión nacional y extranjera está detenida esperando ver lo que vaya a hacer López Obrador en la ventana legislativa de septiembre y después Claudia Sheinbaum como Presidenta. En los mercados hay volatilidad precisamente por el nerviosismo producto de la incertidumbre jurídica.
Los datos de la Inversión Extranjera Directa (IED) son preocupantes. En 2023, la IED alcanzó un máximo histórico de 36 mil millones de dólares. Tuvo un crecimiento de alrededor de 20% con respecto a 2022 eliminando dos eventos excepcionales: la fusión de Televisa con Univisión y la reestructura de Aeroméxico. Sin embargo, 90% de la IED de 2023 fue de reinversión de utilidades de empresas que ya están establecidas en el país. Sólo 5% fue de nuevos proyectos.
Y en 2024 se ha agudizado esta situación. A marzo de este año, 97% de la IED era de reinversión de utilidades. Prácticamente no están llegando nuevas corporaciones. El nearshoring se está quedando en un bonito sueño.
Sheinbaum tiene claro el enorme potencial de la relocalización y la condición necesaria de invertir fuertemente en infraestructura que sirva. Debe, sin embargo, preocuparse porque la realidad es que la relocalización no se está, por lo pronto, materializando. Y si, empoderados, siguen jugando con las ocurrencias del señor de Palacio, México acabará despilfarrando otra gran oportunidad económica. Qué pena.
X: @leozuckermann