viernes, septiembre 27, 2024

Lo malo del sexenio de López Obrador

Juegos de Poder

Dedico mis últimos tres artículos de este sexenio para evaluar el gobierno que termina el lunes. Ayer publiqué lo bueno, hoy toca lo malo y el lunes terminaré con lo feo.

Militarización. Es el peor legado de Andrés Manuel López Obrador. Tanto el régimen autoritario priista como el democrático procuraron una participación limitada e institucional de las Fuerzas Armadas en la vida pública del país. Sí, crecientemente las utilizaron para combatir al crimen organizado con malos resultados. López Obrador, sin embargo, les entregó el manejo total de la seguridad pública y los involucró en múltiples actividades civiles como la construcción de obras, administración de aeropuertos, puertos, aduanas, aerolíneas y hoteles y un largo etcétera. Hoy, los militares tienen más poder y recursos. Será difícil, quizás imposible, quitárselos.

Inseguridad. Sí, lograron detener el crecimiento de la violencia, pero ésa no fue la promesa de campaña. La idea era resolver un problema que comenzó con Calderón y se profundizó con Peña. Este gobierno no pudo con el paquete porque siguió haciendo lo mismo que los pasados, es decir, apostar a la militarización. Misma estrategia, mismos resultados.

Pésimo manejo de la pandemia de covid-19. Más de 800 mil muertos producto de una estrategia fallida del gobierno a cargo de un payaso dizque experto en epidemiología (Hugo López-Gatell). Un Presidente que minimizó la gravedad del problema y llegó a recomendar el uso de amuletos. Un gobierno que maltrató a los heroicos trabajadores de la salud.

Deriva autoritaria. En este sexenio se concentró el poder destruyendo los contrapesos. Morena se ha convertido en un partido hegemónico que controla el Ejecutivo, tiene mayoría calificada en el Legislativo y aprobó una reforma que le permitirá capturar al Judicial. Los órganos autónomos del Estado están debilitados, a punto de desaparecer. Nos encaminamos a un nuevo régimen político cada vez más alejado de una democracia-liberal.

Escaso crecimiento económico. Con toda razón, López Obrador criticó a los gobiernos anteriores por un crecimiento mediocre del PIB. En este sexenio, sin embargo, nos fue peor: alrededor de 5 por ciento de incremento en todo el periodo, el menor crecimiento desde Miguel de la Madrid. Y no sólo fue por la pandemia de covid-19 porque la mayoría de los países, incluyendo nuestro principal socio comercial, Estados Unidos, crecieron más que nosotros después de la epidemia. Lo que falló fue una política y retórica poca propicia para la inversión.

La salud mejor que en Dinamarca. El Presidente reconoció que bromeaba cuando decía que habíamos superado a ese país nórdico en materia de salud pública. Vaya chistecito. La realidad es que dejaron desprotegidos a 50 millones de mexicanos con la cancelación del Seguro Popular y la implementación del fracasado Insabi. Hoy la salud pública está peor que cuando tomó posesión López Obrador.

La renuncia a la educación pública. Le regresaron el control del sector a los sindicatos para llevar la fiesta en paz. El resultado ha sido desastroso, sobre todo por el pésimo manejo durante la pandemia. Cancelaron las evaluaciones; en las que se pudieron hacer, fueron de terror. Además, lanzaron un nuevo modelo educativo cuyo propósito es ideologizar con valores revolucionarios trasnochados.

El fallido rescate a Pemex. Dijeron que salvarían a esta empresa. Le inyectaron seis puntos del PIB en subsidios durante el sexenio. 83 mil 500 millones de dólares, al excusado por la obsesión ideológica de salvar refinerías quebradas. Es tal el desastre en Pemex que hoy esta empresa está poniendo en peligro la estabilidad de las finanzas públicas del país.

Obras faraónicas caras e inconclusas. Me refiero al Tren Maya, que costó 550 mil millones de pesos, casi el triple de lo originalmente presupuestado, y la refinería de Dos Bocas, que se calcula costará unos 20 mil millones de dólares, más del doble de lo proyectado. El primero, no está completo. La segunda, no ha refinado ni un solo barril de petróleo.

La cancelación del NAIM. Con el objetivo de demostrar su poder, el Presidente suspendió la obra de infraestructura más importante de nuestra historia que llevaba un tercio de construida. Se perdieron 300 mil millones de pesos y se condenó a los viajeros de la Ciudad de México a usar un aeropuerto en ruinas y saturado. El Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) resultó ser un aeropuertito que opera vuelos de carga.

El fin del CIDE. Hubo mucha destrucción institucional. En lo personal, por haber trabajado ahí, me duele el desmantelamiento del CIDE como institución de excelencia en investigación y docencia de las ciencias sociales.

  • X: @leozuckermann

otros columnistas