Del Plan México me gusta su ambición. Sus metas son elevadas. No es poca cosa llevar al país al “top 10 de las economías” del mundo. Hoy estamos en el lugar 12.
Leo Zuckermann
La Presidenta necesita dinero para sostener el proyecto político de la 4T. Los programas sociales cuestan mucho y cada vez más. El erario, sin embargo, está en su límite de lo que se puede gastar.
Hay tres opciones.
La primera es aumentar impuestos, que suele ser impopular y puede, en un contexto de desaceleración económica, desincentivar la inversión y producir un mayor estancamiento.
La segunda es contratar más deuda. Hoy esto se antoja factible, pero limitado. El gobierno todavía puede añadir algunos puntos más del Producto Interno Bruto al endeudamiento total. Sin embargo, esto implicaría un mayor costo financiero y el riesgo de perder el grado de inversión en la calificación crediticia del país.
Queda, entonces, la tercera alternativa: crecer, que es lo que nos conviene a todos los mexicanos. Éste ha sido uno de los rubros en el que la 4T ha fracasado desde que llegó al poder. Es cierto, se les atravesó la pandemia, pero México fue de los países con peores caídas de su PIB. Luego fue de los que más tardó en recuperarse cuando terminó la plaga.
El crecimiento económico durante el sexenio de AMLO fue prácticamente nulo. Y todo indica que el primer año de Sheinbaum también será cero, si bien nos va.
Aquella tasa mediocre de aumento promedio anual del PIB de la era neoliberal de 2.3% hoy se ve muy apetitosa.Esta semana, el gobierno presentó el Plan México, una estrategia para fomentar la inversión privada y, por tanto, el crecimiento económico. Es la prueba que este gobierno, a diferencia del anterior, está preocupado y ocupado por incrementar el PIB y, así, la proporción que se lleva en recaudación de impuestos. Siendo el gobierno el socio de todos los agentes económicos, le conviene que el pastel se haga más grande y, así, tener más recursos para distribuir en su proyecto político.
Del Plan México me gusta su ambición.
Sus metas son elevadas. No es poca cosa llevar al país al “top 10 de las economías” del mundo. Hoy estamos en el lugar 12.
El salto que se pretende en un sexenio implica fomentar las inversiones como proporción del PIB. En un documento que se filtró antes del evento de presentación, se hablaba de una meta de 100 mil millones de dólares de inversión extranjera directa al año. Esto sería un salto cuántico, ya que el año pasado este número fue de alrededor de 36 mil millones de dólares. En la versión final se corrigió este dato. Quedó: “mantener la proporción de la inversión respecto del PIB arriba de 25% a partir de 2026 y arriba de 28% en 2030”. Esta meta parece más asequible, ya que actualmente esta proporción está en 24.5%.
La pregunta es si los inversionistas nacionales y extranjeros arriesgarán más dinero en México. Porque una cosa es ir a aplaudirle a la Presidenta en otro acto gubernamental más y otra diferente sacar la chequera para jugársela con el país.
Y ahí es donde comienzan las dudas de la utilidad del Plan México.
Primero, por culpa de Trump.
La estrategia del gobierno parte de la premisa de que el presidente estadunidense estará de acuerdo con un proceso de sustitución de importaciones que incluya a México. Que nos vamos a beneficiar por el famoso nearshoring o la relocalización de las empresas. Hoy eso no queda claro. Trump podría, de hecho, incluir a nuestro país en la lista de naciones a las que aplicaría aranceles para incentivar que las fábricas se establezcan en Estados Unidos.
El gobierno mexicano, en cambio, le está apostando a recibir aquí a las empresas que dejen a China por la guerra comercial con el gigante norteamericano. Si Trump incluye a México en su proteccionismo comercial, impone aranceles e incluso repudia el Tratado de Libre Comercio, adiós al Plan México y toda su estrategia de política industrial por medio de “polos del bienestar”.
Segundo, la reforma judicial causa mucha incertidumbre jurídica. La elección de juzgadores está diseñada para que Morena controle a los juzgadores. Esto es un golpe mortal al Estado de derecho, condición necesaria para el desarrollo económico. A los capitalistas les disgustan los países donde hay jueces malos y parciales. O dejan de invertir o piden mayores rendimientos para sus inversiones. En este sentido, la reforma judicial causa disonancia con el Plan México.
Y está el tema energético, en el cual el gobierno sigue teniendo una visión estatista que también genera dudas de si el país tendrá la electricidad suficiente para atender la demanda por un posible crecimiento económico.
Bien, entonces, por el Plan México y sus metas ambiciosas. Pero esta estrategia depende de los humores de Trump y choca con otros elementos de la 4T que frenan el apetito por invertir en México.
X: @leozuckermann