jueves, febrero 13, 2025

Más Allá de las Estadísticas: La Realidad de la Pobreza Laboral en México

Expresión Ciudadana
Carlos A. Luna Escudero

Cuando hablamos de pobreza laboral, es inevitable pensar en números y gráficas: porcentajes que suben y bajan, líneas de tendencia que buscan ilustrar realidades sociales. Sin embargo, detrás de cada cifra hay historias de esfuerzo, desigualdad y, en muchos casos, frustración. Según el último informe del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), la pobreza laboral en México se ubica en el 35.1% para el tercer trimestre de 2024, una cifra que marca avances, pero también evidencia retos profundos.

En el período comprendido entre el tercer trimestre de 2023 y el mismo periodo de 2024, el país logró una reducción de 2.2 puntos porcentuales en la pobreza laboral, según datos presentados por el CONEVAL. Esto se traduce en más hogares con ingresos suficientes para adquirir una canasta alimentaria básica. El incremento del ingreso laboral real per cápita, que creció un 7.1%, y la generación de 360.8 mil nuevos empleos fueron factores decisivos, conforme a cifras del mismo informe.

A simple vista, estas cifras podrían hacernos pensar en una recuperación económica firme, pero la realidad no es tan simple. El aumento del costo de la canasta alimentaria (5.9%) y una inflación anual promedio del 5.0%, según el CONEVAL, nos recuerdan que el avance económico también enfrenta serias amenazas.

La disminución de la pobreza laboral es un logro significativo, pero al analizar los datos de manera detallada, surge una preocupación persistente: la desigualdad en la distribución del ingreso.

Mientras que el 20% de la población con mayores ingresos vio un incremento del 7.7% en sus salarios, el primer quintil, que agrupa al 20% con menores ingresos, apenas registró un aumento del 1.4%, según el documento «México, ¿Cómo Vamos?».

El ámbito rural es otro foco rojo. Entre el segundo y el tercer trimestre de 2024, la pobreza laboral en estas zonas aumentó del 47.6% al 48.5%, mientras que el ingreso real per cápita disminuyó un 3.9%. Esto contrasta con el ámbito urbano, donde el ingreso aumentó un 0.5% y la pobreza laboral se mantuvo estable, de acuerdo con datos del informe trimestral del CONEVAL.

El informe también destaca las diferencias de género en el ingreso laboral. Las mujeres ocupadas ganan, en promedio, el 79.7% de lo que perciben los hombres, según la Gráfica 6 del informe de CONEVAL. Aunque el ingreso de las mujeres creció un 7.7%, superando el incremento del 6.4% registrado para los hombres, la brecha salarial persiste.

La informalidad sigue siendo otro reto estructural. Las personas empleadas en la informalidad tienen ingresos promedio que representan la mitad de los percibidos por los trabajadores formales. Según la Gráfica 4 del informe «México, ¿Cómo Vamos?», el 20.3% de la población ocupada en situación informal presentaba pobreza laboral en el primer trimestre de 2024.

En el estado de Veracruz, la pobreza laboral es del 46.8%, lo que significa que casi el 47% de la población no puede comprar la canasta básica alimentaria con su salario.

Además, según el informe “México ¿Cómo Vamos?” el 70.1% de los trabajadores tienen empleos informales, es decir, no tienen seguridad social ni beneficios laborales. Este porcentaje ha aumentado desde el 66.6% registrado en el tercer trimestre de 2023.

En cuanto a los empleos formales, solo se crearon 2,399 puestos hasta noviembre de 2024, muy lejos de la meta estatal de 61,875. Además, en julio de 2024, Veracruz tuvo la mayor pérdida de empleos del país, con 9,649 puestos desaparecidos. Por ello resulta inverosímil que se haya anunciado que este año se generaran 94 mil nuevos empleos en Veracruz. Habrá que ver quien aconseja en materia económica a la actual administración estatal para que digan tal disparate.

Finalmente, el crecimiento económico de Veracruz ha sido bajo, con un crecimiento del 2.5% en el segundo trimestre de 2024, mientras que la meta era del 4.5%.

La realidad de la pobreza laboral no solo implica no tener ingresos suficientes para alimentar a la familia, sino también sacrificar educación, salud y bienestar.

Imaginemos a una madre soltera en una zona rural que trabaja en la informalidad, ganando menos del salario mínimo. Ella es parte de ese 48.5% que vive en pobreza laboral en el campo. Su historia es la de millones que necesitan algo más que cifras optimistas: requieren oportunidades reales.

La disminución de la pobreza laboral es un avance, pero no se debe ser complacientes. Se requiere voluntad y políticas públicas que promuevan la formalidad, mejoren las condiciones laborales y cierren la brecha de desigualdad.

Como ciudadanos, también debemos cuestionarnos qué tipo de sociedad queremos construir. La pobreza laboral no es solo un problema de quien la vive; es una cuestión que afecta a toda la nación.

Solo con una economía más justa y equitativa podremos avanzar hacia un futuro donde cada familia tenga garantizado su bienestar. Los números pueden indicar tendencias, pero la verdadera transformación viene de la acción colectiva.

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