La vorágine de acontecimientos relativos a la imposición de aranceles por Trump a casi todo el mundo se acompaña con ciertos “estímulos” al gobierno mexicano provenientes desde el exterior. El gran viraje en la estrategia para combatir a la delincuencia con base a información de inteligencia, con apoyo en tecnología de punta y en estrecha colaboración con el gobierno de los Estados Unidos hace un acentuado contraste con el omiso “abrazos no balazos” del gobierno anterior, que ni por asomo emprendió acciones escalonadas y permanentes para localizar y destruir laboratorios de elaboración de drogas, incautar drogas, capturar cabecillas de la delincuencia, combatir efectivamente el huachicol que según AMLO ya había sido erradicado del país. En esto último mucho ha tenido que ver la presión estadounidense por hacer simbiosis con el gobierno mexicano para hacer más eficiente el combate al tráfico de drogas.
A ese pesado expediente ahora se agrega uno más, de no menor calado: el de los desaparecidos, que en nuestro país se cuentan por miles, pero, como suele suceder, las autoridades se muestran reacias a reconocerlo. La semana pasada, el Comité contra la Desaparición Forzada (CED) de la Organización de Naciones Unidas (ONU), hizo el señalamiento al gobierno mexicano solicitando información al respecto, de inmediato, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), la Secretaría de Gobernación y la Secretaría de Relaciones Exteriores rechazaron las motivaciones de la CED. En vez de ponerse al tanto, la Comisión Nacional de Derechos Humanos negó la existencia en México de una “crisis de desapariciones”, increíble, pero cierto, aunque de la señora Piedra cualquier cosa fuera de tono es de esperarse. En ese “esfuerzo” la acompaña magistralmente el ya inefable senador Fernández Noroña, quien atribuye a la derecha la intención de “pretender descarrilar al gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum”. Está de sobra el argumento sobre si no sería mejor contribuir con la ONU para comenzar a poner remedio a ese patético fenómeno social de indudable existencia y no intentar negar lo evidente.