Agencias/Sociedad 3.0
Cada año, el 5 de mayo se conmemora en México la Batalla de Puebla, una fecha que resuena entre discursos oficiales, desfiles militares y homenajes al general Ignacio Zaragoza, héroe nacional que lideró la defensa contra el ejército francés. Sin embargo, más allá de la parafernalia patriótica, aún persisten preguntas clave sobre los motivos de aquella invasión: ¿Por qué Francia estaba en México? ¿Qué buscaba Napoleón III? ¿Fue un hecho aislado?
El contexto de la batalla remonta a 1861, cuando el presidente Benito Juárez asumía el poder en un país devastado tras la Guerra de Reforma. Con una economía en ruinas, Juárez decretó una moratoria del pago de la deuda externa, lo cual enfureció a las potencias europeas, particularmente a Francia, que buscó aprovechar la coyuntura.
Napoleón III, emperador francés y sobrino de Napoleón Bonaparte, aspiraba a expandir su imperio y contrarrestar la influencia de Estados Unidos. Con el inicio de la Guerra de Secesión en EE.UU., el francés vio la oportunidad perfecta: sin la vigilancia estadounidense, organizó junto con Reino Unido y España la Convención de Londres para asegurar el cobro de las deudas mexicanas.
Aunque inicialmente se acordó no intervenir en los asuntos internos de México, Francia tenía una agenda oculta. En 1862, tras la retirada de las tropas británicas y españolas, los franceses —bajo el mando del Conde de Lorencez— avanzaron hacia Puebla con la intención de abrir paso a la Ciudad de México.
El primer enfrentamiento ocurrió el 28 de abril en las Cumbres de Acultzingo, donde el ejército mexicano fue derrotado. No obstante, todo se preparó para el combate decisivo del 5 de mayo.
Ese día, a las 11:15 de la mañana, comenzó la batalla. A pesar de su fama como el mejor ejército de Europa, las tropas francesas fracasaron en su intento de tomar los fuertes de Loreto y Guadalupe, retirándose tras horas de lucha ante una defensa tenaz dirigida por Zaragoza.
La victoria mexicana, aunque no impidió la eventual entrada de los franceses a Puebla (1863) y a la capital (junio del mismo año), representó un impulso moral y estratégico para reorganizar la defensa nacional. El retraso que causó la derrota francesa permitió al gobierno de Juárez ganar tiempo, reagruparse y preparar la resistencia.
Con el tiempo, la Segunda Intervención Francesa concluyó en fracaso para el imperio de Napoleón III, mientras que la batalla del 5 de mayo quedó inscrita como un símbolo de soberanía e independencia para México.
Hoy, en cada desfile o ceremonia conmemorativa, se honra no sólo un triunfo militar, sino la voluntad de un país por defender su derecho a decidir su destino sin injerencias extranjeras.