El enternecedor decálogo lanzado como mandato por la sucesora de López Obrador el pasado fin de semana, es una verdadera pieza de lírica redentora y repleta de ingenuidad que, con sus diez instrucciones de pureza republicana, pretende exorcizar los demonios de la incongruencia.
Ya Andrés Manuel había distribuido más de diez millones de ejemplares de su CARTILLA MORAL, un texto que ni él mismo ni sus hijos ni sus colaboradores se molestaron en leer nunca, ni porque tenía dibujitos. La ‘Cartilla Moral’ fue la antítesis de un gobierno destructivo, generador de odio y confrontación, represor de sus adversarios, tolerante y protector de los delincuentes, salvajemente corrupto, asesino de la República y las instituciones democráticas, empeñado en desmoronar la educación y la salud de los mexicanos, negligente e indiferente al dolor humano, causante de muchas muertes evitables a causa de sus descuidos, sus ocurrencias y su carencia de empatía, caracterizado por su evidente complicidad con los cárteles y su desprecio a las víctimas de éstos.
Hoy, la discípula más obediente, la hija pródiga, publica un nuevo “edicto divino” que tristemente jamás podrá borrar los excesos ni encubrir los silencios cómplices. Este nuevo intento de catecismo político no pasa de un recurso ingenuo o peor, simulador y demagógico. No va a cambiar en lo mínimo la conducta de los miembros de un ‘movimiento’ surgido para obtener y conservar el poder a costa de lo que sea, con vanas mentiras y embustes que una y otra vez contradicen con sus todos sus actos cada principio que MORENA presenta como su base ética. Puro rollo. O vea usted a Sheimbaum diciendo que el mega fraude con medicinas (¡en su sexenio!) de BIRMEX, que duplica SEGALMEX y triplica la “Estafa Maestra”, no es más que un “pequeño problema, sin detenidos ni culpables.
Uno casi podría creer que la mera distribución masiva de este evangelio sheimbauniano, funcionará cual conjuro mágico contra la realidad pútrida, transformará por milagro a los militantes y sobre todo, a los beneficiarios del botín morenista, en dechados de virtud cívica. ¡Qué candorosa ilusión!
Más que una instrucción de la supuesta líder del grupo hegemónico, este evangelio de fin de semana es un espejo roto que refleja las profundas contradicciones e incongruencias del morenismo: mientras proclaman humildad, practican el culto a la personalidad; mientras claman austeridad, navegan en privilegios; mientras juran transparencia, gobiernan entre sombras, mientras se dicen demócratas, consolidan la dictadura, mientras gritan “primero los pobres”, la crisis sanitaria los infecta de sarampión, tos ferina y tuberculosis, mientras quieren destruir las escuelas privadas, sus hijos asisten a las más caras de México. El decálogo no guía, desnuda. Y lo que revela es incómodo: por más que intenten reconocerse como honestos, es un hecho que no pueden desprenderse de su ADN: todo el odio, todo el rencor, toda la ambición, todo el botín, toda la impunidad. El pragmatismo camuflado de moral, el del poder que se dice popular, pero sólo se aprovecha de su posición para consolidar la autocracia. Así fueron. Así son. Así serán. Las recomendaciones presidenciales valen menos que las llamadas a misa. Y la recomendadora lo sabe. Puro rollo.
Los hechos pesan más que las palabras. Las pruebas están ahí, implacables, por cientos, para recordarlo.
La caravana del dirigente estatal de MORENA en Veracruz, la que violó todas las normas posibles y mató a un inocente, en hechos posteriores al mensaje de Sheimbaum, no deja lugar a dudas: no les importa ni siquiera el ser causantes de la muerte de inocentes. Y tienen el cinismo de exigir empatía.
El mensaje de la Presidente no es otra cosa que intento de reescribir la historia con tinta retórica y menos valor que una moneda de cuatro pesos. La suya es una narrativa incongruente cuya realidad retratan sus propias acciones.
El odio, la ambición, la corrupción, la mentira, la traición y el robo, no se erradican con discursos.