domingo, noviembre 24, 2024

Para dimensionar el servicio del INE a la democracia

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Ya hicimos referencia a los “raros” episodios ocurridos en el proceso electoral municipal veracruzano de 1988, cuando la Comisión Estatal Electoral se encargaba de organizar las elecciones y de “cuidar” su desarrollo, la presidía el Secretario de Gobierno (que era Dante Delgado) y operador político del gobierno, luego entonces con quien acordaba el presidente del PRI estatal, Jorge Uscanga. Tal vez nos quedamos cortos en la narrativa de los irregulares sucesos en esa elección, pero ahora abundamos: En Coyutla en plena campaña se cambió al candidato a alcalde, Reinaldo Castillo por Alberto Vigorito; en Naranjal se cambió a Juan Ciriaco Sánchez para poner a Gildardo Aguilar. En Tlacotalpan, para síndico primero entró Ricardo González, en vez de quien había hecho campaña para tal puesto, Vicente Aguilera. En Río Blanco se cambió a casi toda la planilla, excepto al candidato a alcalde; algo similar ocurrió en muchos municipios más. Inconforme con los resultados, el Frente Democrático Nacional (FDN) adoptó “una posición de lucha por la defensa del voto dentro de los límites marcados por la ley”, pero, ¿ante quién, que no fueran los órganos del gobierno? La jornada electoral fue el 2 de octubre, Salinas de Gortari tomaría posesión el 1 de diciembre y flotaba en el ambiente que Gutiérrez Barrios se iría al gabinete. La solución para evitar problemas mayores se crearon regidurías y sindicaturas para los inconformes (sin ser electos), y de pilón se crearon cuatro nuevos municipios: Nanchital, Agua Dulce, Tres Valles y El Higo, que aumentaban de 203 a 207 el total de municipalidades veracruzanas. Claro, no había IFE aún pues se creó en 1990.

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