Días de desasosiego. Días de sentir, como lo escribiera Shakespeare en Enrique VI, que sopla un mal viento. Y por ello, en este primer artículo del 2022 quisiera reivindicar el sentido de las palabras y las luchas y el canto de los tiempos oscuros. Porque frente a todos los motivos para cerrar los ojos están todos los motivos para abrirlos. Frente a las razones para perder el ánimo están las razones para recuperarlo.
Las artesanías de Michoacán y Oaxaca y Puebla. Las esculturas de Yvonne Domenge. Las quesadillas con queso y cualquier otro relleno. Las instalaciones de Frida Escobedo. Los tarritos de barro con tamarindo enchilado. El cine de Tatiana Huezo. Las fotografías de Flor Garduño. La prosa de Fernanda Melchor. El aguachile de Culiacán. Las ilustraciones de Eréndira Derbez. El mezcal con sal de gusano. La arquitectura de Tatiana Bilbao. El pozole del mercado de Coyoacán. El valor de Marcela Turati y Ana Lorena Delgadillo. Los libros de Valeria Luiselli. Las películas de Guillermo del Toro. Los licuados de mamey. Las novelas de Guillermo Arriaga. Los atardeceres en La Querencia. La lucidez de Yásnaya Elena. Las escritoras de «Opinión 51». Los ángeles de Carmen Parra. La voz de Vivir Quintana.
Las morras vestidas de morado, tomando las calles. Los estudiantes del CIDE dando nuevas lecciones de democracia y dignidad. Los periodistas jugándose el pellejo para documentar el poder y sus abusos. Los colectivos de buscadoras escarbando la tierra. Las feministas de todas las edades, todas las encarnaciones. Los miembros de «Seguridad sin Guerra» y Tojil. El chat de «Las Furias» que arropan y acompañan. Los funcionarios de casilla, contando votos. Los defensores del medio ambiente. Los alumnos que me enseñan más de lo que yo sé. Los médicos que nos han protegido. Los científicos y los académicos y los antropólogos y los investigadores que muestran de dónde venimos y a dónde vamos. El activismo de Tenoch Mejía Huerta. Los documentales de Ambulante. Las jóvenes de «Gatitos contra la Desigualdad». El trabajo de Intersecta e Impunidad Cero y Fundar y México Evalúa y Quinto Elemento Lab y Data Cívica y Reinserta y GIRE y Tlachinollan y el IMCO y tantas organizaciones pobladas por mexicanos dando voces de alerta para pelear contra la corrupción, contra la impunidad, contra la violencia, contra la militarización, contra el uso arbitrario del poder, y el ruido ensordecedor de quienes defienden sus transgresiones.
Cada persona tendrá su propia lista, su propio pedazo de México prendido al corazón. Una lista larga, rica, colorida, aguerrida. Una lista de lo que vale la pena del país. Una lista para contener el pesimismo y vacunarse contra la desilusión. Porque el credo de los falsos redentores produce mexicanos que dejan de pensar, cuestionar, exigir. Engendra el conformismo con la destrucción disfrazada de transformación. Lleva a la defensa de lo indefendible, a la justificación de lo injustificable, a la normalización de la anormalidad. Permite la incongruencia de quienes prometían una cosa y hacen otra. Permite la persistencia de privilegios y cotos que sólo pasan de manos. Permite la evisceración democrática a manos del hiperpresidencialismo autocrático. El conformismo es la cobija confortable de los que le permiten al gobierno actual lo que jamás le habrían permitido a gobiernos anteriores. Es el lujo de los que subcontratan el destino de su país a una persona a la cual encumbran. Es la costumbre de quienes mitifican hombres en vez de defender causas. Es la abdicación de quienes prefieren ser súbditos a ser ciudadanos.
Y durante demasiado tiempo, México ha sido un país sometido. Ha pertenecido a sus tlatoanis tribales y a sus colonizadores y a sus conservadores y a sus dictadores y a sus presidentes imperiales y a sus intelectuales y a sus partidos y a sus élites y a sus líderes providenciales. No ha pertenecido a sus ciudadanos; a todos los mexicanos que también son pueblo, aunque el Presidente lo desconozca. Y como escribí en El País de Uno hace justo diez años, cuando cité a Katherine, la protagonista de El Paciente Inglés: «Nosotros somos los verdaderos países. No los límites marcados en los mapas. No los nombres de los hombres poderosos». México no es el país de López Obrador o Bartlett o López-Gatell o Slim o Romero Tellaeche o Salinas Pliego. Es el país de uno. El país nuestro. En el 2022 y siempre.