En Veracruz parece haber desaparecido el glamour característico de los grandes actores del desarrollo político, económico y social del país, y ya no es más la tercera fuerza electoral, pues demográficamente ha perdido impulso, lo cual induce al INE a rebajar de 20 a 19 distritos electorales federales. Tampoco es la marchitada ilusión de convertir a la entidad un Granero para el insumo alimentario del país; menos aún Veracruz se significa en desarrollo económico porque las desigualdades sociales se han acentuado alarmantemente, al grado de ser uno de los principales expulsores de su población, que emigra en busca de oportunidades laborales. ¿Cuál son las causas de este deprimente semblante social? Sin duda, uno de los factores centrales es el desempeño de sus autoridades locales, pues, aunque en realidad el fenómeno del subdesarrollo deviene de tiempo atrás, de cuando Veracruz perdió la inercia del progreso debido varios de sus gobiernos estatales, es decir, a la acción productiva de uno seguía la apatía plena de omisiones del siguiente, el gobierno actual no parece ser la excepción. La fuerza de los hechos ha comprobado que la alternancia de partidos en el gobierno no ha rendido frutos positivos en Veracruz, porque, si bien el actual gobierno es producto de la inconformidad social provocada por aquellas lacras improductivas y corruptas hasta la podredumbre, en tres años de desempeño no se advierten signos que avalen avances sustantivos. Y lamentablemente es perceptible que ya no queda al gobierno de la CuartaT en Veracruz persistir en el raído argumento que atribuye culpas al pasado, sin dar muestras de auspiciar mejoras. De una población poco más de ocho millones de habitantes, una mínima porción recibe los beneficios de los programas sociales, pero hay 5 millones 076 mil 908 personas que viven en situación de pobreza, lo que representa el 60.8 por ciento de la población total, lo cual impide cualquier festejo sobre un hipotético cambio para mejorar. Si este panorama no permite alas al optimismo, no se ven en el horizonte elementos que disuelvan el pesimismo, porque cuando el dinero escasea no es posible resolver problemas estructurales que pueblan la agenda gubernamental, es decir, no hay signos de aliento para esperar mejor infraestructura carretera, ni mejores servicios médicos, ni mucho menos poner límites a la desbordada inseguridad que asola nuestro territorio. Dramático escenario, salvo que haya otros datos y efectivamente el gobierno cuente con recursos económicos para emprender las grandes obras que Veracruz requiere. Ojalá así fuera.