viernes, noviembre 22, 2024

El Corredos Transistmico, un Proyecto Milenario (Parte II)

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Fue justo durante el gobierno de Juárez cuando se firmó el Tratado McLane-Ocampo del cual nos salvaron circunstancias fortuitas, entre ellas el inicio de la Guerra Civil en aquel país, pues cuando concluyó su vigencia ya había prescrito y el senado de ese país ya no pudo discutirlo. Afortunadamente, porque los términos de su redacción no favorecían a nuestro país, pues de haber sido puesto en vigor ese Tratado hubiéramos padecido un protectorado como el que tiempo adelante sufriría Panamá. Esta cintura territorial de México ha atraído la ambición expansionista de los gobiernos del país vecino e influido en la sucesión histórica de nuestro país. En ese episodio participó protagónicamente el senador MacLane,  quien desembarcó en marzo de 1859 en Veracruz con la consigna de cumplir instrucciones muy precisas: “El primer problema que tendrá que resolver a su llegada a México será el de reconocer allí a un gobierno con el cual poder tratar… la cuestión de si existe o no un gobierno no es una cuestión de derecho, sino de hecho, y a la investigación de este hecho, en México, se deja a su discreción” (José Fuentes Mares: “Juárez y los Estados Unidos”). Era una imperiosa instrucción a cumplir porque, según el presidente Buchanan, “Está fuera de toda duda que el destino de nuestra raza es extenderse sobre el territorio de Norteamérica… Hay una cosa cierta… y es que en tanto que el partido de Juárez se encuentre en el poder, encontraremos en nuestra empresa todo el apoyo que podamos desear”. El gobierno de Juárez fue reconocido en abril de 1859. Según se afirma, la derivación de ese reconocimiento desembocó en el Tratado McLane- Ocampo en tiempos de barruntos de intervención europea y de difícil situación económica del gobierno mexicano. Este Tratado se firmó el 14 de diciembre de 1859, concedía: “el derecho de tránsito de personas  y mercancías, a perpetuidad, por el istmo de Tehuantepec y las vías Guaymas-Nogales y Matamoros-Mazatlán, protección a estas vías del gobierno mexicano, o en su defecto, libertad a los americanos para hacerlo- en situación de emergencia incluso sin su autorización; libertad de tránsito de tropas americanas, igualdad de tarifas a los productos mexicanos en las aduanas”. El gobierno de Juárez recibiría 4 millones de pesos, pero en efecto solo dos porque el resto se retenía para “cubrir eventuales” reclamaciones de ciudadanos americanos. ¡Fiu! De la que nos salvamos. Pero el bocado era apetitoso, porque en 1866 una Comisión mixta de mexicanos y americanos (el general Grant entre ellos) obtuvo una concesión de tránsito por el istmo. Más tarde, en 1881 obtuvo otra para construir un ferrocarril que transportaría buques de un océano al otro. Después, con Porfirio Díaz, en 1899, el inglés Witman Pearsons obtuvo la concesión para construir un ferrocarril entre ambas puntas del istmo inaugurado en 1907 y su éxito económico fue exponencial pues “el primer año manejó 900 mil toneladas… y en 1911 un millón de toneladas haciendo 30 viajes diarios”, pero la inauguración del Canal de Panamá en 1914 provocó un notable descenso en la actividad del ferrocarril istmeño y la figura de Pearsons, pese a su reconocida bonhomía lo había convertido en un cacique político, condición que el gobierno de Carranza hizo valer para comprarle sus acciones y, por las razones que en México ya conocemos cuando el gobierno se encarga de negocios, este se vino a pique.  Brasseur, ciudadano francés, nos dejó en una extraordinaria narrativa estos acontecimientos, obviamente su enfoque no es precisamente americanista no olvidemos el contexto de aquella época ni las intenciones colonialistas de Napoleón III, es decir, el gobierno juarista navegó en las aguas procelosas infestadas de tiburones americanos, franceses e ingleses. Inicia su narración: “El 12 de mayo de 1859 me embarqué en el vapor norteamericano Guazacoalcos fletado por la Sociedad Luisianesa de Tehuantepec…”. Todo un documento que nos ilustra la vital importancia geopolítica inherente al control sociopolítico y económico de ese tramo nacional de aproximadamente 300 kilómetros entre Salinacruz, Oaxaca y Coatzacoalcos, Veracruz.  

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