El Frente Democrático Nacional fue el marco político tras del cual los grupos de la izquierda mexicana apoyaron a Cuauhtémoc Cárdenas para competir electoralmente en 1988, se adhirieron al acreditado apellido porque, salvo la de Heberto Castillo, no tenían figuras con suficiente convocatoria para despertar el interés de la ciudadanía mexicana y sacarla de su profundo marasmo, indiferencia política y conformismo electoral. El Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, satélite del PRI, prestó el registro y lo demás estuvo a cargo de un PRI acartonado, padeciendo severa ruptura interna, provocada por el enfrentamiento entre “políticos” y “tecnócratas” cuyo adalid, Carlos Salinas de Gortari, era la punta de lanza, ya investido como candidato presidencial. El desenlace de aquel episodio forma parte importante de nuestra evolución política en cuyo eje rector fue significativo el argumento de la izquierda configurándose como víctima de un fraude, cuando en realidad en la elección de 1988 quedó muy lejos de efectivamente haber alcanzado, solo el 30 %. Los resultados de la elección para el gobierno de Baja California en 1989, de la intermedia en 1991 (20% de la votación) y la presidencial de 1994 pusieron al descubierto la verdadera capacidad electoral del PRD, nacido en mayo de 1989 tomando como base al Partido Mexicano Socialista (PMS) y seis organizaciones de izquierda. Las primeras dirigencias del PRD la personificaron los expriistas Cuauhtémoc Cárdenas Solorzano, Porfirio Muñoz Ledo y Andrés Manuel López Obrador, en la década de los años noventa. El triunfo grande y magnifico llegó en 1997 cuando Cárdenas ganó la elección en la CDMX; y en 1998, con otro priista, Ricardo Monreal, el PRD apoyado en el PT ganó Zacatecas, y Tlaxcala, también con expriista. En 1999 ganó Baja California Sur, el futuro se avizoraba promisorio, pero en la elección presidencial del 2000 la frustración fue desalentadora, pues solo consiguió el 16% de la votación general. No obstante, en 2001 el PRD ganó Michoacán con Lázaro Cárdenas Batel; después refrendó Zacatecas y Baja California Sur y agregó Guerrero a su inventario, no así en Tlaxcala. Con Cuauhtémoc Cárdenas ya disminuido en su calidad de líder moral del PRD, y un López Obrador protestando por el supuesto fraude de 2006, el partido renovó su dirigencia en 2008 cuando el encontronazo fue entre Alejandro Encinas y Jesús Ortega, quien ganó la presidencia del partido con la correspondiente protesta de Encinas argumentando fraude. Así comenzó la Era de “Los Chuchos” en el PRD, pragmáticos y “negociadores” no hicieron química con López Obrador, quien finalmente optó por formar su Movimiento de Regeneración Nacional, al que paulatinamente se adhirieron los cuadros más destacados del PRD, provocando una acentuada sangría de militantes, tal como se comprobó en los resultados electorales de 2018, evidenciando a un Partido de la Revolución Democrática totalmente desvencijado y ya sin fuerza política, circunstancia que lo conduce a su muy probable extinción. En sus inicios el PRD nutrió sus filas con elementos representativos del PRI, MORENA alimentó su membresía con destacados cuadros perredistas, y ahora succiona al PRI captando cuanto trapecista político le llega solicitando ingresar a sus filas. Dos motivos son fuertes causas de esa migración: una dirigencia nacional priista representada por Alejandro Moreno y Rubén Moreira sin crédito moral ni político, pues su uso es de espíritu patrimonialista; y por otro lado, un partido, Morena, convertido en suculento panal, de cuya miel buscan alimentarse quienes no viendo sino sombras en el PRI encuentran en Morena la oportunidad de continuar viviendo del presupuesto. Así las cosas, el PRD ya está en terapia intensiva, subsiste solo conectado a una alianza; agrava su problema el que en ese tripartidismo, el PRI, comienza a manifestar preocupantes signos de malestar que pudieran conducirlo, igualmente, a la terapia intensiva. Similar diagnóstico debe tenerlo Dante Delgado, quien está a la espera que aquello suceda y entonces coaligarse con el PAN para competir electoralmente, porque por separado ninguno de ellos competiría eficiente y eficazmente contra Morena. He allí el problemático diluvio de la oposición.