Extrapolar lo que sucede en Argentina a México, es un error importante. Mirarse al ombligo, con sus filias y fobias, sin ver el entorno más allá de las fronteras que contextualizan o pueden modificar incluso la realidad nuestra o la forma como la percibimos, reduce las capacidades y agranda las limitaciones. Por esto mismo, es incomprensible e inexplicable la forma como la precandidata presidencial del Frente Amplio, Xóchitl Gálvez, saludó la victoria de Javier Milei en las elecciones presidenciales argentinas, con una frase determinante: “¡En Latinoamérica soplan vientos para mejorar nuestros países! El pueblo argentino le puso un alto al mal gobierno y los malos resultados”.
Palabras más, palabras menos, son las que Gálvez ha venido utilizando en su camino a Palacio Nacional, como cuestionamiento al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. En su mensaje en X, no hizo ningún matiz, ni buscó balancear sus palabras, lo que debió haber hecho, a menos que sea una hipócrita mentirosa. Si no lo es, se congratuló de la victoria de un ultraderechista que habita en el anarquismo. Gálvez se ha colocado en diversos momentos en las antípodas de López Obrador, sin reparar que Milei se encuentra en el mismo sitio de la geometría política del presidente mexicano, cuyas similitudes son mayores que las diferencias.
Gálvez no está sola en la pradera política mexicana, donde se están analizando mecánicamente los procesos binarios y polarizados de ambos países. En este reduccionismo analítico cayeron también los expresidentes Vicente Fox y Felipe Calderón cuando firmaron un desplegado de apoyo a Milei y en contra de la continuidad del candidato oficialista, Sergio Massa, por “un modelo económico corporativo fracasado y de instituciones que en lugar de permitir que Argentina crezca a la par de sus países vecinos, la ha mantenido en un estancamiento permanente desde hace varias décadas”. López Obrador no se quedó atrás, aunque se ubicó en el otro lado de la trinchera de Milei, a quien llamó un “facho ultraconservador”, respaldando inequívocamente a Massa.
Todos se quedaron en la epidermis y en la polarización. Gálvez, Fox y Calderón, respaldando a un candidato de la ultraderecha porque iba contra uno de izquierda y López Obrador apoyando al candidato adversario por las mismas razones, pero al revés. En la lucha de buenos contra malos, sin mayor profundidad, los mexicanos trasladaron el conflicto y la disputa electoral a México.
Massa, que asumió el Ministerio de Economía en mayo pasado, representaba la continuidad del estatismo, que mantuvo un déficit fiscal en 13 de los 16 últimos años, que produjo problemas de liquidez que llevaron a los gobiernos a imprimir billetes, que no resolvió el problema, pero causó una inflación de más de 140% y a un endeudamiento continuo. Milei, que representaba el cambio, ofreció cerrar el Banco Central, dolarizar la economía, desaparecer ministerios, empresas públicas y acabar con la “casta política”, que según definió, son quienes están en la política, pero son inmorales, los que han perjudicado a la gente con sus políticas y que sólo buscan proteger sus privilegios.
López Obrador tiene una personalidad más cercana a Milei que a Massa. Al igual que el presidente electo, es anti-sistémico y disruptivo, ha reducido -al menos presupuestalmente- el tamaño del gobierno, como quiere hacerlo Milei, con quien comparte también su desprecio por el banco central, aunque en el caso de López Obrador no pudo desaparecerlo y buscó, infructuosamente hasta ahora, colonizarlo. No habla López Obrador de “casta política”, sino de “conservadores” y “neoliberales” que desarrollaron políticas que dañaron al pueblo, que son inmorales y que lo único que buscan es recuperar sus privilegios. Milei quiere vouchers de educación, para que el dinero vaya directo a los padres y estudiantes, que es lo mismo que ha hecho López Obrador con su programa social, evocando ambos las propuestas de Milton Friedman, el ideólogo de los Chicago Boys.
Gálvez, Fox y Calderón ven con buenos ojos a Milei, pese a que sus coincidencias con el proyecto de López Obrador son enormes. Los tres quieren fortalecer las instituciones; Milei quiere destruirlas. Los tres rechazan la narrativa golpeadora de López Obrador, que es prácticamente idéntica a la de Milei. Los tres han criticado la visión anti-sistémica de López Obrador, que presume el presidente electo, y están contra la anarquía, que exuda el argentino.
Los panistas y López Obrador son lo opuesto a Massa. Fox, Calderón y López Obrador mantuvieron un balance fiscal y nunca tuvieron la tentación de imprimir billetes para resolver el problema de liquidez, por lo que se mantuvo la inflación a raya, salvo en los tres últimos años, no por culpa de la política macroeconómica, sino por la pandemia del coronavirus que afectó al mundo. Milei, como López Obrador, arrasó en las urnas por el hartazgo contra el viejo sistema y por la exigencia nacional de cambio. Fox, Calderón y Gálvez, sin serlo, se parecen a Massa en el continuismo.
Milei se identifica como un libertario, que en la definición del Diccionario de la Lengua Española se inscribe dentro del ideario anarquista, que defiende la libertad absoluta y la supresión de todo gobierno y de toda ley. Ni Gálvez ni Fox ni Calderón están en esa línea de pensamiento, como sí lo está López Obrador, que abraza las mismas ideas y convicciones que Milei.
El Presidente coincide con Massa en el tipo de gobierno corporativo, contra el que están Gálvez, Fox y Calderón, pero las analogías de fondo se cargan más entre el Presidente mexicano y el Presidente electo argentino, mientras que las diferencias de los panistas son más acentuadas con Milei que con Massa.
La confusión de los mexicanos puede interpretarse como resultado de sus propios enconos, que identifica superficialmente a López Obrador con Massa, mientras que por las mismas razones Gálvez, Fox y Calderón respaldan a Milei. En Argentina tienen claro quiénes son y a quiénes representaban Milei y Massa, que dio un voto entre el cambio y la continuidad. La extrapolación en México es simplista, reduccionista y equivocada, por parte de todos, en perjuicio de todos.
Raymundo Riva Palacio
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