Hace unos días en una plática entre amigos me preguntaron en qué reprobaba a la administración de López Obrador. Lo pensé unos momentos, hay varios asuntos que no me gustan, pero no están en el grado de molestarme. Puedo pensar que como presidente con la cantidad de votos que obtuvo tenía el derecho de plantearse cambios profundos en el país en diversas materias como energía, educación, salud o economía, y mucho de eso puede no gustarme, pero no es lo que me molesta. Son otras cosas las que realmente considero un legado nefasto.
En primer lugar la polarización que hizo de los mexicanos. Eso es imperdonable. Lo puede hacer un candidato enfurecido o un loco que desde una reducida plataforma llame al odio entre los mexicanos, pero nunca un presidente de México. Eso no se debe permitir que siga.
Otra cosa que no me gustó es ser señalado desde Palacio Nacional como una persona despreciable. Cuando el presidente se quejaba de la clase media por conservadora, aburguesada y fifí, llamándonos aspiracionistas, clasistas y racistas. Eso nunca se lo voy a perdonar. No estoy de acuerdo, no lo acepto ni lo aceptaré nunca. Soy clase media, siempre lo he sido. Mis abuelos, padres, yo mismo y mis hijas somos clase media, y no acepto que nos insulte y degrade a una visión torpe y mezquina desde su púlpito en Palacio Nacional.
Tampoco acepto el insulto que desde su Palacio hizo de Ingenieros, arquitectos, abogados, médicos y cualquier otra profesión. No tiene derecho a hacerlo, los profesionistas con nuestro trabajo, dedicación, creatividad y esfuerzo hemos contribuido enormemente a lo que es México hoy en día. ¿Por qué nos insulta?
No me gusta esa visión tan poco acertada históricamente de dividirnos entre conservadores y liberales. Ese conflicto sucedió hace casi dos siglos, ahora solo existe en su cabeza. Los mexicanos estamos confrontados, pero no en las ideas del siglo XIX, ahora se trata de asuntos extraordinariamente más complejos y difíciles que deben ser atendidos de forma urgente y muy inteligente.
No me gusta que nos divida por color de piel, desde el mismo nombre de su partido busca confrontarnos entre blanquitos y morenos. Eso es de la mayor perversidad posible. Las familias mexicanas somos diversas y maravillosas, todos venimos de orígenes distintos y esa es justamente la grandeza de este increíble país. Claro que hay un problema serio de discriminación, pero nunca se debe anteder desde la mezquindad del beneficio político o electoral.
No estoy contento con lo que pasa en México, son muchas cosas que considero muy tristes. Como sociedad nos hemos polarizado al grado de ignorarnos y despreciarnos por lo que pensamos y creemos. No hay la menor posibilidad de diálogo, los puentes fueron destruidos y los que restan están vigilados por los inquisidores del pensamiento. El diálogo, la negociación y el consenso son considerados traición absoluta. Lo de ahora es no cambiar ni una sola coma a las disposiciones del poder.
Siempre pensé que los mexicanos construiríamos un país de más libertades, donde la diversidad fuera nuestra fuerza y cohesión, un México de pensamiento distinto y respeto a la diferencia, moderno y cada día más justo. Un país orgulloso de su origen y destino, donde el color de piel, sexo, preferencia, creencias o condición económica fueran parte de su riqueza y nunca de su división, confrontación y odio.
Los invito a votar este próximo domingo 2 de junio. Voten por lo que quieran o por el que quieran. Voten por mantener su pensión o por sus gustos y preferencias. Por una beca o un puesto de trabajo, voten por votar o por tomarse una selfie en la casilla
Pero voten por lo que voten, siempre piensen en votar por un México mejor, con libertad y próspero para todos.
Un México que observe a sus gobernantes y les exija resultados.
Pero sobre todo, voten por un México donde todos estemos incluidos.
Jorge Flores Martínez
X: @jorgeflores1mx