Leo Zuckermann
Ayer argumentaba por qué Estados Unidos ha dejado de ser un socio confiable para México y, por tanto, la necesidad de buscar nuevas maneras de crecer económicamente más allá de la integración comercial con el vecino del norte.
Mientras el trumpismo siga siendo la corriente política principal en Estados Unidos (hoy con Donald Trump, mañana con sus herederos ideológicos), México no podrá tener la certidumbre de exportar productos sin aranceles. Aunque en el papel exista un Tratado de Libre Comercio, el socio grande, como hemos visto, puede pasárselo por el Arco del Triunfo.
Difícilmente veo que capitales nacionales y extranjeros inviertan en México para exportar a Estados Unidos cuando exista incertidumbre en la estabilidad de las reglas comerciales.
De ahí que nuestro país tenga que buscar un nuevo modelo de desarrollo que produzca crecimiento económico, independientemente de las exportaciones.
Durante lustros, México tuvo altas tasas de crecimiento con un modelo de industrialización a partir de la sustitución de importaciones (ISI). Hoy está en boga volver a la idea de incentivar la producción nacional de bienes importados, incluso en la cadena de abastecimientos de las exportaciones.
Parece una buena idea. Pero la sustitución de importaciones se logra fundamentalmente imponiendo aranceles. Es lo que pretende Trump para que regresen las fábricas a Estados Unidos.
Si todo el mundo comienza a sustituir importaciones por medio de aranceles, regresaremos a economías cerradas que desaprovechan las ventajas competitivas de los distintos países.
Para el caso mexicano, no veo como alternativa regresar a un modelo de economía cerrada tipo ISI. Recordemos que éste se agotó por la existencia de una industria nacional cara y de mala calidad, en muchos casos monopólica, producto de la protección por parte del Estado.
En el Plan México de la actual administración se habla de sustituir importaciones como parte de la cadena de abastecimientos para las exportaciones. Eso suena bien. El problema es si nuestro país va a poder exportar a su principal mercado mientras el trumpismo siga siendo la corriente política principal.
Quitando el comercio internacional, el Producto Interno Bruto (PIB) de un país puede crecer por un incremento en el consumo, la inversión o el gasto público.
Una alternativa es un modelo de desarrollo estatista donde el gobierno aumente de manera importante la inversión y el gasto públicos. El problema es que, hoy, nuestro gobierno no tiene dinero para hacerlo. Podría endeudarse algo, pero tampoco tiene mucho margen. O podría realizar una reforma fiscal que lo único que haría es quitarle dinero a los privados, que consumen o invierten, para pasárselo al gobierno. Lo que en economía se denomina como “efecto desplazamiento” (crowding out, en inglés).
Un nuevo modelo de desarrollo tiene, más bien, que sustentarse en un aumento en el consumo e inversión privadas. Al Estado le corresponde alinear los incentivos para que esto ocurra, comenzando con proveer seguridad pública y certidumbre jurídica, dos factores escasos en nuestro país. El gobierno podría comenzar proveyendo esos bienes públicos como base de un nuevo modelo de desarrollo.
Yo no tengo la respuesta de qué modelo aplicar en México. Las bibliotecas económicas están llenas de propuestas de todo tipo. La única certeza que tengo es que México se encuentra atrapado en lo que los economistas llaman la “trampa de la renta media”.
México no es una nación pobre. Sí, hay muchos mexicanos que viven en la pobreza, pero en términos de PIB per cápita somos un país de ingresos medios (alrededor de diez mil dólares al año). Con todo y la integración comercial con Estados Unidos, no hemos podido dar el salto a una nación rica. Ése es el reto.
Si queremos dar ese paso hay que incrementar la productividad de nuestros trabajadores y la innovación en productos.
Como lo ha demostrado el caso de Corea del Sur, que superó la trampa de la renta media, esto implica una fuerte inversión en educación. Un sistema educativo de calidad y meritocrático que produzca trabajadores altamente calificados y científicos con capacidad de innovación tecnológica.
Desafortunadamente, no veo que la educación sea una prioridad para este gobierno como tampoco lo fue para su antecesor. Han preferido llevar la fiesta en paz con los sindicatos de maestros, aunque esto implique un sistema educativo estropeado. Mientras sea así, ni siquiera vale la pena pensar en alternativas de desarrollo para un país amenazado en su principal motor de crecimiento económico.
- X: @leozuckermann