viernes, abril 26, 2024

El Presidente no debe morir

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Por Juan José Llanes Gil del Ángel

A propósito de una pregunta de Alberto Loret de Mola, sobre qué pasaría si el COVID-19 resulta tan implacable en el Presidente como ha resultado en 150 mil mexicanos, me atreví a responderle esto:

Nuestra Constitución prescribe mecanismos sobre cómo proceder en caso de ausencias temporales o definitivas de ciertos funcionarios. Baste leer la Constitución, documento que, dicho sea de paso, todos deberíamos conocer.

El punto es que creo que nada peor podría pasarle a México, en este momento, que se hiciera realidad el deseo (me atrevo a calificarlo de insano), de que el padecimiento del titular del Poder Ejecutivo Federal llegue a mayores.

Al margen de que creo que es moralmente cuestionable el que se quiera el deceso de cualquier ser humano (de hecho, creo que de cualquier ser vivo), en el caso de un jefe de gobierno y de estado, las consecuencias de un evento infausto necesariamente conducen a una crisis política que, en México, tenderían a agudizar la que ya se vive ahora mismo.

En lo personal, sobradamente he externado mi crítica al desempeño de los gobernantes (tanto de la Federación como de mi Estado) en el presente y en el pasado. He expresado aquello que me parece que es erróneo y, en el caso del actual régimen, creo que también hay notorios desatinos y cosas que corregir. Empero, nunca he pensado que la salida a las problemáticas de una nación sea que el «otro» (el de «enfrente», el «adversario», el «enemigo», el «contrincante», o como se le quiera llamar), simplemente «desaparezca» o se «calle».

Concita mis críticas un régimen que, como el actual, pretende que la disidencia sea silenciosa, que se crea que levantar la voz para estar en desacuerdo (con fundamentos o sin ellos) debe ser motivo de vergüenza (no lo es) y que cuestionar las decisiones oficiales sea la ruta más corta para ganarse una cantidad exorbitante de descalificaciones.

Pero concita también mi desacuerdo el que se piense que la salida a nuestros males sea que se muera el Presidente, aunque el origen de muchos de esos males (de acuerdo con muchos ciudadanos) gravite en sus decisiones.

Ese es mi punto de vista.

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