En un principio, quizás por la inercia los sectores o individuos anatematizados por el presidente mostraban cautela, preferían el silencio y apechugar el golpe a la confrontación con el hombre históricamente más poderoso en este país: el presidente de la república. Sin embargo, de tanto tensarla esa cuerda se está rompiendo o, peor, ha perdido importancia, y al igual a cuando una tuerca se “barre” por apretarla en exceso, quienes se sienten aludidos por el decir presidencial en las mañaneras acude a la respuesta inmediata, niegan y confrontan ya sin reservas al dicho presidencial. También desde diferentes sectores sociales usualmente callados y más aún los tradicionalmente contestatarios cuando consideran prudente elevan la voz contra afirmaciones o acciones presidenciales que consideran lesivas para el bien nacional. Es grave el deterioro de la palabra presidencial, muy malo cuando esto sucede.