«Cuando uso una palabra» dijo Humpty Dumpty, en un tono casi desdeñoso, «significa lo que yo elijo que signifique -ni más, ni menos». «La cuestión es», dijo Alicia, «si puedes lograr que las palabras signifiquen tantas cosas distintas». «La cuestión es, dijo Humpty Dumpty, «quién va a ser el vencedor -eso es todo». Así piensa López Obrador.
Así como el personaje de Alicia en el país de las maravillas. No le interesa la verdad o la evidencia o la razón o la ciencia o la historia. De lo que se trata es de ganar y que todos los demás pierdan. De lo que se trata es de darle el sentido que se la antoje a las palabras de todos. Distorsionarlas, resignificarlas, descontextualizarlas para que el país las use y entienda de otra manera. Quien controla las palabras controla la realidad y AMLO todos los días construye un país paralelo. Una 4T donde se habla «amloañol», dialecto creado por el imperativo que tiene López Obrador para caer bien aunque gobierne mal.
El político de la palabrería incesante. El protagonista del monólogo rumiante. El declamador que no delibera, ni discute, ni deja hablar, ni permite que otros lo hagan. Ya no solo monopoliza el Poder Ejecutivo, también la palabra de todo el andamiaje del Estado. AMLO gobierna al hablar, imponiéndose como único explicador de lo acordado -lejos del escrutinio público- con Carlos Slim y Claudia Sheinbaum sobre la Línea 12. Erigiéndose como la única autoridad para desestimar el repunte del Covid-19. Al asumirse como la voz de todo un gobierno, anula al gabinete, a los gobernadores, al Poder Legislativo. El lopezobradorismo no es un coro, es un soliloquio. No es un concierto a varias manos; es un dedazo.
Un dedazo diario que determina qué palabra reconfigurar, qué concepto distorsionar, qué visión de país adulterar. México «en paz», cuando de enero a mayo del 2021 el promedio de personas asesinadas a diario ascendió a más de 97, cuando los feminicidios aumentaron 7 por ciento, cuando las denuncias por violación, extorsión y robo crecieron, cuando comandos armados asesinan en Reynosa y por doquier. México «sin desabasto» cuando los padres de los niños con cáncer llevan meses clamando la inexistencia de medicamentos oncológicos. México «sin corrupción» cuando todavía no se ha aclarado la compra irregular de vacunas chinas a una compañía inexistente antes de la transacción. Es evidente que al Presidente le mienten. Es obvio que él mismo miente. Y para que le crean necesita meter a los mexicanos a la madriguera mañanera.
Esa sede de la distracción perfecta, ese lugar de la distorsión diaria, donde los mexicanos siguen al Presidente por un largo, sinuoso y oscuro túnel -así como Alicia perseguía al conejo en la novela de Lewis Carroll. No sabemos para qué, por qué, para dónde, pero corremos detrás de él, intentando descifrar qué significa el término «aspiracionista», el calificativo «golpista», la clasificación de «clases medias» y quiénes son los egoístas que pertenecen a ellas. AMLO elige la connotación que quiere para cada uno de estos vocablos, y dista de ser lo contenido en el Diccionario de la Real Academia Española. El Presidente ha acuñado su propio idioma, el cual enseña a sus adeptos en la clase cotidiana. Los parlantes del amloañol conjugan todas las nuevas encarnaciones y acepciones sin chistar. Las palabras significan lo que el mandamás quiere que signifiquen.
Como las palabras «consulta para enjuiciar a los expresidentes». Así las concibió AMLO, así las envió a la Suprema Corte, así fueron desechadas porque la justicia no se somete a prácticas plebiscitarias. El ejercicio que se llevará a cabo ni siquiera menciona a los exmandatarios que sí merecerían ser investigados. Vagamente pregunta si uno está de acuerdo en que se lleven a cabo acciones pertinentes para esclarecer decisiones políticas de actores pasados. Algo que ya podría hacerse si AMLO tuviera voluntad política, si la Fiscalía fuera verdaderamente autónoma, si el Presidente cumpliera la promesa de crear una Comisión de la Verdad, y si el gobierno actual buscara justicia y reparación para las víctimas. Como nada de esto es cierto, AMLO y quienes piensan que su palabra es la ley obligarán al país a participar en otra farsa. Así como rifaron el avión, ahora «consultarán» la justicia. Y no para asegurarla, sino para enterrarla en una madriguera.