viernes, mayo 3, 2024

Lágrimas de cocodrilo…

Después de los sobre-actuados pucheros que mañanera y marrulleramente protagonizó el señor Presidente al evocar tiempos pasados, cuando él era perseguido de los Gobiernos por pensar diferente y ejercer el legítimo derecho de expresarlo…

No obstante que ya en estos tiempos, es exactamente lo mismo que él está haciendo con quienes opinan diferente.  Se puede entender que eso es lo que aprendió; pero que se entienda no quiere decir que esté bien; y mucho menos de acuerdo…

Como quien le pega a sus hijos y a su esposa, porque a él así le enseñaron.  Su papá le pegaba a su mamá, a él y a sus hermanos y pues solo repite la conducta…

Pero el fondo al que quiero llegar, no es la patología que encierra el despertase de mal humor y arremeterla en contra de todos.  Lo mismo y dice que los abogados son pagados por los delincuentes; que quiere saber cuánto ganan los periodistas …

Como también sucedió con el Gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García, quien dijo que los abogados que insisten en la abrogación del delito de ultrajes a la autoridad, defienden delincuentes…

El fondo, es que los pucheros de chipilín sacaron de la Historia a ese otro disque chillón que fue José López Portillo cuando dijo que la Banca nos había saqueado; y con el sniff sniff por delante, dijo que no nos volverían a saquear.  Pero no es cierto, lo siguen haciendo…

A todo esto, conocí a Lorenzo Garza (1908 – 1978) cuando ya retirado de los cosos taurinos tenía un lote de maquinaria pesada que rentaba, allá por el entonces camino de voy y vengo que llevaba a Querétaro, cuando no existía Ciudad Satélite…

El llamado “Ave de las tempestades” en verdad lo era.  Cuando no salía en hombros de las plazas, salía escoltado por la policía y llevado a la comisaría.  Y lo traigo a cuento, porque a diferencia de los López, Obrador y Portillo, a él, el simulacro de puchero sí le salió bien…

Resulta, que en una noche de mal fario, nomás no podía con el astado que acabó revolcándolo y como no lo pudo matar, la gente se le echó encima.  El diestro caminó hacia el centro del ruedo; y desde ahí, quitándose la montera, girando 180 º de “brindó” al público una mentada de madre…

Lo que ahí pasó, fue indescriptible.  Fue de las veces que la policía tuvo que sacarlo escoltado pues le llovieron toda clase de objetos, líquidos y cojinazos.  Si hubieran podido lo linchaban…

Cuenta el matador, que después de pagar la multa, no bien había llegado a su casa pensando que no lo volverían a contratar nunca; cuando a la puerta llegó el empresario con un contrato para el siguiente domingo…

La corrida su publicitó y en el coso no cabía un alma más.  Durante el paseíllo le dijeron de todo.  Pero cuando en el centro del ruedo, el diestro se enjugó una lágrima y les brindó el toro a todos los presentes.  A cada lance enloquecía cada vez más y más a la multitud, que acabó sacándolo en hombros.  Pero el caso es que no a todos les funcionan las “Lágrimas de cocodrilo”.

Y nos vemos mañana, si el Sol me presta vida.     

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