En el correr de los años y después de muchas advertencias acerca del cambio climático quizás ya llegó la hora de tomar conciencia de su tremendo significado y efectos nocivos para la vida sobre este planeta. Su terrible manifestación en el crecimiento del mar por el deshielo de los glaciares y su invasivo progreso en playas habitadas no están señalando esa marcha inexorable, quizás ya irreversible. ¿Desde cuándo y en cuántas reuniones internacionales de los gobiernos de las naciones más poderosas del planeta se ha venido señalando la preocupante escasez de agua para consumo humano a causa del explosivo crecimiento de la población humana y de la irracional explotación? Sin embargo, ha sido poco o nulo y anulado el esfuerzo para concientizar a la población para evitar el creciente daño al medio ambiente. “Salvemos el agua”, dice un lema que prodiga la Fundación del mismo nombre ¿tendrá algún significado para el habitante de las grandes urbes? “La guerra por el agua”, es otra de los avisos que asociaciones para el cuidado del medio ambiente postulan con harta frecuencia, sin encontrar eco de preocupación. Leemos la dramática sequía que se abate sobre Monterrey, la gran urbe norteña, pero lo consideramos un problema delimitado a aquella región. ¿Qué decir del tandeo en la distribución del agua entubada en la CDMX? Acá en la aldea veracruzana nos ha parecido ajeno el problema de la presa Yuribia, de donde se surte el abastecimiento del agua para Coatzacoalcos, Minatitlán y Cosoleacaque, es un problema ya añoso sin obtener solución alguna. Igual en la conurbación Veracruz-Boca del Río. Pero ¿y Xalapa? Para entenderlo basta atender el desesperado llamado del alcalde Ricardo Ahued para tomar conciencia de la dimensión del problema acuífero. Las fuentes de abastecimiento sufren agotamiento, advierte al tiempo de pedir uso racional del agua. Hagámoslo, no dejemos en oídos sordos la advertencia de una autoridad seria y responsable, porque si la alarma se extiende al público es debido al dramático estado de sequía que padecemos. No es catastrofismo porque el problema no viene, ya está aquí y nos invade.