Si el melodrama Kramer vs. Kramer, la conocida película con Dustin Hoffman y Meryl Streep, fue un útil recurso para dejar expuestos los demonios que anidan en los pliegues de la vida familiar, el reciente pleito Moreira vs. Moreira ofrece, además de una interesante tropicalización del tema, un vistazo a las entrañas de un partido en descomposición. El ex presidente del PRI, Humberto Moreira, ha difundido en redes sociales severos comentarios sobre su hermano Rubén, coordinador de este partido en la Cámara de Diputados, y la esposa de éste, Carolina Viggiano, secretaria general del PRI y candidata al estado de Hidalgo en las próximas elecciones.
En lo que constituye un espaldarazo de Humberto al candidato de Morena en aquel estado, Julio Menchaca, el también ex gobernador de Coahuila no ha ahorrado epítetos en contra de la pareja que forman su hermano y su cuñada: “son los reyes del fraude electoral en México y están en Hidalgo. Son capaces de cualquier cosa, traer gente rara, intimidar (…) de comprar votos, de hacer promesas que no van a cumplir, de tratar de comprar representantes de casilla, de hacer un fraude electoral”, afirmó, entre otras cosas. Por su parte, su hermano Rubén ha señalado que Humberto es el apoyo financiero del rival de su esposa.
Los pleitos en familia no deben sorprendernos, desde luego. Suceden con mayor frecuencia de lo que quisiéramos en los casos de herencias intestadas, y todo indica que Coahuila es una de ellas. Y tampoco los pleitos entre las élites políticas son cosa rara. La lucha por el poder suele provocar esa aflicción. En el PAN son legendarias las escisiones a gritos y sombrerazos, y allí están las diferencias públicas entre Vicente Fox y Felipe Calderón, únicos presidentes de la República que ha tenido el PAN. Por el lado de la izquierda, si bien es cierto que todavía podrían sentarse a la mesa Cuauhtémoc Cárdenas, López Obrador y Porfirio Muñoz Ledo, que hace 35 años pusieron los cimientos del movimiento que hoy gobierna, a nadie escapan los muchos reproches, puntapiés y zancadillas que han caracterizado la relación entre ellos en los últimos años.
Con todo, el desencuentro de los Moreira parecería llegar más lejos. Ni los panistas enfrentados entre sí y mucho menos los ex perredistas compartieron cuna, hogar y progenitores como sí lo hicieron estos dos hermanos.
Las razones de tan enconado pleito están a la vista y hasta cierto punto parecerían naturales. Poco antes de terminar su sexenio como gobernador de Coahuila (2005-2011), Humberto se fue a la presidencia del PRI por un breve periodo interrumpido por las acusaciones penales en las que se vio envuelto. Mientras tanto en Coahuila, y tras un breve interinato local obligado por la licencia de Humberto, se quedó con la silla Rubén, su hermano mayor (2011-2017). Tampoco nada que deba escandalizar; los rasgos de nepotismo forman parte de nuestra clase política y no hacen distingos por partido. Y allí están, para no ir más lejos, los afanes de Fox y Calderón para impulsar las aspiraciones de sus cónyuges, o el caso de Félix Salgado Macedonio cuando su frustrada candidatura al gobierno de Guerrero se trasladó vicariamente a su hija.
El problema de esta “feliz” sucesión en Coahuila es que las cosas se descompusieron rápidamente a pesar de los prometedores inicios. Quizá porque Rubén encontró difícil administrar el estado con la herencia envenenada de unas arcas endeudadas y en parte también por el difícil ejercicio del poder bajo la presencia de un hermano menor que dominó la política local de forma tan abrumadora. Los roces fueron inmediatos. La muerte de un hijo de Humberto a manos del narco terminó por romper lanzas entre ambos, cuando el afligido padre responsabilizó de la tragedia a la política del gobernador con relación a los capos locales. Así pues, razones de peso, además de pesos.
Durante años Humberto Moreira se mantuvo a la defensiva por las distintas denuncias que dejó su paso por el gobierno local. Si bien la PGR de Peña Nieto lo absolvió rápidamente por falta de evidencias en la acusación de endeudamiento y falsificación de documentos atribuidos a su administración, posteriormente la Corte del estado de Texas le fincó cargos por lavado de dinero a partir de la declaración de un presunto prestanombres que afirmó haber operado en complicidad. Moreira fue detenido en Barcelona, donde estudiaba en un exilio autoimpuesto, y fue trasladado a México, aunque, una vez más, los tribunales del país lo exoneraron.
Durante años Humberto Moreira se mantuvo a la defensiva por las distintas denuncias que dejó su paso por el gobierno local. Si bien la PGR de Peña Nieto lo absolvió rápidamente por falta de evidencias en la acusación de endeudamiento y falsificación de documentos atribuidos a su administración, posteriormente la Corte del estado de Texas le fincó cargos por lavado de dinero a partir de la declaración de un presunto prestanombres que afirmó haber operado en complicidad. Moreira fue detenido en Barcelona, donde estudiaba en un exilio autoimpuesto, y fue trasladado a México, aunque, una vez más, los tribunales del país lo exoneraron.
La coordinación de los priistas que el mayor de los hermanos ejerce hoy en la Cámara es una de las posiciones más destacadas del partido, considerando que la organización ya no cuenta con gobernadores de peso. Un triunfo de su pareja en las elecciones de Hidalgo el próximo 5 de junio podría convertir a este matrimonio en el verdadero poder en el partido, pues tendrían en su mano las únicas dos gubernaturas en posesión en el PRI, considerando que en Coahuila el ex gobernador mantiene su influencia. Y como sabemos, base territorial, nómina y recursos físicos son la sustancia que define el poder de un partido.
El regreso de Humberto Moreira a la escena pública nacional (ya lo había intentado en el ámbito local al buscar, sin éxito, una diputación en 2017) puede ser interpretado de distintas maneras. Como un capítulo más en la prolongada batalla fratricida que sostiene con Rubén, sin duda, pero también como una vía de entrada a Morena haciéndose útil en el territorio donde el obradorismo aún no tiene asegurado un triunfo. Una jugada de dos bandas. Lo primero, incordiar los planes de su hermano, muy seguramente podrá conseguirlo porque los números hacen probable la derrota de su cuñada. Lo segundo, un reciclaje en las filas de Morena gracias a su acercamiento a Julio Menchaca, está menos claro. Aunque nunca se sabe a qué atenerse con los perdones de López Obrador, capaz de ofrecer improbables acogidas a anteriores rivales tan contrastantes como los ex calderonistas Germán Martínez o Manuel Espino y una larga fila de ex gobernadores priistas a los que Moreira, supongo, querría añadir su nombre. Al margen de todo esto, el pleito a tumba abierta entre estos dos hermanos es un capítulo más del desplome moral en el que vive la dirigencia del otrora todopoderoso partido.
@jorgezepedap