Alguien en Palacio Nacional tendría que avisarle a Layda Sansores, gobernadora de Morena en Campeche, que deje de incordiar a Alejandro Alito Moreno, presidente del PRI, con la develación de sus escandalosos audios. En una de esas el repudio de la opinión pública es tal que los malabarismos de Alito no alcanzan y se ve obligado a renunciar a la dirigencia del partido. Y eso sería una pésima noticia para el movimiento del presidente Andrés Manuel López Obrador. A estas alturas de desprestigio, Alito es el mejor cómplice, involuntario, de los intereses del partido oficial. Mientras el exgobernador presida el otrora poderoso PRI, los ciudadanos tendrán la absoluta certeza de que este partido sigue siendo sinónimo de cinismo, malas artes y corrupción.
Y lo anterior no es una apreciación subjetiva. Según el último reporte de la encuesta periódica que realiza El Financiero, publicada este lunes, la ventaja de Morena sobre la alianza PRI-PAN sigue ampliándose. En este momento la intención de voto por el obradorismo llega a 51 por ciento, frente al 36 por ciento de las personas que aún optarían por los partidos de antes. Esta diferencia de 15 puntos es la más alta históricamente y ha venido creciendo mes a mes a partir de enero, que solo era de dos puntos (44 contra 42). Nada gustaría más al Presidente que llegar a la campaña con una ventaja superior a los veinte puntos, lo cual convertiría la elección en un paseo triunfal en alfombra roja y le permitiría el margen de maniobra para elegir a su sucesor con absoluta libertad, sabiendo garantizado el resultado de los comicios. La presencia de Alito favorece que esta diferencia se siga ensanchando.
Desde luego que no hay garantías de que un cambio de dirigencia en el PRI se traduzca en un repunte de ese partido. Habría que preguntarse si el desprestigio en el que se encuentra esta fuerza política ha cruzado ya el punto de no retorno. Pero es cierto que un nuevo rostro en la dirigencia obligaría, aunque sea para cuidar las formas, a una “narrativa” fincada en las promesas de refundación y en golpes de pecho de contrición y depuración. Y desde luego siempre hay oídos aquiescentes entre los muchos anti obradoristas que están urgidos de aferrarse a la menor esperanza. No necesariamente que eso signifique un regreso a las viejas glorias, pero podría alcanzar, al menos, para detener la sangría y no seguir ampliando la ventaja de Morena. En suma, Alito se ha convertido en el mejor aliado de Morena, aunque Layda Sansores no se haya dado por enterada.
Claudia vs. Marcelo
La encuesta citada también arroja datos interesantes sobre la contienda entre los aspirantes del partido en el poder, entre los cuales seguramente se encuentra el próximo presidente de México. Los dos punteros, Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, están empatados para todos los efectos. Se alternan a la cabeza de las encuestas por dos o tres puntos, pero esa diferencia es menor al margen de error de la metodología de la encuesta, lo cual para efectos prácticos supone un empate técnico.
Contra lo que se cree, Sheinbaum no es el candidato del obradorismo de a pie ni Ebrard es el más favorecido a mar abierto, al menos según los resultados de estos sondeos de El Financiero. Los dos obtienen puntajes muy similares tanto en el contexto de los simpatizantes de Morena como entre toda la población en su conjunto. Aunque habría que reconocer que esta percepción de Sheinbaum entre la población general es reciente. Todavía en mayo, Ebrard era mucho más reconocido en el territorio nacional y su intención de voto superaba ampliamente a la de su rival. Todo indica que las continuas giras por el resto del país de la alcaldesa capitalina y su constante presencia en medios ha esfumado tal desventaja.
Pero no es menos sorprendente que Marcelo Ebrard mantenga sus bonos entre las filas del obradorismo, pese a todo. Entre los corrillos políticos se da por un hecho que el presidente López Obrador considera a su pupila, crecida bajo su ala, como la candidata más cercana a su movimiento. No necesariamente que la valore como mejor opción para sucederlo (eso lo sabremos después), pero sí la más identificada con sus banderas. Tal identidad no se habría visto reflejada en las infanterías, de ser ciertas estas encuestas. Podría deberse a que las muestras son tomadas entre “simpatizantes” de Morena, no necesariamente entre militantes. Una duda que habrá de despejarse cuando se realice la encuesta definitiva.
Los datos publicados este lunes ofrecen también una interesante perspectiva del “tercer pasajero” en esta lista sucesoria. El secretario de Gobernación, Adán Augusto López, se encuentra en una ardua carrera contra el tiempo. Por más visibilidad que le da su puesto y la intención deliberada por parte del Presidente para meterlo al juego, sigue siendo un desconocido para la mayoría de la población. Incluso entre los simpatizantes de Morena apenas concentra 7 por ciento de las preferencias, menor aún al 9 por ciento de Ricardo Monreal y a años luz de Sheinbaum y Ebrard. Pero el cuarto de guerra de Bucareli asume que, como a los coches sin gasolina, lo más difícil es conquistar los primeros metros; una vez rodando todo es bajada. La pregunta es si la velocidad de crecimiento bastará para alcanzar a los dos punteros antes del verano del año próximo, cuando Morena tenga que tomar decisiones.
Los datos publicados este lunes ofrecen también una interesante perspectiva del “tercer pasajero” en esta lista sucesoria. El secretario de Gobernación, Adán Augusto López, se encuentra en una ardua carrera contra el tiempo. Por más visibilidad que le da su puesto y la intención deliberada por parte del Presidente para meterlo al juego, sigue siendo un desconocido para la mayoría de la población. Incluso entre los simpatizantes de Morena apenas concentra 7 por ciento de las preferencias, menor aún al 9 por ciento de Ricardo Monreal y a años luz de Sheinbaum y Ebrard. Pero el cuarto de guerra de Bucareli asume que, como a los coches sin gasolina, lo más difícil es conquistar los primeros metros; una vez rodando todo es bajada. La pregunta es si la velocidad de crecimiento bastará para alcanzar a los dos punteros antes del verano del año próximo, cuando Morena tenga que tomar decisiones.
Ahora bien, todas estas especulaciones terminan siendo académicas frente al hecho de que la verdadera “encuesta” tendrá lugar en el escritorio presidencial, cuando López Obrador asuma que ha llegado la hora de que su movimiento elija a un sucesor. Como se ha dicho aquí reiteradamente, aunque el método de selección formalmente establecido será el de una encuesta entre militantes, se da por descontado que el resultado favorecerá aquél por quien se incline el Presidente. Hasta ahora así ha sido en el caso de los comicios de gobernadores y se asume que bastaría con dejar correr la noción de quién es “el bueno” para que este o esta se convierta en el preferido de los sondeos.
La pregunta de fondo es con cuánta libertad se sentirá el Presidente cuando llegue el momento de elegir sucesor. Antes que nada, debe asegurar que su delfín esté en condiciones de ganar la elección. En caso de que exista algún riesgo crecerá la necesidad de optar por una carta que resulte atractiva al electorado en su conjunto. Pero si la ventaja de Morena sobre sus rivales es muy amplia, estará en libertad de optar no por quien considere mejor candidato sino mejor presidente, a su mejor entender. Lo cual nos lleva de regreso al primer punto: la necesidad de que Palacio le pida a Layda no tumbar a Alito.
Jorge Zepeda Patterson
@jorgezepedap