jueves, mayo 2, 2024

Política y politiquería

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“Para que haya pleito solo se necesitan dos”, así sentencia una afamada máxima para inducir la idea de que si uno no pelea la pugna se acaba. Obviamente, ese teorema lleva inherente la sugestiva noción que hace parecer al hombre como un ente conflictivo. En ese contexto, para evitar la confrontación acudimos al arte de la política como medio idóneo de arreglar en armonía la lucha de intereses creados por la naturaleza social del hombre, un zoon politikon, dijo Aristóteles. Cuando la política falla comienza la guerra, apunta otro no menos conocido refrán, que traemos a cuento para subrayar la importancia de la política como método de resolver los problemas creados por la convivencia del hombre en sociedad. Pero a la vez, esa multifactorial convivencia distorsiona los fines de la política y ésta se degenera en politiquería, que nada tiene que ver con la procuración del bien social o del arreglo de los problemas colectivos, consustanciales a la política. Tiempos hubo en los cuales el término “politiquería” se usaba en la discusión política como medio para argumentar posiciones políticas, don Benito Juárez lo empleó en variadas ocasionas en respuesta a quienes alegaban la inconstitucionalidad de su estancia en la presidencia. Igual hacía don Porfirio Díaz para referirse a sus críticos del Partido Liberal cuando protestaban por su ya muy prolongada permanencia en el poder. En el discurso de los legisladores mexicanos de inicios del siglo XX se usaba atribuir “politiquería” a los actos y dichos del adversario. Ya en tiempos posrevolucionarios fue perdiendo vigencia y prácticamente cayó en desuso, hasta ahora que el presidente AMLO lo esgrime para descalificar a sus adversarios. Pero la politiquería o como quiera llamarse está presente en quienes desempeñan cargos públicos. Porque se hace politiquería cuando Layda Sansores advierte que sacará al sol los trapitos de Monreal, y cuando desde la cúpula del poder califican de poco ético difundirlos públicamente, aunque no es un secreto que la señora Sansores no mueve un solo hilo si no le tiran la consigna. También hace politiquería el insigne Porfirio Muñoz Ledo cuando arremete en críticas contra el gobierno, porque si bien podría tener razón, hace casi un año dejó a un lado su protagonismo antagónico hasta enterarse que no sería embajador en Cuba, como seguramente le habían ofrecido, y por tal motivo había permanecido en calma, de allí que se antoja la obviedad que otra sería su actitud de haber conseguido aquella representación. También es politiquera la misión actual de Adán Augusto al visitar entidades federativas con el pretexto de cabildear en las legislaturas locales con el propósito de “convencer” a los diputados de aprobar la reforma para la permanencia de las fuerzas armadas en funciones de Seguridad Pública hasta 2028, porque para ese propósito le hubiera bastado una simple llamada a los 21 gobernadores de MoReNa para completar el mínimo (17) de legislaturas locales acordes a ese proyecto legislativo. Es decir, don Adán anda en campaña por la presidencia, aunque viste sus visitas con aquel pretexto lo desnuda su subliminal lema de precampaña: “que siga López”. También Monreal hace politiquería al presentarse como víctima de Claudia Sheinbaum, pese a los obuses cruzados entre ambos. Doña Claudia ya inundó el país con bardas y espectaculares promoviendo su imagen como corcholata con la leyenda “es Claudia” sugiriendo ser la preferida. Y qué decir de “Alito”, quien en su desesperado e inútil esfuerzo por recobrar su menguado crédito político insiste en convocar a una alianza partidista, pero lo hace en el desierto de su soledad política y su voz se apaga en las dunas de su dramática circunstancia. Así las cosas, cuánto daríamos porque hubiera Política de la buena.   

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