viernes, mayo 3, 2024

Opio o espinacas

Juegos de Poder

Leo Zuckermann

Yo veía mucha televisión cuando era niño. A mi abuela paterna no le gustaba nadita mi adicción porque consideraba este medio de comunicación como una “caja tonta”. Ella, al igual que sus amigos intelectuales, pensaba que la televisión estaba diseñada para mantener idiotizada a la gente. Calificaba de “basura” todos los contenidos televisivos, en particular las telenovelas mexicanas y series estadunidenses.

Conmigo perdió la batalla. Nunca pudo convencerme. Hasta el día de hoy me sigue gustando ver la tele en su nueva versión en las plataformas digitales.

Confieso que ahora me está pasando lo mismo que a mi abuela con el TikTok. Con mucha preocupación, veo cómo mi hija más pequeña se ha vuelto adicta a esta red social. Le dedica horas enteras. Cuando de reojo diviso lo que está viendo, me parece pura basura. Fiel a mi filosofía liberal, me abstengo de criticarla. Mucho menos me atrevería a prohibirle su uso. Sin embargo, algo tendré que hacer porque esta red social parece que sí tiene la intención de idiotizar a sus usuarios. Me explico.

TikTok es propiedad de una empresa china (ByteDance). Ahí se comparten videos cortos. El algoritmo se encarga de identificar los gustos de los usuarios y les presenta, al parecer con mucha precisión, lo que quieren ver. Así es como logran engancharlos por horas.

El prestigioso programa 60 Minutes de la cadena estadunidense CBS entrevistó a un experto en tecnología sobre los contenidos de TikTok. Me quedé muy alarmado con lo que dijo.

Resulta que la aplicación opera de manera distinta para China que para el resto del mundo, especialmente la relacionada con niños y adolescentes.

Según Tristan Harris, exempleado de Google y defensor de la ética en las redes sociales, TikTok sabe de la gran influencia que tiene su tecnología en el desarrollo infantil. Por tanto, la versión china está diseñada para educar a los usuarios, mientras que entretener es el objetivo de la del resto del mundo. Harris llama a la primera como “espinacas” y “opio” a la segunda.

En China, “si tienes menos de 14 años, te muestran experimentos científicos que puedes hacer en casa, exhibiciones de museos, videos de patriotismo y videos educativos”. Además, la aplicación está limitada a sólo 40 minutos por día. En el resto del mundo opera un algoritmo diseñado para presentar contenidos personalizados que le generen una adicción al usuario. Algunos investigadores académicos, especialistas en salud mental de la infancia, han encontrado que los videos de TikTok producen dopamina en el cerebro, lo cual explica la adicción.

La idea es que el usuario se sienta bien, cada vez mejor en la medida en que encuentra más videos de los temas de su predilección. Además, a diferencia de China, en el resto del mundo los límites a cuánto puede usar un niño o adolescente la aplicación son voluntarios; depende de los padres configurar las restricciones.

Creo que el mensaje está muy claro por parte de los chinos. Aquí utilizamos TikTok para que se vuelvan más inteligentes nuestros niños mientras que en el resto del mundo nos encargamos de que se conviertan en unos idiotas adictos. A los connacionales los alimentamos con espinacas, a los extranjeros les proporcionamos opio.

Algo saben los chinos sobre esta sustancia. En el siglo XIX, los británicos lograron que este país se abriera al comercio internacional utilizando, precisamente, el opio. Los europeos llevaron la droga desde la India con el propósito de equilibrar la balanza comercial, que era muy favorable para los chinos. Y sí, la población china se volvió adicta a la droga que llegaba en los buques británicos. Vistos los efectos nocivos del estupefaciente, el gobierno chino lo prohibió. Ello derivó en una guerra entre el Reino Unido y China que perdió este último país. Como consecuencia de la derrota militar, China se vio obligada a abrir varios puertos al libre comercio de mercancías con Occidente, incluyendo el opio.

Parece que los chinos aprendieron la lección y ahora están aplicando la misma receta británica, pero con una nueva droga cibernética. Como aquellos trabajadores chinos que gastaban hasta dos terceras partes de su ingreso en comprar opio para drogarse, ahora los niños y adolescentes de Occidente gastan muchas horas de su vida viendo videos que no les dejan nada más que satisfacción y dopamina en su cerebro.

En otras palabras, están idiotizando a las nuevas generaciones.

¿Qué hacemos frente a este enorme reto? ¿La solución es la prohibición y/o la censura? Como liberal, no lo creo. Pero de que tenemos un problema…

           Twitter: @leozuckermann

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